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Por James Meek desde Moscú Todo parecía indicar que el presidente ruso Boris Yeltsin, a pesar de seguir enfermo y recluido, se estaba preparando para desafiar nuevamente al Parlamento y a la opinión pública al proponer al desacreditado Viktor Chernomyrdin como primer ministro por tercera y última vez. A pesar de que el rublo recuperó algo de su valor, Moscú seguía a la expectativa, como Roma antes de la elección de un nuevo papa, ya que no llegaban señales de una nueva propuesta para primer ministro desde la casa de fin semana de Yeltsin en las afueras de la ciudad. Chernomyrdin, antiguo señor feudal de Gazprom y vinculado con la oligarquía que se enriqueció con las privatizaciones, ya fracasó dos veces en obtener la aprobación de la Duma. Un tercer intento conduciría inmediatamente a una confrontación política de consecuencias impredecibles. Se especulaba ayer que la indecisión de Yeltsin en volver a presentar a Chernomyrdin quería decir que había esperanzas de que presentara algún otro candidato. Hubo brotes de entusiasmo cuando parecía que a los candidatos preferidos de la mayoría de centroizquierda del Parlamento --el actual ministro de Relaciones Exteriores, Yevgeny Primakov, el alcalde de Moscú, Yuri Luzhkov y el último jefe de la planificación estatal de la Unión Soviética, Yuri Maslyukov-- se les había armado audiencias con el presidente. Solamente Primakov se reunió con Yeltsin. Pero los tres se reunieron con Chernomyrdin, lo que sugiere que, auxiliado por el principal asistente del presidente, Valentin Yumashev, Chernomyrdin está tratando de establecer un pacto con sus potenciales reemplazantes. La agencia de noticias Interfax dijo que Luzhkov afirmó a la salida de la reunión que él creía que el presidente volvería a designar a Chernomyrdin. El panorama se ensombreció aún más ayer con la llegada a Moscú del popular gobernador de Krasnoyarsk, el general Alexander Lebed. El ex paracaidista, neogaullista declarado, que gusta expresarse con aforismos, dijo que no volvería a cumplir nunca más ninguna función bajo Yeltsin. Le pidió al presidente que renunciara, diciendo que él asumiría la responsabilidad de salvar a Rusia si la situación se deterioraba. Hubo rumores de que el influyente financista Boris Berezovsky, responsable de promocionar la causa de Chernomyrdin todo el verano, podría volcar su apoyo al general Lebed. Sin embargo, es igualmente probable que tanto él como los aliados de Chernomyrdin estén utilizando el fantasma del general Lebed para asustar a la Duma y al resto del establishment y de esa manera apoyar a Chernomyrdin. Los comunistas, que son el único gran partido en el Parlamento, mostraron anoche su estado de agotamiento al declarar en un "llamado al pueblo ruso" que estaban listos para formar gobierno. El llamado --una repetición de su programa de elecciones de 1996, prometiendo empleos para todos, préstamos baratos para empresarios, viviendas al alcance de todos y nacionalismo y proteccionismo limitado-- sonaba extraño, después de que su líder, Gennady Ziuganov, hubiera dicho el mismo día que no quería encabezar un gobierno. "No hay tiempo para aprender sobre la marcha", dijo. "Necesitamos de alguien que entienda el mercado." Ziuganov, un moderado en temas de economía, tuvo dificultades en unir a las alas extremas de su propio partido, una más liberal y otra que quiere ya un revival de los buenos viejos tiempos soviéticos. La Duma es famosa por sus cambios de último momento, pero esta vez hay una fuerte mayoría de centroizquierda públicamente decidida a votar otra vez contra Chernomyrdin. Normalmente esto significaría la disolución automática del Parlamento dentro de los tres meses siguientes. Pero ambos lados están haciendo alarde de su capacidad de encontrar pretextos rebuscados. El Kremlin dice que un cambio en la ley electoral significa que ninguno de los partidos más importantes, actualmente sentados en la Duma, incluyendo a los comunistas, puede legalmente participar de las elecciones hasta la próxima primavera. El frente anti Chernomyrdin en el Parlamento advierte que, si Yeltsin lo designa una vez más, ellos pedirán inmediatamente un voto para comenzar el juicio político contra el presidente, basándose en que su decisión de 1994 de iniciar acciones militares contra Chechenia fue ilegal. Una vez comenzados los procedimientos para la destitución, el Parlamento no puede ser disuelto. Tal como Moscú esperaba ayer, los comentaristas políticos luchaban por leer la magia de los encuentros enigmáticos a puertas cerradas y de conjeturar sobre los significados de las penurias más banales de la vida en crisis. "Ayer, la cafetería de la Duma se quedó sin café," decía un reportero ruso emitiendo televisión en vivo desde afuera del edificio del Parlamento. "Hoy, se quedaron sin salchichas." Traducción: Celita Doyambéhère
