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El País de Madrid Por Lourdes Gómez y Javier Valenzuela desde Dublín y Washington La sombra de Monica Lewinsky persigue al presidente Bill Clinton en su recorrido europeo, que ayer recaló en la República de Irlanda. Lo siento mucho, dijo en presencia del primer ministro irlandés, Bertie Ahern, durante un improvisado encuentro con la prensa extranjera. Ya he dicho que cometí un error, y estoy muy arrepentido, añadió el mandatario estadounidense. En Washington, Clinton ha sido blanco de las críticas de senadores demócratas de enorme peso político, como Joseph Lieberman, Daniel Patrick Moynihan y Bob Kerrey. El comportamiento de Clinton y en especial su negativa durante siete meses a reconocer que tuvo relaciones con Lewinsky es inmoral, desgraciado y dañino y merece el rechazo público, declaró Lieberman, un viejo amigo y aliado político del presidente y una de las personalidades más escuchadas del Senado. Los norteamericanos, añadió este judío muy religioso y campeón de la honestidad en los asuntos públicos, deberían exigirle cuentas al titular de la Casa Blanca. Kerrey y Moynihan, dos prominentes figuras demócratas, manifestaron de inmediato su pleno apoyo a los comentarios de Lieberman. El mes pasado, Richard Gephardt, líder demócrata en la Cámara de Representantes y posible rival de Al Gore en las elecciones primarias del año 2000, también se desmarcó ostensiblemente de Clinton y expresó su disposición a estudiar un posible proceso de impeachment o destitución. Clinton se ha convertido en un lastre para su propio partido en vísperas de las elecciones de noviembre, en las que los norteamericanos renuevan la totalidad de la Cámara de Representantes y un tercio del Senado y eligen numerosos gobernadores y alcaldes. Muchos demócratas han pedido a la Casa Blanca que anule la presencia del presidente en actos de apoyo a sus candidaturas. Los republicanos también salen del discreto silencio con el que en general han seguido el caso Lewinsky. Trent Lott, su líder en el Senado, se declara asqueado por el hecho de que Clinton y Lewinsky sostuvieran relaciones sexuales en la Casa Blanca y el primero mintiera durante meses al respecto. La dimensión moral de la presidencia norteamericana, dice Lott, ha sufrido un serio daño. Lott no quiere pronunciarse, sin embargo, sobre la destitución o dimisión de Clinton, cuyo futuro político pende del siguiente paso del caso Lewinsky: la presentación por el fiscal Kenneth Starr de su informe al Congreso, prevista para fin de mes. La sesión de preguntas y respuestas con la prensa no estaba prevista en el itinerario de la jornada de ayer, pero una sesión fotográfica frente a la oficina oficial del Taoiseach, Bertie Ahern, en el centro de Dublín, brindó la ocasión. Estoy de acuerdo con su comentario, afirmó el presidente respecto de la intervención de Lieberman, cometí un error, fue (un acto) indefendible y lo siento. La disculpa del presidente alcanzó un tono que no había reflejado hasta la fecha. Durante la confesión pública original de su relación sexual con Lewinsky, frente a las cámaras de televisión, hace ya unas semanas, Clinton evitó las palabras lo siento mucho, que ayer repetió en dos ocasiones. Es consistente con lo que dijo antes y dirá en el futuro. El presidente elige cuando, cómo y en dónde hacer frente a este asunto, interpretó poco después el portavoz de la Casa Blanca que lo acompaña en su visita a Irlanda del Norte. Las críticas de Lieberman no parecen sorprender, o al menos enfurecer, al jefe de la Casa Blanca. No hay nada que él o cualquier otra persona pueda decirme como crítica personal que yo no esté de acuerdo. Porque yotambién me lo he dicho a mí mismo, sostuvo ayer. El presidente evitó valorar si una censura oficial del Senado sería una forma conveniente de zanjar el escándalo Lewinsky. Tengo entendido que no es una decisión que se haya tomado o que se defendiera con claridad el día anterior. No quiero comentar al respecto y, además, no debería comentar nada mientras estoy aquí de viaje, concluyó.
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