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“A veces el director debe ser un poquito psicópata”

Adrián Caetano relata otra historia de violencia urbana en “La expresión del deseo”, un mediometraje inmediatamente posterior a su notable film “Pizza, birra, faso”, que preestrena mañana.

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Por H. B.

t.gif (67 bytes) Cuando aún está fresca la repercusión alcanzada por Pizza, birra, faso, el público porteño podrá asistir a La expresión del deseo, mediometraje que uno de los realizadores, Adrián Caetano, rodó poco después de terminar aquélla. Mañana a las 19.30, cuando el proyector del Club de Cine se ponga en marcha, se estará asistiendo a un verdadero triunfo del cine independiente. Realizada en 16 mm y blanco y negro, con el aporte de un premio otorgado por la Fundación Antorchas, el mediometraje de Caetano llegará al público gracias al apoyo de la Filmoteca Buenos Aires, institución integrada por amantes del cine. El film de 33 minutos de duración ya había causado un profundo impacto en ocasión de su preestreno, en junio pasado, en la sala Leopoldo Lugones, en el marco del ciclo “Cine argentino inédito”. Ahora podrá vérselo en la sala del Club de Cine (Corrientes 1249, subsuelo), todos los domingos de setiembre, a las 19.30 y 20.30. La otra buena noticia es el valor de la entrada: sólo $ 2.50.
Tratándose del nuevo film de uno de los dos realizadores de Pizza, birra, faso, no extraña que La expresión del deseo plante su cámara en un ambiente marginal. En este caso, el de una plaza del centro de Córdoba, donde dos grupos asientan sus reales. Uno, integrado por jóvenes cuya principal actividad es prender algún porrito o aspirar una línea de cocaína, mientras charlan o discuten sobre fútbol, putean a Javier Castrilli o intentan levantes imposibles. Entre ellos, no es difícil distinguir a Héctor Anglada y Jorge Sesán, dos de los protagonistas de Pizza, birra, faso. El otro grupo lo forman unos cirujas que prefieren el tetrabrik a la yerba, pero que coinciden con los más jóvenes en agredir a las chicas que pasan. Las horas pasan muertas, hasta que se enciende una chispa. Un incidente aparentemente nimio degenera en una batalla campal, y la violencia contenida empezará por las puteadas y corridas, para derivar enseguida a algo peor. “Es gente que no sabe qué hacer con la violencia”, dice Caetano, de 28 años y criado en Córdoba, cerca de alguna plaza como la que muestra en la película. “En lugar de descargarse con la policía, se las agarran entre ellos. Esa es la tragedia.”
Como en Pizza, birra, faso, la cámara aparece como un testigo cercano. La misma naturalidad en diálogos y actuaciones, esta vez acentuada por el acento cordobés, el sonido directo y la condición de no profesionales de todo el elenco. Caetano conocía a algunos (Anglada y Sesán) y reclutó al resto entre parientes, amigos y recomendados. La convivencia durante los días de rodaje (todos vivieron juntos en un club de las inmediaciones) facilitó las cosas. “Al comienzo no fue sencillo, por tratarse de actores no profesionales”, recuerda el realizador. “Pero bastó que todos tuvieran claro de qué iba la cosa para que se pusieran a trabajar. Lo hicieron duramente y con total responsabilidad. Profesionales o no, son actores de cine, porque lo fundamental en un actor de cine es la naturalidad. En una de esas, alguno se ponía declamatorio, porque esa es la imagen más estereotípica de lo que debería ser un actor. Pero bastó con frenarlos y marcarles qué era lo que se buscaba, para que entendieran todo.”
Una vez que se desata, la violencia de La expresión del deseo ya no para, con riesgo físico para los actores, incluyendo una escena en la que uno de ellos está a punto de ser prendido fuego. “Se les explicó de antemano que iban a tener que poner el cuerpo, y más de uno salió con alguna magulladura”, acota Caetano. “A veces el director tiene que ser un poco psicópata, y prometer cosas que no sabe si va a poder cumplir. Al que le prendimos fuego lo cubrimos con una capa de amianto, para que no le pasara nada. Pero igual, para que aceptara filmar la escena, hubo que prometerle una mujer, y después quedó muy enojado porque no se la dimos”.
También como en Pizza, birra, faso, en otros momentos la cámara toma distancia. Como recordando, en medio del aspecto documental, que se tratade cine, de una ficción. Significativamente, las primeras tomas son registros de la plaza tomados desde el aire, como quien delimita el espacio de la tragedia. Sobre el final, se volverá a observar ese mismo espacio, luego de la batalla. Las conclusiones vuelven a quedar a cargo del espectador. “No me interesaba hacer ninguna afirmación sobre la juventud argentina, ni nada por el estilo”, remarca Caetano. “Sólo quería mostrar un momento específico de violencia entre un grupo específico de personajes. No me gustan las películas que quieren demostrar algo. Para mí, el cine es acción, no intenciones.”

 

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