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El amigo del pueblo
Por Osvaldo Bayer

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t.gif (862 bytes) Tenía apenas 23 años. Era obrero y estudiante y ayudaba a sostener el hogar de sus padres y hermanos. Fue muerto por una patota uniformada. A tiros. Incontables. Cada impacto hacía pegar saltos a su joven cuerpo, hasta que cayó definitivamente. Cuando lo vieron exánime se aproximaron y sin preguntar nada lo “remataron”, como acostumbran a decir ellos. Ocurrió el 24 de setiembre de 1976. En los años infames. El joven que cayó en un zaguán de la calle Carlos Pellegrini enfrente de la placita de Quilmes se llamaba José Martín Amigo. Hermoso nombre, sospechoso para el poder militar de esa época, tiempo en que la mitad del pueblo era “enemiga” y la otra mitad se callaba la boca.
Ahora, por iniciativa popular en Quilmes, el sector de juegos infantiles del parque de avenida Vicente López, entre Gutiérrez y Oscar Smith, llevará el nombre de José Martín Amigo, el joven asesinado hace veintidós años. Una nueva lección de la Historia.
El caso de José Martín Amigo serviría para demostrar lo canalla del régimen militar. Cómo, desde el poder, se llegó al colmo de la perfidia. El poder económico más el poder de las armas más el silencio del poder político. Fueron dueños de la vida y de la muerte, más, dueños absolutos de todo.
Al joven José Martín Amigo lo ejecutaron los lóbregos asesinos a sueldo del general Camps y del comisario Etchecolatz. Camps, muerto en libertad y en la cama, auxiliado con la santa extremaunción y la bendición papal. El segundo vive en su piso del Barrio Norte, edita sus libros donde cuenta sus hazañas y tiene entrada en el programa de Mariano Grondona, donde hasta tuvo imagen para burlarse de uno de sus torturados, el diputado Alfredo Bravo. Todo, Dios mediante y las leyes de obediencia debida y punto final del alfonsinismo.
Mas el caso del joven José Martín Amigo serviría para demostrar la falsedad de toda la cuidada exposición de la teoría de los dos demonios de la CONADEP explicitada en el prólogo del Nunca Más. José Martín Amigo, aun en los peores momentos de la dictadura, a pesar de que lo conocía todo el barrio de Quilmes Oeste por su actividad política y social, jamás usó seudónimo ni portó armas y vivió siempre en la misma casa con sus padres y hermanos. Cuando lo mataron llevaba en sus bolsillos sus documentos; la policía así pudo allanar de inmediato la casa paterna donde vivía. Los padres, horas después, debieron retirar el cuerpo ensangrentado de su hijo. El entierro fue una expresión de dolor popular, pese al miedo de aquellas horas en las que tener uniforme representaba ser de la raza superior.
Quienes conocieron al joven asesinado recuerdan hoy cómo lloraban los chicos y los grandes en su entierro. Irma de Sinagra, docente jubilada, describe así al José Martín Amigo que conoció: “Su virtud mayor era la ternura y capacidad de organización. El trabajo comunitario en las villas y organizaciones barriales siempre lo tenían presente. Era el referente de la militancia juvenil de Quilmes Oeste. Estaba de novio con una chica llamada Adriana, quien también fue secuestrada por la policía y nunca más se supo nada de ella. José Martín Amigo era estudiante del sexto año de la Facultad de Ingeniería de la Universidad Tecnológica; le faltaba apenas un año para recibirse. Se financiaba sus estudios trabajando como tornero y como dibujante”.
Hasta que llegó el día en que se entristeció para siempre esa barriada: en la mañana del 24 de setiembre de 1976 José Martín Amigo salió para el trabajo, pasaba por casualidad el sodero del barrio en su viejo camioncito y lo llevó hasta cerca de la estación de Quilmes. En ese momento la “bonaerense” de Camps estaba haciendo una razzia y deteniendo gente joven. Amigo fue reconocido por alguien, primero le balearon las piernas y luego le atravesaron cada centímetro de su cuerpo con la metralla. Es curioso el comunicado del Comando de la Zona 1 del Ejército en el que hoy se puede leer el “delito” del joven estudiante y obrero. Dice que “sorprendieron a un delincuente subversivo arrojando panfletos en la vía pública”. Eso no es verdad pero, aunque fuera, la pregunta