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Temores gemelos


Por James Neilson


t.gif (67 bytes)  Aterrorizada por el crimen que se ha convertido en la gran pesadilla de quienes viven en la Capital Federal y sus alrededores y asustada por una tormenta financiera incomprensible que amenaza con adquirir dimensiones galácticas, la clase media, acompañada por sus dirigentes, está deslizándose una vez más hacia la derecha, movimiento que bien podría costarle a la Alianza el hasta hace poco previsible triunfo en las elecciones del '99. En tiempos de "crisis", lo que la gente añora es seguridad, lo cual suele traducirse en más policías bien armados en la calle haciendo espirales y leyes más severas por un lado y, por el otro, medidas económicas igualmente firmes que, se espera, servirán para enviar mensajes tranquilizadores al mercado. Aunque políticas de este tipo no son forzosamente incompatibles con un gobierno progresista, convencer a los electores de ello no es fácil. Mientras la "normalidad" pareció estar a la vuelta de la esquina, la Alianza pudo aprovechar la imagen benigna de sus líderes, pero desde que las cosas se pusieron más feas la gente está interesándose por cualidades menos simpáticas. Ante todo, quiere dureza.

Si no fuera por aquel "renunciamiento" conmovedor que de golpe transformó el panorama, el más beneficiado por el cambio de clima que se ha producido en las semanas últimas sería el presidente Carlos Menem: sus hombres no han vacilado en atribuir la ola delictiva que, según parece, ha inundado la Capital a la sensiblería aliancista y nadie cuestionaría su capacidad para tomar medidas económicas tan duras que hasta el banquero más pétreo chillaría de felicidad. Pero Menem sigue fuera de carrera y Palito es un peso pluma, de modo que le tocará a Eduardo Duhalde adecuarse a la nueva coyuntura preelectoral: no sorprendería que muy pronto el gobernador se trasmutara de revolucionario en restaurador de las leyes tanto policiales como mercantiles.

De más está decir que los más perjudicados por esta "crisis", como ya lo fueron por la mayoría de las anteriores, serán los que menos tienen. Cuando cuidar la macroeconomía es prioritario, los programas asistenciales y otros que no brindan frutos en seguida suelen ser los primeros en ser archivados. Asimismo, la solidaridad que la clase media siente por los excluidos propende a diluirse en épocas en las que todo pobre mal vestido es considerado un asaltante en potencia, factor este que tranquilizará la conciencia de los preocupados por la división de la Argentina en dos países, uno relativamente próspero que lucha por mantenerse a flote y otro, el mayor, sumergido en lo que se llamaba el Tercer Mundo.

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