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Las internas partidarias para designar candidatos y las perspectivas
electorales a la luz de la crisis financiera internacional
Ajustarse los cinturones

La Argentina está en mejores condiciones que en 1995 y que la mayoría de los otros mercados emergentes. Pero aun así, sólo tiene garantizada una relativa calma hasta fin de año. Si la crisis mundial se extendiera más allá, la diferencia con Rusia o Brasil sería apenas una ilusión. La designación de candidatos presidenciales bajo el huracán financiero exacerba todas las paradojas. La diferencia entre los candidatos es cada día más difícil de percibir, dados los esfuerzos voluntarios de unos e involuntarios de otros. Sin el adversario menemista que la sostenía, la Alianza se enreda en rivalidades e intrigas. De la Rúa mostró los dientes, y mordió una piedra. El Frepaso renuncia a las alianzas sociales necesarias para obtener la candidatura.

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Por Horacio Verbitsky

t.gif (67 bytes) “La Argentina tiene tres cinturones de seguridad. El primero son las reservas, de las cuales el Banco Central puede usar hasta un tercio sin violar la ley de Convertibilidad. El segundo son los encajes, que llegan hasta el 25 por ciento de los depósitos. El tercero es el seguro contra corridas contratado con un pool de bancos extranjeros. Además el sistema bancario se internacionalizó, lo cual se parece a la existencia de un prestamista de última instancia. La situación es mucho más sólida que en el momento de la devaluación mexicana”, opinó Martín Redrado, de la Fundación Capital. “Esta vez no hay retiro de depósitos, pero se ha cortado el ingreso de fondos. Hasta diciembre las necesidades de financiamiento están cubiertas, aun sin contar con las acciones de YPF o la cuota de las facilidades extendidas del Fondo Monetario. Esto permite un margen de tranquilidad. Pero todo dependerá de cuánto dure la crisis. Si se extiende al segundo trimestre de 1999, nada de esto tendrá importancia”, agregó Adalberto Rodríguez Giavarini, con la actitud de quien se santigua. Los economistas del PJ y de la UCR fueron dos de los comensales convocados esta semana por el embajador interino de los Estados Unidos, Manuel Rocha, para agasajar al presidente de Interamerican Dialogue, Peter Hakim. La conversación no difirió de la que se repite obsesivamente entre políticos, empresarios y diplomáticos, mientras el huracán de los mercados va montando presión y enfilando hacia el sur. Esos diálogos son más animados que de costumbre y ni siquiera faltan quienes golpean la mesa con el puño para dar énfasis a sus afirmaciones. Hakim hizo una sola pregunta, cuyo solo enunciado es toda una definición: “¿El resultado de las elecciones de 1999, hace alguna diferencia?”. Respondió Rocha: “Para los Estados Unidos, el mejor candidato es el que elija el pueblo argentino, que ha desechado los extremos y se mueve entre matices del centro”.
Tener tres cinturones es mejor que no tener ninguno, y hasta los especialistas internacionales admiten que la posición argentina es más sólida que la de la mayoría de los denominados mercados emergentes. Pero sumando los tres cinturones de Redrado las divisas disponibles no llegan ni a la mitad de las reservas de Brasil y, como ellas, pueden volarse cual liviano techo de chapa si el vendaval no cesa más pronto que tarde. El propio Redrado agregó luego de la comida: “Faltaría un cuarto cinturón, sobre todo ahora que están bajando los bonos. Hay bancos chicos que pueden caer, y una cadena siempre es tan débil como el más débil de sus eslabones. Las reservas líquidas depositadas en el exterior generan de 800 a mil millones de dólares anuales que deberían usarse para el fondo de garantía de los depósitos”. Los datos que aportó Hakim corroboran que tampoco es gran cosa lo que Latinoamérica puede esperar del gobierno de los Estados Unidos. “Si bien falta que el informe del fiscal Ken Starr ponga los cargos en negro sobre blanco, es improbable que se llegue al juicio político. Pero aun así, Clinton es un presidente herido y esto significa que no podrá obtener de la Cámara de Representantes la vía rápida para negociar los nuevos ingresos al NAFTA, ni probablemente más recursos para rescates financieros”. Una prueba de esta debilidad fue la reunión de los ministros de Economía latinoamericanos en Washington. Su anfitrión no fue el secretario del Tesoro Robert Rubin, sino el maltratado presidente del Fondo Monetario Internacional, Michel Camdessus. Rubin y el presidente del Banco Central estadounidense, Alan Greenspan, prefirieron dedicar su tiempo a presionar por cambios en su política al ministro de finanzas de Japón, la segunda economía del mundo.
