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Si no fuera por la intervención que realizaron los bancos públicos brasileños, la caída de la Bolsa de San Pablo hubiese sido histórica. A media hora del final de la sesión, los papeles retrocedían en promedio 13 por ciento. En tanto, la baja en Buenos Aires se acercaba al 6 por ciento. Pero la intervención oficial logró que la pérdida se recortara al 6,1 por ciento. El índice de acciones líderes MerVal acompañó ese repunte al terminar con un saldo negativo de 3,7 por ciento, ayudado además por la autocompra de acciones que hicieron algunas empresas. Wall Street, a su vez, bajó 0,5 por ciento y México el 1,8. Las acciones argentinas terminaron la semana con una pérdida de 2,6 por ciento. Varias compañías locales, como las siderúrgicas Siderca y Siderar, Irsa, Cresud, el Banco Macro Misiones y la limonera San Miguel, salieron a comprar acciones propias con el objetivo de defender sus cotizaciones. Las dos compañías de George Soros IRSA y Cresud anunciaron que recomprarán hasta dos millones de acciones cada una. Los títulos públicos, por su parte, cedieron entre 1 y 1,7 por ciento. El índice MBA, que mide el comportamiento promedio de los bonos, registró una pérdida del 17 por ciento en el último mes. En tanto, para evitar la continua suba de la tasa a la que los bancos se prestan entre sí (call money), el Central decidió prestar todo los fondos que le pidan los bancos a una tasa del 9,5 por ciento anual. Por su parte, Alan Greenspan, titular de la Reserva Federal (banca central estadounidense), no envió un mensaje alentador para los emergentes. Afirmó que ante esta crisis hay que ser precavido, lo que implicaría que no habría cambios en el corto plaza en las tasas de interés. Financistas y ministros de economía por caso, Pedro Malán, de Brasil reclaman una baja de la tasa de corto para frenar el pánico que se apoderó de los mercados internacionales. El castigo que sufrió la Bolsa brasileña tiene una explicación. Tras la rebaja en la calificación que la evaluadora internacional Moodys hizo anteayer de los bonos brasileños, el país vecino quedó ayer en el centro de la tormenta financiera. Los inversores internacionales no le pierden pisada a la economía de Brasil y se preguntan hasta cuándo podrá soportar el continuo drenaje de divisas ante la ola de desconfianza que cubre a la región. El banco central brasileño debió liquidar ayer en el mercado entre 600 y 1000 millones de dólares para sostener al real, y los financistas calculan que en los primeros tres días de setiembre unos 3810 millones se fueron del país. Las reservas brasileñas se ubicarían entre 58 y 60 mil millones de dólares. Para colmo, la misma Moodys rebajó la calificación de tres grandes bancos brasileños: Itaú, Bradesco y Unibanco cuestionando su solidez financiera. Esta novedad, junto a los fuertes rumores sobre la aplicación de controles en el tipo de cambio y sobre el movimiento de capitales, deprimieron las cotizaciones hasta un 13 por ciento. Sólo la intervención conjunta de bancos estatales en el mercado logró frenar el derrape. Anoche, el gobierno de Brasil volvió a negar una devaluación y la adopción de un paquete de medidas fiscales. Y, por otro lado, anunció una suba de las tasas de interés, del 19,0 al 29,8 por ciento para frenar la corrida.
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