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La iglesia protestante pidió la renuncia del presidente Clinton

La Iglesia Baptista, la confesión protestante más numerosa de Estados Unidos, le pidió ayer a Clinton que renuncie. Los republicanos quieren poderes para acelerar el caso Lewinsky.

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Los demócratas no quieren fotografiarse con Clinton

 

t.gif (67 bytes)  No pasa un día sin que una voz importante en Estados Unidos se eleve para condenar la libido incontrolable y la propensión a la mentira de Bill Clinton. O, por lo menos, lo que ellos consideran así. Ayer lunes se supo que Paige Patterson, líder de la Iglesia Baptista del Sur, la más numerosa del país, le ha pedido a Clinton que renuncie antes de que se convierta en "un instrumento de corrupción de los jóvenes". Es una bofetada amarguísima para un Clinton que hace alarde de su religiosidad, y precisamente en el seno de la Iglesia Baptista, a cuyo culto el presidente concurre vistosamente todos los domingos. Para los demócratas, Clinton se convirtió en un "apestado" junto al cual no quieren fotografiarse, mientras que sus opositores republicanos declararon hoy que quieren obtener poderes especiales para acelerar la investigación que llevaría al juicio político. Lo grave para Clinton es que los golpes más duros no se los están dando sus rivales políticos republicanos, sino los que eran sus amigos, aliados y correligionarios hasta su patética e incompleta confesión televisada por el "caso Lewinsky". Muchos demócratas se están desmarcando de un hombre cuya permanencia en la Casa Blanca puede traducirse en el descalabro del partido en las elecciones legislativas de noviembre e incluso en las presidenciales del año 2000. Y ahora acaba de hablar la voz suprema de los baptistas. Clinton, según Patterson, debería dimitir "en aras de la salud del país" y para concentrarse en la tarea de "pedir perdón por sus transgresiones personales".

El líder de la Iglesia Baptista del Sur, la más numerosa de Estados Unidos y que cuenta entre sus millones de miembros a Clinton y Al Gore, lamenta que muchos norteamericanos sigan apoyando al presidente tan sólo por el hecho de que su estancia en la Casa Blanca coincida con un buen momento económico. Eso le parece un "materialismo peligroso". Todavía está por verse si esta catarata de condenas terminará minando la buena nota que la política de Clinton sigue recibiendo de la mayoría de sus compatriotas. Los demócratas, en cualquier caso, ya han percibido un nuevo fenómeno: los norteamericanos pueden darle su aprobación a Clinton como gestor, pero no lo quieren invitar a cenar a su casa. Esa contradicción entre la aceptación del político Clinton y el rechazo de la persona Clinton es muy peligrosa para los intereses electorales del Partido Demócrata.

Estados Unidos celebró ayer lunes el Día del Trabajo, que marca el comienzo de la campaña electoral de otoño. El 3 de noviembre los norteamericanos renovarán la totalidad de la Cámara de Representantes y un tercio del Senado, y elegirán a numerosos gobernadores y alcaldes. Según las encuestas, que reflejan el hastío ciudadano con la política y los políticos, la participación será muy baja. Entre todos los votantes, sólo un grupo tiene un feroz entusiasmo por acudir a las urnas: los conservadores indignados con Clinton. Y esto puede traducirse en una gran victoria republicana.

Clinton se ha convertido en un "apestado". Pocos demócratas quieren sacarse fotos a su lado. Ken Lucas, un demócrata de Kentucky que compite por un escaño en la Cámara de Representantes, declaró ayer lunes: "No quiero su presencia (la del presidente) en ninguno de mis mitines". El día anterior, Parris Glendening, gobernador demócrata de Maryland, canceló a bombo y platillo la presencia de Clinton en sus actos electorales. El viernes, tres prominentes senadores demócratas, Joseph Lieberman, Bob Kerrey y Patrick Moynihan, tildaron el comportamiento de Clinton de "inmoral", "dañino" y merecedor del "rechazo público".

Mientras los demócratas se despiden del objetivo de recuperar la mayoría en la Cámara de Representantes, lo peor para Clinton está aún por venir. El presidente de la Cámara, el republicano Newt Gingrich, y el líder demócrata en la misma, Richard Gephardt, se reúnen hoy para estudiar cómo van a tratar el informe caliente sobre el "caso Lewinsky" que les presentará en breve el fiscal Kenneth Starr. Gingrich declaró que quiere un acuerdo bipartidario, que arranque al Congreso una condena bipartidaria para Clinton y disminuya las sospechas de que el deseo de un juicio político es una conjura de la derecha norteamericana.

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