El principal diario financiero The Wall Street Journal cruzó el rostro de Camdessus con un editorial feroz, en el que reclamaba su alejamiento y la segunda calificadora de riesgo, Moody’s Investors Service, mostró su fina sensibilidad eligiendo ese mismo día para anunciar que había bajado la nota de Venezuela y Brasil y que estudiaba con cuidado los casos de México, la Argentina y una docena de bancos que tienen en sus carteras títulos de esos y otros países. La primera calificadora, Standard & Poor’s Ratings Group, no modificó sus apreciaciones sobre la Argentina, pero sí sobre Hong Kong, cuyos créditos también descendieron un escalón. Aunque las políticas son diferentes, esta decisión sobre la mayor caja de conversión del mundo (lo que aquí se llama convertibilidad), no es alentadora para la Argentina. La revisión anunciada por Moody''ss alcanza a los títulos del Estado Nacional y a los de la provincia de Buenos Aires, y a los papeles privados de las energéticas YPF, Pérez Companc, Bridas, Camuzzi, Maxus, MetroGas, Pan American Energy y Transportadora de Gas del Sur, las compañías de comunicaciones Telecom, Telefónica, Multicanal, Radiocomunicaciones Móviles, la alimenticia Fargo y las supermercadistas Norte, Coto y Disco.
Junto con su imperturbabilidad, Roque Fernández perdió la aptitud para el razonamiento lógico: llegó a calificar a las calificadoras de “irresponsables”, por tomar decisiones en momentos de anormalidad en los mercados. ¿Cuándo sería más necesario que en un momento de crisis el consejo técnico para orientar a quienes buscan obtener la mayor ganancia o correr el menor riesgo? La confusión en los mercados financieros puede producir efectos tan inesperados como que el Partido Comunista chino llegue eventualmente a ocupar un asiento en la conducción de ABRA. Esta semana, dentro de su política de intervención en el mercado de valores, el gobierno de Beijing se convirtió en el mayor accionista individual del Hong Kong Shangai Bank, uno de los más grandes del mundo, que a su vez controla en la Argentina al banco Roberts. Mientras Fernández rabiaba con estas noticias en Washington, su antecesor resucitaba en Moscú. Domingo Cavallo no disimuló que le molesta ser considerado apenas un experto en cajas de conversión. Sin embargo, esa es una descripción lisonjera para el hombre que dos veces en una década aplicó mecanismos para que los bancos extranjeros pasaran sus cuentas argentinas de tinta roja a negra. No debe ser por casualidad que el telegrama de invitación llegara de Moscú, pero la sugerencia viniera de Frankfurt, donde el ex ministro hizo escala para reunirse con los bancos acreedores antes de revisar las cuentas rusas. Algunas de las cosas más complejas son en realidad bien simples.
Paridad y dolarización
La notable inoportunidad del reclamo del presidente de la Unión Industrial por una modificación en la paridad cambiaria (y la contundente respuesta que obtuvo, primero del secretario de Hacienda Pablo Guidotti, luego del propio Menem) no quiere decir que Claudio Sebastiani haya expresado una idea personal sin sustento ni ramificaciones. Nadie parece estar apostando a una devaluación como política deseable. Pero las empresas más importantes que actúan en el país han puesto a trabajar sobre esa hipótesis a economistas y abogados, por si el momento llega, como dijo Moody’s al anunciar la revisión de los papeles argentinos, por el contagio de otros mercados emergentes, en especial Brasil y Hong Kong. Los hombres de negocios también han promovido encuentros con políticos del gobierno y de la oposición para discutir las condiciones de una posible enmienda a la ley de convertibilidad que no actúe como el gatillo que vuelve a disparar el descontrol económico y social. Incluso se ha manejado una cifra para la paridad: 1,18. Su efecto no sería homogéneo. Si bien afectaría a todos los comprometidos en dólares, sólo aquellos que han intervenido en los procesos de privatizaciones y han colocado Obligaciones Negociables dispondrían de mecanismos para neutralizar las pérdidas. Aunque el artículo 7 de la Ley 23.928 de Convertibilidad proscribió cualquier “actualización monetaria, indexación por precios, variación de costos o repotenciación de deudas, cualquiera fuere su causa”, en noviembre de 1991 el Decreto 2.585 declaró la “conveniencia” de “expresar el valor del pulso telefónico en dólares estadounidenses” y actualizarlo cada semestre por el Indice de Precios al Consumidor de los Estados Unidos, mecanismo que reemplazó al previsto en el Pliego de Bases y Condiciones de la privatización de la ex ENTel. Una investigación académica de la Facultad Latinoamericana de Ciencias Sociales consigna que al año siguiente, la ley 24.076 dolarizó también los precios de los servicios de transporte y distribución del gas natural, que desde 1993 se ajustan por el índice estadounidense de precios mayoristas. Las concesiones de