|
Por Juan José Panno Bochini se fue caliente de la cancha, enojado con Menotti porque cuando se lesionó Guerrero lo iba a poner a Amaya y justo en ese momento Garnero metió el gol y entonces cambió y lo puso a Toresani. "Eso pasa por tratar de aguantar el resultado", dijo el Bocha que es más menottista que Menotti. Menotti no dijo mucho, pero se lo notaba conforme porque el equipo empieza a aparecer y porque no desconoce el valor de un punto "frente a un rival siempre difícil como Vélez". Cuando le preguntaron a Zandoná si habían ganado un punto o perdido dos respondió sin dudar: "Perdimos dos puntos porque fuimos superiores". A Cardozo le hicieron la misma pregunta y también contestó sin dudar: "Ganamos un punto porque se había puesto muy difícil". Difícil, eso. Difícil es siempre esa cancha para Independiente. Difícil se le había puesto a Vélez, cuando Garnero depositó en la red la pared múltiple del 1 a 0 cuando al partido no le quedaba casi nada. Difícil es determinar qué hubiera pasado si el DT de Independiente, como pretendía Bochini, lo hubiera puesto a Amaya en vez de a Toresani. Mucho más fácil es, en cambio, valorar que Independiente siguió yendo al frente y no se colgó del travesaño después de ponerse en ventaja. En todo caso, fue el amor propio de Vélez el que lo encajonó cerca de Mondragón. También es fácil llegar a la conclusión de que el empate está bien, que es el resultado más acorde con el partido. Y en ese sentido, en el balance de los 90 minutos, queda claro que a Vélez no le cabe ni la alegría del punto ganado ni la tristeza de haber perdido dos. El equipo de Solari se llevó ni más ni menos que lo que se merecía. Y el de Menotti también. Las sensaciones de coyuntura, sin embargo, pesan mucho, y por eso el canto final de los hinchas de Vélez, que en gran parte del partido habían permanecido callados y el silencio de los de Independiente. La última sensación fue esa: Vélez salvó la ropa; Independiente regaló la victoria. Alegría de unos. Bronca de otros. Los hinchas de Independiente atravesaron por diferentes etapas durante su estadía en Liniers. Se ilusionaron por anticipado; se enfervorizaron con el toqueteo del primer tiempo, pidieron un poco más de huevo cuando Vélez se acercaba peligrosamente, deliraron con el gol de Garnero y masticaron bronca tras el empate de Zandoná. Las valoraciones contrapuestas sobre los méritos de cada uno se dieron en un menor nivel respecto del juego en sí. Tal vez no resulte tan fácil encontrar el calificativo exacto, pero no se puede estar muy lejos de la verdad si se dice intenso, entretenido, caliente, de ida y vuelta. Lo curioso es que el gol, un invitado de honor, llegó a la fiesta recién a 10 minutos del final. Anduvo dando vueltas por el territorio de Mondragón en el arranque, caminó por las puertas del arco de Chilavert un par de veces en el final del primer tiempo, amagó en el otro lado después y finalmente apareció. Cuando los hinchas visitantes menos lo esperaban, Milito, Hanuch y Garnero se fueron en pared y el último toque sutil fue hacia la red. Cuando los hinchas de Vélez parecían resignarse a la derrota y las cargadas, el gol apareció de nuevo. Nada de toque sutil: fue un cabezazo de Zandoná que dio en el palo y que recibió él mismo para reventar la pelota en la red. Le faltaba eso, goles, a un partido que había tenido buenos momentos, algunas jugadas deslumbrantes, varios encuentros interesantes y muchas actuaciones individuales para el elogio. Los cinco minutos de toque rápido y olé de la tribuna de Independiente; los dos caños de Cambiasso y el de Pandolfi; los encuentros de los de arriba en Vélez y los del medio en Independiente y las actuaciones de Cambiasso (que hace todo bien con elegancia) y Bassedas (que hace todo bien con criterio ofensivo), realzaron el juego. Cambiasso y Bassedas no fueron los únicos. Pandolfi, Mondragón y Garnero también se anotaron en el cuadro de honor. Independiente, en sus mejores momentos, fue brillante; Vélez tuvo más continuidad y en su hora fue incontenible. El reglamento debería contemplar en estos casos la posibilidad de darle un punto y medio a cada uno.
|