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El líder de la Iglesia Baptista del Sur, la más numerosa de Estados Unidos y que cuenta entre sus millones de miembros a Clinton y Al Gore, lamenta que muchos norteamericanos sigan apoyando al presidente tan sólo por el hecho de que su estancia en la Casa Blanca coincida con un buen momento económico. Eso le parece un "materialismo peligroso". Todavía está por verse si esta catarata de condenas terminará minando la buena nota que la política de Clinton sigue recibiendo de la mayoría de sus compatriotas. Los demócratas, en cualquier caso, ya han percibido un nuevo fenómeno: los norteamericanos pueden darle su aprobación a Clinton como gestor, pero no lo quieren invitar a cenar a su casa. Esa contradicción entre la aceptación del político Clinton y el rechazo de la persona Clinton es muy peligrosa para los intereses electorales del Partido Demócrata. Estados Unidos celebró ayer lunes el Día del Trabajo, que marca el comienzo de la campaña electoral de otoño. El 3 de noviembre los norteamericanos renovarán la totalidad de la Cámara de Representantes y un tercio del Senado, y elegirán a numerosos gobernadores y alcaldes. Según las encuestas, que reflejan el hastío ciudadano con la política y los políticos, la participación será muy baja. Entre todos los votantes, sólo un grupo tiene un feroz entusiasmo por acudir a las urnas: los conservadores indignados con Clinton. Y esto puede traducirse en una gran victoria republicana. Clinton se ha convertido en un "apestado". Pocos demócratas quieren sacarse fotos a su lado. Ken Lucas, un demócrata de Kentucky que compite por un escaño en la Cámara de Representantes, declaró ayer lunes: "No quiero su presencia (la del presidente) en ninguno de mis mitines". El día anterior, Parris Glendening, gobernador demócrata de Maryland, canceló a bombo y platillo la presencia de Clinton en sus actos electorales. El viernes, tres prominentes senadores demócratas, Joseph Lieberman, Bob Kerrey y Patrick Moynihan, tildaron el comportamiento de Clinton de "inmoral", "dañino" y merecedor del "rechazo público". Mientras los demócratas se despiden del objetivo de recuperar la
mayoría en la Cámara de Representantes, lo peor para Clinton está aún por venir. El
presidente de la Cámara, el republicano Newt Gingrich, y el líder demócrata en la
misma, Richard Gephardt, se reúnen hoy para estudiar cómo van a tratar el informe
caliente sobre el "caso Lewinsky" que les presentará en breve el fiscal Kenneth
Starr. Gingrich declaró que quiere un acuerdo bipartidario, que arranque al Congreso una
condena bipartidaria para Clinton y disminuya las sospechas de que el deseo de un juicio
político es una conjura de la derecha norteamericana. |