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En la selva de yungas de Salta y Jujuy, donde las retroexcavadoras abren un surco que, según los ecologistas, pone en serio riesgo el equilibrio ambiental de la zona, la comunidad kolla --que durante todo el año se resistió al avance del gasoducto Nor Andino-- convive ahora con la resignación. Luego de la resolución de la Cámara de Apelaciones que dispuso que se continúe con el trazado previsto para los setenta kilómetros de gasoducto, y sin más recursos legales para frenarlo, los kollas aceptaron la propuesta que desde el comienzo les había hecho la empresa Techint, que contempla una compensación económica, la construcción de un centro de salud y una escuela y, puestos de trabajo para la comunidad. "El acuerdo había sido ofrecido por las empresas a las comunidades kollas antes de que se empezara a construir el gasoducto. La posición de las comunidades fue no aceptarlo y siempre se pidió que se desvíe el trazado. Ante la imposibilidad de frenar los acontecimientos, la gente no tuvo más alternativa que aceptarlo", le dijo ayer a Página/12 uno de los responsables de Greenpeace, Emiliano Ezcurra. El acuerdo sellado entre la comunidad kolla Tinkunaku incluye "compensaciones por las molestias que inevitablemente ocasiona en forma temporaria cualquier obra", informó el director general de Techint, Daniel Sanmartino. Paralelamente, un equipo de ingenieros llevará adelante un plan de mejoramiento y control ambiental supervisado por la Fundación Vida Silvestre. En el compromiso de Techint se incluyen la conservación de ecosistema de las yungas y de la conectividad biológica entre los parques nacionales Barití y Calilegua. "En la etapa de diseño del gasoducto se ha trasladado la ubicación de una planta de compresión prevista para el año 2003 a una cota aproximadamente 200 metros más alta que el posicionamiento original, de modo de no perturbar el hábitat de la comunidad", informa en un comunicado Sanmartino. Los constructores del Nor Andino también se comprometieron a vigilar el acceso a la zona de obra, colocando garitas de control, para evitar la acción de cazadores o leñadores furtivos, el robo de ganado y el riesgo de los pobladores y sus familias. En ese tren es que decidieron restituir el camino de acceso a la obra para su mantenimiento sin modificar su trazado o su ancho por cuestiones ambientales. Una vez finalizado, el gasoducto estará cerrado al público y para realizar las obras de mantenimiento se utilizará esa vía. Esas obras en pos de una respuesta a los planteos de Greenpeace demandarán una inversión adicional al proyecto de 2 millones de dólares. Además, Techint promete construir una escuela, un puesto sanitario y otorgar trabajo a miembros de la comunidad kolla, aunque no se aclaró la cantidad. La inversión de la obra es de 490 millones de dólares. La operadora del transporte de gas hacia la localidad chilena de Tocopilla será la belga Tractebel, en sociedad con la estadounidense Southern Energy. La pelea de los habitantes de la zona de yungas fue encabezada por la kolla Serafina Cruz, que compró una acción del consorcio Nor Andino, y llegó a la reunión de accionistas, en Bélgica, para explicar el daño que su gente estaba padeciendo. Claro que aquella protesta quedó en anécdota. La justicia de primera instancia interrumpió durante dos meses el trabajo en la selva de los yaguaretés. Pero la resolución de la Cámara de Apelaciones en lo Contencioso-Administrativo dio marcha atrás en la medida cautelar que había sido dictada por la jueza Susana Córdoba. El ecosistema conformado por la yunga es una extensión dos millones y medio de hectáreas. Allí viven 300 familias que han construido su historia en torno de la yunga. Mientras los miembros de la comunidad kolla se resignan al avance del gasoducto que los atravesará para siempre, un equipo de Greenpeace se dedica a registrar los trabajos que realiza Techint en la zona para mostrar luego el desastre anunciado.
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