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Por Eduardo Febbro desde París Al cabo de unas cuantas controversias y un puñado de concesiones al sector más conservador de la sociedad, el gobierno socialista de Lionel Jospin terminó de elaborar un dispositivo de ley que permitirá dotar a las parejas que no están casadas, hetero y homosexuales, de un estatuto jurídico y fiscal inédito en Francia hasta hoy. Se trata del PACS, el Pacto Civil de Solidaridad, un paquete de medidas que concierne a cuatro millones de concubinos heterosexuales pero cuyo campo de aplicación también engloba a las parejas homosexuales. Oriundo de las luchas de los homosexuales para el reconocimiento de las parejas, el PACS, que se extendió al conjunto de la llamada unión libre, se desprende de una filosofía muy arraigada en la izquierda francesa: la alianza entre dos personas genera derechos y protección. Como lo señaló la ministra francesa de Justicia, Elizabeth Guigou, una de las partes que elaboró el texto, "no se puede resumir la unión entre dos personas a la sola institución del matrimonio". El Pacto Civil de Solidaridad es una "tercera vía" entre el matrimonio y la nada. Hasta ahora sólo existían en Francia una serie de tímidos derechos que, juntos, no tenían el peso de un estatuto y que, en general, podían ser distorsionados por las nuevas mayorías en la Asamblea. Todo quedaba siempre sintetizado en una célebre frase de Napoleón: "Los concubinos ignoran la ley, entonces la ley ignora a los concubinos". El proyecto socialista suscitó una férrea oposición en los rangos católicos. Estos le reprochan al PACS ser la antesala de la unión gay legalizada y, en el caso de la parejas heterosexuales, la consagración definitiva del concepto de pareja sin pasar por la iglesia ni el registro civil. Para los homosexuales, que iniciaron el combate por el reconocimiento de la pareja libre a principios de los años 80, el PACS representa un considerable progreso, incluso si no incluye uno de sus principales reclamos: la definición de un estatuto de familia monosexual. Frente a las disposiciones administrativas y a los derechos que concede el matrimonio legal, el PACS establece un compromiso que otorga derechos plenos a los integrantes de la unión. Impuestos conjuntos, gastos de sucesión disminuidos, derecho a herencia, transferencia automática del contrato de alquiler en caso de deceso de uno de los miembros de la pareja y protección social conjunta son algunos de los puntos más fuertes del proyecto de ley. Las medidas apuntan sobre todo a disminuir "el estado de inseguridad material" que pesa sobre las parejas libres. Antes del PACS, la herencia estaba excluida del concubinato. Si uno de los integrantes de la pareja moría, el otro se quedaba sin nada o, en el mejor de los casos, debía compartir la herencia con la familia del difunto. Muchas parejas que vivieron en concubinato durante más de 20 años tropezaban en Francia con la ausencia de un estatuto que les otorgara derechos plenos, como si estuviesen casados. Si los concubinos tenían hijos, el problema que se planteaba era un verdadero rompecabezas. Si una pareja concubina compraba una casa, ésta, en caso de deceso, sólo pertenecía a los hijos de la pareja. El otro no existía frente a la administración. Con el PACS, la mayoría de esas ausencias quedan subsanadas porque a través de él se regularizan los problemas materiales, más allá de toda diferencia entre concubinos hetero u homosexuales. El Pacto se asume mutuamente ante un tribunal y su validez termina con la voluntad de ambos sin que para ello sea necesaria la intervención de la Justicia. El PACS, que esta semana ingresó en el examen previo a su adopción por la Asamblea Nacional, crea un "corredor de derechos" al margen del matrimonio. Los concubinos ya no estarán más sometidos a disposiciones puntuales o al azar de la sensibilidad política del momento. Todas las reglas en vigor hasta ahora eran "parciales", es decir que concernían campos reducidos de la unión. Incluso para gozar de esas reglas era preciso cumplir con requisitos suplementarios que, a menudo, desalentaban a los candidatos. El PACS es pura y simplemente una suerte de matrimonio sin iglesia ni registro civil y, también, sin esa promesa a unirse de por vida que tanto espanta a las parejas que viven en unión libre. Sin que haya obligación de constituir una familia, como ocurre con el matrimonio, el Pacto Civil de Solidaridad ampara en sus disposiciones los derechos de la vida en común, derechos obtenidos por las responsabilidades mutuas asumidas en pareja, sin Dios ni registro. Laure, una informática que vive hace 15 años sin casarse con su compañero, juzga el PACS como algo muy importante: "En el matrimonio, explica, está ese lazo jurídico que hace que los miembros de la pareja sean propietarios uno del otro. Y en caso de separación es muy complicado. En cambio, el PACS rompe con ese concepto de propiedad para conservar sólo los aspectos materiales, ante los cuales ambos son responsables".
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