EL SEXGATE ENVENENA LA CAMPAÑA DEMOCRATA Con las 36 cajas de informes que el fiscal independiente Kenneth Starr remitió ayer al Congreso sobre el caso Monica Lewinsky, el Partido Demócrata despertó para siempre del sueño de recuperar la mayoría en las elecciones legislativas de noviembre. Ahora parecen prepararse para un descalabro semejante al de 1994 --la llamada "revolución conservadora" que lideró Newt Gingrich-- y una consolidación de la actual mayoría republicana en la Cámara y el Senado. Starr le había negado permiso de consultar previamente el informe a Bill Clinton, quien ayer dijo en la Casa Blanca a sus correligionarios que estaba "muy apenado" por el escándalo sexual y el "daño" causado al Partido Demócrata, y pidió nuevamente por tevé perdón al pueblo norteamericano. Los periódicos y los medios sensacionalistas anticiparon con entusiasmo que el informe de Starr es "una cloaca". El sargento de armas, responsable de la policía del Capitolio, guardará el informe bajo llave a la espera de que la Cámara de Representantes decida, cuando lo consulte, si efectivamente los delitos de que se acusa al presidente Bill Clinton pueden ser objeto de destitución. "Ninguno de nosotros podrá acceder al informe antes de haber votado una resolución" sobre el procedimiento a seguir para su examen, afirmó el presidente de la Cámara de Representantes y líder de la bancada republicana, Newt Gingrich. Una encuesta realizada por encargo tanto de los demócratas como de los republicanos señala que el caso Lewinsky "ha colocado los temas morales y religiosos en el primer orden entre las prioridades de los electores", según confiesa la analista demócrata Celinda Lake. "El adulterio, el ejemplo que hay que dar a los hijos, la mentira, el sentido de la responsabilidad por los propios actos y la dimensión ética y moral del líder --añade-- son temas que están ahora muy presentes en las conversaciones de los hogares norteamericanos". Y en nada de eso está fuerte Clinton. Los republicanos, según esa encuesta, cosechan el 38 por ciento de las intenciones de voto, frente al 32 por ciento de los demócratas, y son favoritos para revalidar su mayoría en las dos cámaras del Congreso. Particularmente grave para los demócratas, precisa Lake, es que el "caso Lewinsky" les esté haciendo perder su tradicional hegemonía entre las votantes femeninas. La persona de Clinton provoca el rechazo del 62 por ciento de sus compatriotas. Su trabajo político, por el contrario, es aprobado por el 56 por ciento, 4 puntos menos que antes de su confesión televisada de agosto. La mayoría de ese 56 por ciento dice que el buen estado de la economía es determinante en su actitud. Ese contexto está llevando a los demócratas a desmarcarse de Clinton. La última condena sonora al presidente ha sido la de la senadora por California Barbara Boxer, que es demócrata y pariente de Clinton: su hija se casó en 1994 en la Casa Blanca con el hermano menor de Hillary. Sumándose a los senadores Joseph Lieberman, Bob Kerrey y Patrick Moynihan, Boxer declaró el martes en el Capitolio que la relación de Clinton con Lewinsky fue "errónea", "indefendible" e "inmoral". "El presidente --añadió-- debería haber aceptado su responsabilidad mucho antes". Ese mismo día, Parris Glendening, gobernador de Maryland, se negó a asistir al acto escolar que Clinton protagonizó en una zona residencial de ese estado vecino a la ciudad de Washington. "Los decepcioné, decepcioné a mi familia y decepcioné al país", fueron las palabras con las que un compungido Clinton resumió ayer su situación en un mensaje televisivo.
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