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El capitalismo estalló en pleno vuelo

La euforia neoliberal internacional parece haberse estrellado contra la crisis financiera continua. Ignacio Ramonet, director de "Le Monde Diplomatique" y autor de "La geopolítica del caos", explica el nuevo escenario.

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Por Eduardo Febbro
Desde París

Página/12

en Francia


t.gif (67 bytes)  Hace apenas unos meses, el papa francés de las teorías neoliberales, Alain Minc, publicaba un libro de título sugestivo: La mundialización feliz. En esas páginas barridas hoy por la actualidad, Minc celebraba "el triunfo del rey mercado". Triunfo feliz, triunfo globalizado. Su ensayo suena ahora con una voz de catacumbas. En Francia, muchos intelectuales y analistas políticos se animan a evocar una pregunta: ¿acaso el capitalismo no corre el riesgo de explotar en pleno vuelo? El caos, oculto en la euforia de los mercados, salió a la luz sin que pocos puedan responder a la pregunta que se hace, en un remarcable libro, La geopolítica del caos, el director del prestigioso mensual francés Le Monde Diplomatique, Ignacio Ramonet: "¿quién detenta la realidad del poder?". Ramonet establece un diagnóstico de ese caos dirigido por una utopía, la neoliberal, que no sabe a dónde va: sólo cree que la teoría es buena y que, algún día, va a funcionar. En esta entrevista, el autor resume ese caos por donde circulan los grupos y los mercados, la indistinta cultura mundial y las mafias, la pobreza mundializada y un neoliberalismo que carece de modelo opositor coherente.

--La pregunta que todos se plantean es quién gobierna el mundo de hoy. --Ese interrogante es más legítimo hoy que hace diez años. Si hubiésemos hecho la pregunta hace una década habríamos obtenido una respuesta: hay varios pilotos. EE.UU. para una parte del mundo, la URSS para otra, la China, la ONU, etc. Hoy, con la clarificación que se produjo con el hundimiento de la URSS, la respuesta más evidente consiste en decir: pues bien, son los Estados Unidos o la ONU. Pero no es cierto. La ONU, en el plano geopolítico, no existe más, fue reemplazada por el G8. EE.UU. incluso si sigue siendo la primera potencia mundial en casi todos los aspectos, vemos que no puede imponerle su voluntad a Israel, que es un pequeño país. De hecho, contrariamente a las apariencias, estamos en un mundo sin piloto.

--En ese caos usted señala que estamos pasando de formas autoritarias de poder a otras más complejas, hasta más finas.

--Se trata de una transformación de fondo, una transformación de tipo sociológico. Tradicionalmente, y desde hace mucho, el poder estaba organizado de manera vertical, jerárquica y autoritaria. Pero con la época de la información, con el desarrollo de la informática, tenemos enfrente un poder que se expresa cada vez más de manera horizontal. En segundo lugar, el poder actual está constituido por redes, por mallas, por formas reticulares. En tercer lugar, el poder se ejerce por consenso, a través de la manipulación de técnicas que manejan el espíritu. Todo esto lleva a que las estructuras de poder tradicional estén desapareciendo. Fíjese lo que ocurre por ejemplo con la Iglesia y el Ejército, dos estructuras de poder tradicionales. Ambas carecen del poder que tuvieron en el siglo pasado. Tome también el ejemplo de los estados, que se constituyeron de manera piramidal.

--En ese contexto intervienen las invisibles influencias de la bolsa y la otra influencia, más visible, de las empresas.

