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Clinton debe renunciar


Por Claudio Uriarte


t.gif (67 bytes)  Bill Clinton, presidente de Estados Unidos, debe renunciar a su cargo. Es incierto si lo hará. Es indudable que ya debió haberlo hecho. El 17 de agosto pasado, para ser precisos, al admitir por TV que había mentido a su familia, a sus más cercanos colaboradores y a la nación en general. Porque la confesión de haber mentido, sin renunciar trascartón, no sólo rompe un pacto de confianza fundamental entre gobernantes y gobernados --más allá de lo que éstos pudieran sospechar privadamente--, sino que sobre todo instala un precedente lamentable que devalúa --por contagio y por carácter transitivo-- la totalidad de la institución de la presidencia norteamericana.

Esto ha empeorado en las últimas tres semanas. En los últimos tiempos ha tomado estado público el dato de que el jefe del país más poderoso de la Tierra contrató en febrero a un detective privado de tácticas sucias para que husmeara en la vida privada y los negocios de sus adversarios políticos, jurídicos y personales, reales y potenciales, así podía amenazarlos en caso de que se le fueran encima. Eso, en Estados Unidos y en la China, se llama chantaje. Bill Clinton reduce la Oficina Oval a una versión glorificada de su despacho de gobernador de Arkansas porque nunca salió imaginariamente de su despacho de gobernador de Arkansas.

Primero: nunca debió haber mentido, como se lo aconsejaron sus partidarios más desinteresados, entre ellos el célebre abogado penalista Alan Deshowitz en un reportaje de Página/12 cuando comenzó el escándalo Lewinsky. Debió haber admitido los hechos enseguida, porque era la forma más rápida de cortar costos políticos. Pero cuando mintió y debió admitirlo, la renuncia era el paso inevitable. La foto en que Hillary, Chelsea, Clinton y el perro se van de vacaciones a Martha's Vineyard después de la confesión irradió a todo el mundo una imagen de debilidad y de enanización impresionante. Clinton siempre actuó del mismo modo mediocre, moviéndose sólo en reacción a la nueva escalada del fiscal Kenneth Starr en vez de anticiparse a los acontecimientos.

Ahora los demócratas abandonan a Clinton, y su propio vice Al Gore está bajo fuego por su rol en la financiación ilegal de la campaña. Mientras tanto, el mundo se ha vuelto un lugar demasiado peligroso para una presidencia sin centro: un mundo donde cae Rusia, Asia está aniquilada y la guerra puede ser inminente entre Irán y Afganistán y entre India y Pakistán. Clinton debe irse ya.

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