que cabe es: ¿era delito suficiente para balear así a un ser humano? En el comunicado quieren explicar de alguna manera el crimen oficial diciendo: “Esta es la forma en que las organizaciones subversivas, luego de reclutar a sus incautos adeptos, los emplean, iniciándolos en tareas aparentemente de poca trascendencia (panfletos, pintadas de paredes, etc.) comprometiéndolos así con la organización y luego utilizarlos en asesinatos, secuestros, es decir, toda gama de su accionar asesino”. Está bien claro el método Camps: primero matar y luego imaginar lo que podría llegar a ser la víctima. “El barrio siempre lo tuvo presente –dice la docente Irma de Sinagra– y en los aniversarios de su asesinato concurrían los vecinos, casi en secreto, al cementerio y a las misas recordativas que el padre Farinello celebraba en la capilla de Nuestra Señora de Luján. Con la huida de los militares, en 1983, la gente del barrio se volvió a organizar y creó la agrupación `José Martín Amigo’, que tiene por estandarte los viejos ideales de solidaridad de los años ‘70. Así, cada Día del Niño se organiza la chocolatada en la Sociedad de Fomento del barrio y siempre se presta ayuda al necesitado. Hoy esa agrupación está funcionando con un puñado de jóvenes de 17 a 23 años que estudian y trabajan y se hacen tiempo para realizar trabajo social en la villa; su tarea está dirigida a los chicos, llevándoles no sólo comida sino también entretenimiento, aliento y compañerismo. Estos jóvenes que siguen el ejemplo de José Martín Amigo son en su mayoría hijos de viejos militantes populares.”
El trabajo solidario, la mejor respuesta a los balazos de Videla, Camps y Etchecolatz.
Y ahora, el parque de juegos infantiles se llama “José Martín Amigo”. Votado por unanimidad por todos los bloques de concejales. Se inaugurará justo el 24 de este mes, cuando se cumplan 22 años del vil y cruel asesinato. El tiempo y la Historia hacen la síntesis de los valores: ese Videla, ayer todopoderoso, hoy se hace el enfermo para no ir a declarar ante el juez y presenta un certificado médico del hijo, y cuando le preguntan sobre sus crímenes dice no recordar nada.
Ese es el valor final de Videla. Ni él, ni Camps ni Etchecolatz ni ninguno de sus rufianes tuvieron el valor de pegarse un tiro ante ésta, la más absoluta derrota moral, como por lo menos hicieron algunos nazis que atinaron al buen gusto de meterse un balazo final en su podredumbre. No, Videla está esperando dar lástima para que alguien sienta conmiseración. Ni él ni sus verdugos jamás serán premiados con el nombre de un jardín de juegos para niños. Ese es el triunfo final de quien dio su vida por la sociedad solidaria. Pero no nos consideremos vencedores. Las Madres de Plaza de Mayo estaban en contra de todo monumento a los muertos y desaparecidos si no eran producto de una línea coherente de justicia y no sólo el fruto de un oportunismo edulcorado. Los mismos partidos que en el rol municipal de Quilmes votaron por el nombre de José Martín Amigo eligieron en la Capital Federal como juez a un paniaguado de la dictadura asesina. Guillermo Muñoz, asesor de los militares desde 1976 a 1982, electo nada menos que juez por el Frepaso, la UCR y el justicialismo. En esto vemos la falta de línea de conducta, el oportunismo, la trágica realidad de que se usa la Etica para conformar, pero al mismo tiempo traicionan lo más sagrado de la Moral. ¿Cómo es posible que se premie así a Muñoz, un personaje que vio impasible cómo sus “asesorados” mataban a mansalva, desaparecían personas, robaban niños?
¿Qué dualidad trágica es ésta? Necesitaríamos el estilo profundo y desesperado de Kafka para describir el oscurantismo aprovechado, el egoísmo, el oportunismo ramplón de los llamados representantes del pueblo.
Bussi gobernador, Patti intendente, Muñoz juez.
Para ellos, el poder, para José Martín Amigo, la poesía.
Hasta que la poesía llegue al poder, cuando elijamos a luchadores con ética y no a sempiternos oportunistas. Los luchadores libertarios de principios de siglo llamaban “Hijo del pueblo” a todo héroe caído en la lucha por la dignidad y justicia. A José Martín Amigo le daremos el título indeleble de “Amigo del pueblo”.

 

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