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HACE HOY VEINTE AÑOS, MORIA EL REALIZADOR LEOPOLDO TORRE NILSSON

Un cine sin complejo de inferioridad

Fue un director a caballo entre sus pulsiones artísticas y la necesidad de rodar films comercialmente redituables. A la distancia, puede vérselo como el pionero del cine argentino de autor, y por ende víctima preferencial de censuras de todo tipo

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"Babsy"alternaba films intelectuales con films para el gran público

Por Luciano Monteagudo

t.gif (67 bytes)  Desde los tiempos del tristemente célebre Apold, que controlaba todos los órganos de difusión del primer peronismo, hasta su muerte en pleno apogeo de la dictadura militar, Leopoldo Torre Nilsson --de cuya muerte se cumplen hoy veinte años-- vivió toda su etapa de escritor y cineasta bajo el signo de la censura, que en la Argentina pareció siempre una maldición eterna. Corría el año 1947 cuando "Babsy" filmó su primer corto, una experiencia de influencia expresionista llamada El muro, un título que sería profético. Contra este muro intangible pero muchas veces monolítico de la censura y la burocracia (otra de las formas de desaliento institucional a la creación) se estrellaron una y otra vez las películas y los proyectos de Torre Nilsson, un realizador clave en la historia del cine argentino. "Nadie como él paseó al cine nacional en las convocatorias mundiales ni llevó una voz argentina sin complejos de inferioridad", escribió Jorge Miguel Couselo, uno de los críticos que siguieron más de cerca su obra. "Nadie como él luchó en el país contra la censura en tiempos de amenaza y represión. Fue el director paradigmático de su generación, audaz en la elaboración del lenguaje y atrevido en una temática siempre cuestionadora."

Hijo del legendario realizador Leopoldo Torres Ríos, Torre Nilsson tuvo una formación insólita para las rígidas estructuras del cine argentino de los 40. De día aprendía junto a su padre (fue su asistente en unas 17 películas, entre ellas Pelota de trapo y Pantalones cortos), y de noche en la oscuridad de los incipientes cine-clubes de entonces, donde supo valorar la obra de Fiedrich Murnau, Orson Welles y William Wyler, que fueron de una gran influencia formal en su propio cine. La posibilidad de dirigir llegó también de la mano de su padre: en 1949 decidieron filmar juntos un relato recién publicado de Bioy Casares, "El perjurio de la nieve". De allí saldría una película a cuatro manos, El crimen de Oribe, que vista hoy parece responder más a las ambiciones artísticas del hijo que a la sensibilidad popular del padre. La ecuación se revertiría, sin embargo, en El hijo del crack (1952), la segunda que filmaron en colaboración, producida y protagonizada por Armando Bó. Esa oscilación entre el cine entendido como medio de expresión personal y como vehículo de comunicación con el gran público sería también una constante de Torre Nilsson, que alguna vez resumió esa dicotomía en una frase de su libro Entre sajones y el arrabal, que definía también su genealogía: "Demasiadas lecturas para ser wing izquierdo. Demasiado potrero para ser buen lector".

La vinculación con Beatriz Guido, en 1951, fue determinante en el desarrollo posterior del cine de Torre Nilsson, estableciéndose una relación simbiótica entre sus respectivas obras. "Así como me siento presente en la obra literaria de Beatriz, siento que ella está presente en mi obra cinematográfica", afirmó. "Al director de cine --confesó a su vez Guido-- le reconozco la necesidad de ser terriblemente despiadado en la mutilación y reinvención del original literario derivado al nuevo idioma de la imagen que es el del cine". Con esa actitud, la escritora participó en una veintena de películas, desde La casa del ángel (1957) hasta Piedra libre (1976), films que enmarcan sus respectivas obras y ejemplifican el estilo Torre Nilsson-Guido, caracterizado por un mundo claustrofóbico, capaz de reflejar los tabúes de ostentación, disimulo y represión sexual de los sectores más esclerosados de la sociedad argentina.

Así como La casa del ángel, El secuestrador (1958), Fin de fiesta (1959) y La mano en la trampa (1960) fueron saludadas en el país y en el exterior como muestras de lo mejor de su obra --que llegaba a los festivales de Berlín, Cannes y Venecia como nunca antes lo había logrado el cine argentino-- las nuevas generaciones de críticos y cineastas se ensañaron, no sin razón, con sus frescos históricos, protagonizados por Alfredo Alcón: Martín Fierro (1968), El santo de la espada (1969) y Güemes, la tierra en armas (1971). El Grupo Cine Liberación juzgó duramente, en el primer número de la revista Cine del Tercer Mundo, la versión de Martín Fierro, que consideraban representante del cine de la llamada Revolución Argentina de Onganía. Dice el texto (probablemente redactado por Fernando Solanas): "Martín Fierro no es para Nilsson ni para sus fervorosos aduladores el conflicto todavía vigente del pueblo argentino contra la oligarquía, sino la imagen anquilosada de una rebelión que si ayer tuvo sus razones de ser, encuentra hoy su única opción en lo que se ha dado en llamar en numerosos frentes 'reencuentro nacional'. La no-actualización de ese conflicto por parte de Nilsson, la castración del pensamiento de Hernández, que si hoy viviera sería un perseguido más entre tantos perseguidos, es lo que ha permitido que el Sistema reconociera ese film como cosa propia...". Años más tarde, Solanas admitiría que el film de Nilsson había sido tratado "de una manera un poco sectaria", pero el juicio de entonces viene a ser hoy el reflejo de las antinomias que se agitaban en la vida cultural de fines de los 60 y comienzos de los 70.

Obras posteriores como Los siete locos (1972), sobre Roberto Arlt, y Boquitas pintadas (1974), en colaboración con Manuel Puig, reivindicaron a Torre Nilsson, en quien muchos jóvenes directores, desde David Kohon a Bebe Kamin, pasando por supuesto por Leonardo Favio (que siempre lo consideró su mentor), encontraron una figura patriarcal dispuesta a pelear por ellos, un intelectual convencido de que "el cine argentino no es una responsabilidad de unos pocos hombres que lo hacemos, sino una responsabilidad del país todo".

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