"Deben producir y difundir cultura"
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Por Fabián Lebenglik La doctora Carmen Prats es directora de Patrimonio del Instituto de Cultura de Barcelona y estuvo en Buenos Aires, Rosario y La Plata, auspiciada por la Secretaría de Cultura de la Nación, para dictar una serie de cursos en relación con la gestión de museos ante el siglo XXI. El que sigue es parte del diálogo que mantuvo con Página/12.
--¿Cuáles deben ser hoy las funciones de un museo? --El museo debe ser un servicio público de alta calidad; debe dedicarse a la producción cultural, ser un foro de debate, discusión y difusión del pensamiento científico y artístico, como lo eran las asambleas públicas de las antiguas ciudades griegas. En todo caso el museo debe retomar ese rol. En este sentido debe haber una gestión de información, de modo que de los museos pueda emanar información. Porque en las universidades, laboratorios de investigación, centros de avanzada, escuelas especializadas, etc., toda esa producción de saber suele no ser abierta. Los museos deben vehiculizar y dar salida a ese caudal de conocimientos, utilizando todas las herramientas que tengan a su alcance. --¿Esto debería regir también para los museos con gran patrimonio? --Hay museos con patrimonio y los hay con muy poco. Los museos con mucho patrimonio deben basar esa producción cultural precisamente en su riqueza patrimonial. El patrimonio debe ponerse en valor nuevamente y poder redescubrirse de manera permanente. Muchas veces las propias colecciones resultan ser lo menos explotado y exhibido. Pero también hay que preguntarse ¿qué es el patrimonio hoy? Los museos deben incrementar sus colecciones y es necesario exhibir esas colecciones junto con un relato que las acompañe, una suerte de "argumento". En este sentido digo que los museos deben explotar sus respectivos patrimonios.
--¿Cómo se sostienen los museos en Barcelona? --En Barcelona tenemos museos públicos que dependen del ayuntamiento, otros sostenidos también por la Comunidad Autónoma (Generalitat) y también los hay de gestión mixta, estatal y privada. Se trata de Consorcios ligados a un patronato, que incluye a quienes los financian y compran arte o proveen (o ayudan a proveer) de fondos. El Instituto de Cultura del Ayuntamiento de Barcelona tiene injerencia total o parcial sobre muchos museos, como el Museo Picasso, el de Historia de la Ciudad, el Etnológico, el de Zoología, el Jardín Botánico, el Monasterio de Pedralbes (allí está Tyssen, por ejemplo), el Museo Nacional de Arte de Catalunya, la Fundación Miró, el Museo de Arte Contemporáneo, la Fundación Tápies, el Museo de Artes Decorativas, el de Cerámica, el de Indumentaria, entre otros. El Instituto de Cultura tiene autonomía económica provista en parte por el Estado y en parte la generamos nosotros.
--¿Cómo generan fondos propios? --Nosotros sostenemos el principio de la no gratuidad, en el siguiente sentido: se cobra una entrada que sirve para que el servicio se brinde correctamente. Hay una cantidad de días estipulados en los que no se cobra entrada, además de las visitas de colegios, especialistas, jubilados, etc. Además para generar recursos alquilamos espacios --sobre los que ejercemos un control de calidad--, realizamos actividades fuera de hora, y las tiendas y cafeterías de los museos son un servicio más, también controlados de cerca en cuanto a la calidad de lo que brindan. En Buenos Aires noté que las pocas tiendas de museos o centros culturales venden objetos relacionados con otros museos del mundo, pero no he visto producción propia. --¿De qué manera resuelven en Barcelona el debate entre arte y espectáculo y la exigencia de aumentar la cantidad de público sin bajar la calidad ni banalizar las exposiciones? --Bueno, hay museos de todo tipo. Los tradicionales tienen un público estabilizado, que repite periódicamente sus visitas, producto de un acuerdo entre oferta y demanda cultural. A su vez todo museo tiene un rol educativo muy importante, al que se suma el aspecto cultural, del ocio, que debe influir en la demanda. Nos preocupa la calidad del visitante y la creación de nuevos públicos, especialmente los jóvenes. Para nosotros es fundamental la participación y la interacción del público. Es importante también diseñar cómo se ve un museo, la imagen que da, la amplitud de horarios, para que los distintos sectores laborales, sociales, generacionales puedan visitarlo. Desde luego las exposiciones no deben ser banales y deben tener un determinado criterio, buenos materiales de difusión y catálogos y un buen guión. En el caso de uno de nuestros museos más visitados, el Picasso, se autofinancia porque tiene cerca de 900.000 visitantes al año, de los cuales 175.000 son de la ciudad de Barcelona. Y en cuanto a las muestras no tradicionales, por ejemplo, en 1993 organicé en el Museo Nacional de Ciencias Naturales de Madrid una muestra sobre los olores. Incluyendo desde los olores más simples hasta los más, digamos, conceptuales, como el olor a escuela. Buenos y malos olores, de fragancias artificiales y de plantas. Todo esto combinado con una colección muy especial de frascos raros o únicos. Hicimos debates, mesas redondas, del tipo "El hombre nariz"... contamos con buena documentación y conseguimos 50.000 visitantes en un mes. Creo que es buena la heterogeneidad de los museos, así como es importante la alternancia temática y metodológica de las exhibiciones.
Por F.L. Jane Brodie es una joven artista norteamericana que vive en Buenos Aires. Desde hace cuatro años forma parte de la Beca Kuitca que a partir de 1997 funciona en el Centro Cultural Borges. En setiembre/octubre de 1995 realizó su primera exposición individual, en la galería del Centro Cultural Rojas, donde presentó una serie de objetos extraños, construidos con cinta de máquina de escribir eléctrica, tejidos de alambre y resortes: se trataba de una obra alrededor de las transformaciones de la escritura y la materialidad de la letra, en la que la artista daba cuerpo (un cuerpo informe, caótico y complejo) a algunos de los aspectos de la teoría literaria. En su nueva exhibición, en la sala de la Alianza Francesa, Brodie vuelve a convertir en central una serie de materiales accesorios. Alambres, pegamento siliconado, hilos de nylon. Elementos de uso, vulgares, generalmente invisibles, pasan a ser componentes delicados con los que la artista dibuja en el espacio. En algunos casos la iluminación apunta a proyectar sombras y en otros -como en las obras de alambre-- la ausencia de sombra da como resultado una mayor cualidad dibujística. Varios trabajos deben ser descubiertos por el espectador: exigen un modo de mirar distinto, más atento y desprejuiciado, porque apuntan a las condiciones de visibilidad de la obra de arte. Brodie avanza sobre la lógica de cada material y la sigue hasta el límite: hay una suerte de caos controlado en las acumulaciones, nudos, tensiones, vueltas, perforaciones y extensiones que toman forma en el espacio. Si se redujera toda la muestra a su estricta materialidad, no ocuparía más que un pequeño bolso. Jane Brodie, en un gesto de romanticismo histórico y de economía técnica, poetiza los elementos de uso, para generar redes de sentido a partir, casi, de la nada. (Alianza Francesa, Córdoba 946, hasta el 24 de setiembre.)
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