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Si el presidente Boris Yeltsin se hubiera empecinado en presentar por tercera vez a Viktor Chernomyrdin como candidato a primer ministro, la crisis rusa habría hecho verosímiles los escenarios más catastrofistas. Al soltar ese lastre, el líder del Kremlin, que ayer designó a Yevgeni Primakov, ha preferido no forzar la disolución de la Duma y la convocatoria de elecciones. Con toda probabilidad, la Cámara baja del Parlamento dará esta tarde su visto bueno al ministro de Asuntos Exteriores, con lo que se abrirá paso a lo que más necesita hoy Rusia: un gobierno estable. Sin embargo, no queda claro si ese gobierno logrará sacar al país de la crisis, ya que Primakov parece traer consigo una serie de aliados y asesores opuestos a la política que demandan el FMI y los países occidentales para desbloquear sus créditos. Se da por hecho que Primakov, de 68 años, ex jefe del SVR (continuadora postsoviética de la KGB), obtendrá un respaldo casi unánime en la Duma, dominada por los comunistas y sus aliados. Fue propuesto inicialmente por los liberales de Grigory Yavlinsky, para quien es muy positivo que tenga "autoridad política, pero no ambiciones políticas", es decir que no aspira a la presidencia. "Un amortiguador --añadía ayer en declaraciones a Obshaya Gazeta-- es mejor que una viga de acero porque puede soportar más peso". Luego, su nombre fue incluido por los comunistas en una lista de cinco candidatos aceptables. Contaba, pues, con el apoyo, que ayer reiteraron ("se ha impuesto el sentido común", dijo el líder comunista Gennady Ziugánov), de las fuerzas que encabezaron el frente anti-Chernomyrdin. La renuncia de éste le garantiza también los votos de su partido, Nuestra Casa es Rusia. Hasta el presidenciable ex general Alexandr Lebed, el carismático alcalde de Moscú Yuri Luzhkov, el ex presidente de la URSS Mijail Gorbachov o Boris Berezovski, el maquiavélico magnate cuya larga mano llega hasta el último rincón del Kremlin, expresaron ayer su apoyo a Primakov. Las cuentas cuadran ahora de manera tan notoria como no salían con la primera apuesta de Yeltsin. Incluso, en un pronunciamiento desusado para los militares rusos, el ministro de Defensa, mariscal Igor Sergeiev, dijo que el de Primakov le parecía "el nombramiento más correcto", en una señal del peso que pueden llegar a asumir los militares en la conducción del país. El cambio de Yeltsin registra también una importante pérdida de poder en favor de la Duma. La única nota discordante la dio el ultranacionalista Vladimir Zhirinovski. "Es el candidato de la fracción pronorteamericana", afirmó, y su nombramiento muestra "la degradación final del régimen. Antes de dos meses habrá voto de censura" contra un gobierno que actuará como un "escuadrón de la muerte". En lo que puede que no ande muy descaminado es en que ahora será más probable que la Duma ratifique el tratado START II de limitación de armas nucleares estratégicas, firmado con Estados Unidos en 1993. Aunque esté a favor de ese pacto, y de negociar el START III, para dejar los arsenales atómicos en un quinto de su nivel durante la guerra fría, es el símbolo de una política exterior que contrasta con la decidida apuesta pronorteamericana de su predecesor, Andréi Kózirev, particularmente en las relaciones con Irak. Pero Primakov no se va a convertir en primer ministro porque plante cara a EE.UU. La política exterior apenas si juega un pequeño papel en esta crisis, excepto en lo que se refiere a la necesidad de que Occidente y sus instrumentos financieros (el Fondo Monetario Internacional y el Banco Mundial) acuda a la chequera. Lo que se espera del veterano periodista, diplomático y jefe de espías, pero no un gestor o un tecnócrata, es que forme un equipo económico capaz de sacar al país del pozo. No será fácil si, al mismo tiempo, debe contentar a los comunistas (que exigen un giro social y un mayor papel del Estado) y a los partidarios, dentro y fuera del país, de no separarse un milímetro de la senda de la economía liberal de mercado. Las especulaciones sobre quién será el nuevo "zar" de la economía rusa son tan diversas que incluyen desde Yavlinsky hasta Chernomyrdin. La primera cadena de televisión (ORT) ofreció anoche este pronóstico sobre puestos clave del nuevo gabinete: Chernomyrdin será el primer vicejefe de gobierno; el comunista Yuri Masliukov, antiguo jefe del Gosplan, el organismo de planificación económica de la URSS, irá a Economía, y Viktor Gerashchenko, a presidir el Banco Central (donde ya estuvo con Gorbachov y Yeltsin). La mayor parte de estos nombres son mala señal para los inversores y el Fondo; Chernomyrdin presidió por cinco años una economía de subsidios; el comunista no puede ofrecer mucho en términos de transparencia económica y Gerashchenko presidió sobre una formidable emisión de rublos que llevó al país al borde de la hiperinflación. La crisis de la política parece resuelta; la de la economía está por verse.
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