distribución eléctrica otorgadas en septiembre de 1992 fijaron sus valores iniciales en dólares (artículo 42 de la ley 24.065) y un ajuste semestral por el índice de precios de los Estados Unidos (67 por ciento de los mayoristas, 33 por ciento de los minoristas). A partir del Decreto 489/95 también el valor del peaje en los 18 corredores viales nacionales fue dolarizado y su ajuste establecido según el Indice de Precios al Consumidor de Estados Unidos. Esto significa que cualquiera fuera el monto del conjetural ajuste cambiario, los beneficiarios de estas previsiones no lo sufrirían. Por el contrario, lo descargarían en los precios que cobran por sus servicios al resto de los mortales aborígenes, castigados además por las consecuencias de la misma medida sobre el nivel de actividad y el empleo. Peor aún, la ley de Obligaciones Negociables podría funcionar como un seguro de cambio, obligando al Estado a garantizar la paridad. Esa ley 23.962, sancionada el 4 de julio de 1991 y promulgada el 1º de agosto, estableció en su artículo 4º que las Obligaciones Negociables (ON) podrían emitirse en moneda extranjera con cláusulas de reajuste de capital “conforme a pautas objetivas de estabilidad, en tanto sean compatibles con lo prescripto en la ley 23.928 (de Convertibilidad) y otorgar un interés fijo o variable”. Pero “en el supuesto de que el Banco Central limitase, total o parcialmente, el acceso al mercado de cambio, deberá establecer los mecanismos a fin de facilitar el cumplimiento de los servicios de renta y amortización de las ON denominadas y suscritas en moneda extranjera”. Las Obligaciones Negociables aprobadas ascienden a unos 30.000 millones de dólares y las ejecutadas a 20.000 millones. Eso significa que si el reajuste de la paridad fuera el mencionado una nueva estatización de compromisos privados, como la que Cavallo desató en 1982, implicaría una transferencia de ingresos de entre 3.600 y 4.800 millones de dólares, del conjunto de la sociedad al exclusivo club de las empresas privatizadas y los bancos. Por supuesto, sin afectar la seguridad jurídica que tanto preocupa a la opositora Alianza por el Trabajo, la Justicia y la Educación, según su nombre oficial. Esas serían algunas de las primeras bajas de semejante movida.
¿Misión cumplida?
Cuando faltan poco menos de tres meses para las elecciones internas de la Alianza y poco más de seis para las del Justicialismo, la pregunta de Peter Hakim merecería también algún esfuerzo de respuesta por parte de los argentinos. ¿Cuál sería la diferencia si el Poder Ejecutivo fuera ocupado por Eduardo Duhalde o Fernando De la Rúa, por Ramón Ortega o Graciela Fernández Meijide? Creada en función de los comicios legislativos de 1997, la entente entre la UCR y el Frepaso se planteó un objetivo inicial aritmético: sumar los votos de la segunda y la tercera minoría para acabar con el menemismo, que apenas dos años antes había revalidado la presidencia con menos de la mitad de los sufragios válidos emitidos. Ese objetivo se cumplió hace casi once meses, cosa que hasta Carlos Menem ha debido admitir. Lograda esa finalidad, no es seguro que la Alianza haya encontrado una nueva razón de ser. Sin el sostén del adversario, se enreda en rivalidades e intrigas. Acusado por el Frepaso de canalizar fondos públicos a su campaña política, De la Rúa mostró los dientes esta semana y mordió la piedra de Rosario, la intendencia socialista sobre cuyos gastos de publicidad tenía datos tan inflados como inactuales. Es difícil encontrar la justificación de la Alianza en su primer esbozo programático, tan general como farragoso, producto del desacuerdo recubierto con palabras antes que de la coincidencia. Sumado a las distintas culturas partidarias que la forman, esto explica la crisis en la que está sumida. Hasta el reclamo social de ética y transparencia parece satisfacerse con el mero crepúsculo del menemismo, de modo que la Alianza se destiñe al mismo ritmo que su antagonista. A esto ayudan, por cierto, los voluntarios esfuerzos de Duhalde por el reclutamiento de peronistas asociados con tradiciones militantes más antiguas y respetables que las de sus allegados de la última década, y los involuntarios de la Alianza para que las diferencias con el actual gobierno sean menos ostensibles. Y esto comprende tanto al estilo radical de financiamiento partidario (del que son elocuente demostración los procesos seguidos a sus dos últimos candidatos presidenciales y las prácticas usuales en la Universidad de Buenos Aires) como a las definiciones de política económica de la coalición y a sus consecuencias organizativas. Sería difícil argumentar que la Alianza vaya a propiciar, o tan siquiera a tolerar, el compromiso de una ciudadanía de más alta intensidad que la admitida por la democracia no liberal del menemismo. Samuel Huntington expresa mejor que Guillermo O`Donnell lo que puede esperarse de la Alianza.