--Son los nuevos conquistadores, a quienes yo llamo los nuevos amos del mundo, es decir, los jefes de empresa. Hay tres tipos: las empresas globales, industriales, como por ejemplo Microsoft. Los grandes grupos industriales como Mercedes Benz, los grupos industriales tradicionales pero con una potencia planetaria colosal y los conglomerados que manejan la telefonía. Después tenemos los grupos financieros con monstruos como

Citicorp o los grupos de medios de comunicación. Desde luego, podemos

evocar la existencia de un cuarto grupo, que es de las mafias. Toda esa gente tiene un poder supremo y, además, la posibilidad de intervenir a todos los niveles en cualquier lugar del planeta. Una empresa multinacional es un pulpo con una cabeza localizada en EE.UU., Alemania o Francia. Ahí están todos los elementos que constituyen el grupo. Ese pulpo manda sus tentáculos a varios países del mundo. Una empresa global, en cambio, no es más un pulpo sino una tela de araña. Los ingenieros pueden estar en Singapur, el consejo de administración en Buenos Aires, la materia prima puede provenir de Africa, los estudios de publicidad se pueden hacer en Marruecos y los capitales provienen de todas partes. El mercado es planetario. La empresa global se piensa sin fronteras, es una empresa inmaterial porque circula en la esfera de lo financiero, que es inmaterial. Lo que importa es vender Mercedes en todo el mundo. Si se quiere, la mundialización trazó una frontera entre gente solvente y no solvente. A las empresas no les interesan hoy los pobres del Norte sino los ricos del sur.

 

--A escala mundial, usted recalca la existencia de una suerte de

"régimen globalitario".

--Vivimos con la impresión de estar en grandes democracias pero en

realidad son democracias que tienen una ideología muy dogmática, es decir, el neoliberalismo o el ultraliberalismo. La mayoría de los regímenes actuales imponen el neoliberalismo con la misma violencia que los regímenes dictatoriales de antaño la aplicaban. Antes, en los regímenes totalitarios, se decía: todo es política. Ahora nos dicen: todo es económico. El totalitarismo pasó del orden político, fascismo o stalinismo, al orden económico, a la dictadura del mercado. La ideología de hoy nos dice que sólo funciona lo que es conforme con la ideología del mercado. En realidad se crean sociedades tan desiguales e injustas como las precedentes. ¿Por qué es también un totalitarismo? Porque en el totalitarismo se puede demostrar, comparando la teoría con la realidad, que las cosas no funcionan. Los dogmáticos nos dirán siempre: puesto que la teoría funciona un día u otro, esa teoría llegará a imponerse en la realidad. Así podemos estar durante siglos, como lo vimos en la URSS y lo vemos hoy en Cuba. Pero hoy ocurre lo mismo con los liberales. Cuando uno les dice a los liberales: hay 18 millones de desempleados, hay 50 millones de pobres --en Europa--, ellos responden: no es nada, la mejor teoría es la teoría liberal. No hay nada mejor.

--Además de piloto al mundo le falta entonces una idea que vaya más

allá del mero diagnóstico de un mal.

--Sabemos perfectamente contra lo que estamos, pero ignoramos a favor de qué estamos. Hay un agujero negro. Los opositores al pensamiento único lo desmenuzaron muy bien. Sin embargo, no proponen nada de reemplazo. Queda por edificar un contramodelo. Hay propuestas, desde luego: propuestas económicas, políticas, ecológicas, financieras. Pero todas esas propuestas no constituyen un cuerpo de doctrina como para que podamos decir: vamos a combatir para imponer nuestra teoría. En este contexto, podemos ver venir un enfrentamiento de un nuevo tipo: en el mundo hay seis mil millones de habitantes y 5 mil millones de pobres.

 

--¿Qué lugar tiene en ese caos América latina?

--Curiosamente, en el caso de la geopolítica general, podemos decir que los años 80 y 90 son, para América latina, años en los que se salió de las dictaduras. De alguna manera, América latina no está inmersa en la actualidad internacional. Sin embargo, es una región que se integra

rápidamente a esta nueva geopolítica. Hay dos razones: la primera porque la utopía actual está apoyada en dos pilares: la democracia parlamentaria y la economía de mercado. América latina no contaba con ninguno de los dos. En los 70 no había democracia en todas partes, por ejemplo la Argentina, y los países funcionaban con economías autocentradas, autárquicas. No estaban en el libre cambio. De ahí la voluntad de integrarse en la modernización pasando por dos revoluciones, dos reformas: la introducción de la democracia formal y la importación del modelo neoliberal.

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