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OPINION
Un punto de inflexión
Por Mario Wainfeld

Carlos Menem empezó a construir su largo mandato ganando una interna siempre recordada a Antonio Cafiero. Raúl Alfonsín también cimentó su victoria del '83 triturando al oficialismo radical encabezado por Fernando de la Rúa, episodio menos recordado, aunque siempre presente en la memoria de los dos antagonistas. Alfonsín y Menem, figuras periféricas de los partidos tradicionales, generaron cataratas de votos ganando primero "adentro".

Una fuerza política nueva, el Frepaso, construyó en el '95 su credibilidad y el prestigio de sus candidatos (incluso el que esa vez fue derrotado, Carlos "Chacho" Alvarez) en una interna abierta masiva.

Suele decirse, y con razón, que a muchos ciudadanos les incomoda que los políticos hablen de internas. La realidad es compleja, los ciudadanos también, sus demandas son a menudo contradictorias: las experiencias mencionadas prueban que también a muchos les gusta participar en su designación y les atrae votar ganadores. Una encuesta publicada hace un mes en este diario reveló que los partidarios de la Alianza prefieren, en una proporción de 3 a 1, que la candidatura a presidente se dirima por internas y no por consenso.

A ese dato debe añadirse que ni Fernando de la Rúa ni Graciela Fernández Meijide se bajan de sus ambiciones presidenciales ni ninguno de ellos ha obtenido respecto del otro una ventaja decisiva. La interna aliancista parece a esta altura casi ineludible.

Es muy difícil encuestar una interna abierta, con participación voluntaria. A dos o tres meses vista hay gente que asegura que votará y no lo hace o viceversa. A eso debe sumarse que el --precario-- mapa obtenido es muy desparejo: la candidata frepasista gana ampliamente en la Capital Federal y alrededores, en el Gran Buenos Aires y en Rosario, y tiende a perder por lejos en casi todo el resto del país.

De todas maneras, radicales y frepasistas comparten, aunque explicitan de distinto modo, un cuadro de situación: el radicalismo cuenta con un piso alto y relativamente poco elástico de votos, producto de su historia y su implantación territorial en todo el país. El Frepaso se alimenta del carisma de su candidata, tiene un apoyo institucional mucho menor. Su chance depende de que en la interna voten muchos independientes. Y también apuesta a una votación más masiva en los grandes distritos urbanos.

En todo caso, esa interna, la principal tarea de la Alianza en las próximas semanas, será un punto de inflexión y parirá una vez dirimida escenarios bastante novedosos: seguramente mermarán las puñaladas traperas en la ciudad autónoma gobernada por De la Rúa, se alterarán dramáticamente las relaciones de poder entre sus cuatro principales dirigentes. Suele profetizarse una diáspora de votantes y dirigentes derrotados. Nada es seguro en la Argentina pero, si es cierto que a la gente le gusta ganar (y es obvio que a los políticos les encanta), es más posible que ni la mayoría de los votantes ni la de los dirigentes quieran bajarse de un tren que pueda llevar a la victoria.

 

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