Luego de la experiencia de la última década, el Justicialismo no necesita convencer al establishment de que sus intereses estarán a salvo, sino a su propia base popular de que le ofrecerá un menú distinto al menemista. Confiada en repetir los resultados de 1997, la Alianza se preocupa por evitar vetos más que por conseguir votos. Este posicionamiento de unos y otros tiene una lógica política, pero redunda en una paradoja. Duhalde quiso colocarse dos centímetros a la izquierda de la Alianza, pero a la luz de las últimas definiciones de cada uno, quedó a dos metros. Esto no le crea mayores problemas a él, porque alcanzó la nominación de Jorge Remes Lenicov como eventual ministro de Economía para calmar cualquier ansiedad de quienes manejan el dinero, pero sí al Frepaso, cuya genética peronista se identifica mucho más con el nuevo discurso duhaldista que con las boutades de los economistas de la Alianza. En un reciente seminario sobre servicios públicos, José Luis Machinea dijo que no se modificarían los marcos regulatorios por respeto a la seguridad jurídica y Pablo Gerchunoff pronunció una audaz apología de las privatizaciones del menemismo, por el incremento de productividad que habrían producido pero también desde el punto de vista fiscal, dado que la concentración favorecería el control y la recaudación. Esta implícita alabanza a los monopolios y los mercados cautivos podría dar pie a reflexiones sobre la afinidad entre stalinismo y neoliberalismo periférico, pero difícilmente pase por progresista. Aun así la deriva emprendida por la Alianza sólo es parcialmente creída por sus destinatarios. ¿Por qué habrían de conformarse con Machinea, si están disponibles Ricardo López Murphy y Juan Llach? Con la simple táctica de fustigar al radicalismo desde la retórica tradicional peronista y por su incapacidad de gestión, Duhalde tiende puentes que atormentan al Frepaso.
Aparato y realismo mágico
Para los estudios electorales sobre el 29 de noviembre las chances de Fernández Meijide crecerían si un alto número de no encuadrados se acercara a las urnas. En este punto es donde la política de tranquilizar al poder económico estrangula el cordón umbilical del Frepaso con las bases populares de las que surgió. La reticencia del Frente a cerrar cualquier acuerdo con el sindicalismo combativo en el plano nacional y con la Multisectorial de Organizaciones Sociales en la Ciudad de Buenos Aires, tiende a aislar a su candidata. Un entendimiento similar, propuesto por el MTA, fue rechazado en 1997 y no impidió la victoria de la Alianza en Buenos Aires, y esto alienta la reticencia del Frepaso a adquirir compromisos que no honraría si accediera al gobierno. La diferencia es que aquélla era una elección abierta en la que el encanto de la candidata se ejerció sin restricciones. Ahora en cambio la aguarda el aparato radical. Si debido a esta deliberada renuncia a la movilización popular el Frepaso perdiera la elección interna, es improbable que se produjeran deserciones de dirigentes significativos. Pero tal vez no pueda decirse lo mismo de su electorado. Basta con que una parte de él reciba la candidatura de De la Rúa como una tragedia para que la suma se convierta en una resta. ¿Qué ocurriría en la UCR con el resultado opuesto? Si para decidir la compulsa bastara el ostensible carisma de la personalidad más novedosa de la política argentina (que resistió las presiones de su propio partido para declinar su candidatura, con la misma seguridad con que Menem lo hizo en 1988), Fernández Meijide no provocaría resistencias en el votante radical. Hasta sería capaz de inyectarle el entusiasmo hace tanto tiempo perdido. Pero nadie podría jurar lo mismo respecto del aparato partidario. Hace varios meses, Rosendo Fraga arriesgó la hipótesis de una eventual ruptura de los cordobeses de Ramón Mestre, no para sumarse a otra alternativa, sino envueltos en la bandera balbinista: salvar al partido centenario de ser fagocitado por alguna suerte de neoperonismo.
Esta enunciación de las neblinas que rodean a la Alianza no significa que el sol brille sobre el lado justicialista. Con la amenaza del plebiscito, Duhalde logró sacar de pista definitivamente a Menem, pero más allá de las rencillas entre ambos, el gobernador de Buenos Aires sigue siendo el otro gran derrotado de octubre de 1997. Frente a De la Rúa o Fernández Meijide no le sería demasiado difícil capitalizar la furibunda peronización de su discurso. Pero no contra Ramón Ortega, el escollo que debe sortear antes. Palito, como Graciela, son recién llegados a la política y tampoco en el Justicialismo está claro cuál será el desenlace de una elección entre la estructura y el realismo mágico. El único lugardel país donde Ortega arranca en desventaja es Tucumán, donde no sólo lo han oído cantar.

 

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