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Las puertas del paraíso

El festival de Toronto, una muestra cinematográfica no competitiva, se jacta de servir de plataforma para filmes  de todo el mundo, desde Kazajastán hasta Buenos Aires.

"La Nube", de Fernando Solanas, va por más aplausos en el Festival de Toronto.
El film argentino obtuvo en Venecia el Osella de Oro a la mejor música original, compuesta por Gerardo Gandini.

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Por Luciano Monteagudo desde Toronto, Canadá 

t.gif (67 bytes) El Festival Internacional de Toronto cumple este año veintitrés ediciones consecutivas y ha logrado la extraña proeza de crecer en cantidad sin descuidar jamás la calidad. Durante once días (que se iniciaron el jueves pasado y concluirán el próximo domingo 20) la muestra canadiense, una de las más prestigiosas del calendario cinematográfico internacional, exhibe 311 films provenientes de 53 países. La particularidad del Toronto International Film Festival es que se trata de una muestra no competitiva, lo que le permite contar no sólo con todos aquellos films que vienen recogiendo premios y elogios de la crítica en los principales festivales europeos (Berlín, Cannes, Venecia incluso, que finalizó ayer) sino también con una enorme cantidad de películas que prefieren tener su estreno mundial en Toronto, que funciona a la manera de un gran trampolín hacia el mercado estadounidense en particular y el angloparlante en general. "Es la puerta de entrada a 250 millones de espectadores", suele ufanarse Piers Handling, el director de la muestra, que este año se enorgullece también del amplio espectro geográfico y temporal que recorre el festival: "Las películas abarcan todo el globo, desde una aldea rural en Kazajastán hasta Buenos Aires en el siglo XXI".

La referencia alude a La sonámbula, el film de Fernando Spiner, que junto con La nube, de Fernando Solanas, integra la presencia argentina en Toronto. Mientras la película de Pino llega directamente, sin escalas, desde la mostra de Venecia, la opera prima de Spiner tuvo su estreno mundial el sábado aquí en Canadá, en un festival que se ha forjado la reputación de lanzar hacia la fama a directores jóvenes y desconocidos, como alguna vez lo fueron Quentin Tarantino, que salió de aquí con el premio de la crítica (FIPRESCI) para Perros de la calle, o los hermanos Coen con Simplemente sangre, Gus Van Sant con la lisérgica Drugstore Cowboy y Hal Hartley con La verdad increíble, por nombrar apenas un puñado de revelaciones.

Este año hay toda una nueva camada de cineastas esperando ser los elegidos --la sección "Discovery", reservada a operas primas, tiene 30 films inscriptos, entre ellos El zapato, de Laila Pakalnina, una de las sorpresas de Cannes, en mayo pasado--, pero el festival también preparó otra sección, titulada "The Masters", donde se presentan algunos de los más importantes cineastas de los últimos tiempos, como Nanni Moretti con Aprile, el perenne Eric Rohmer con Cuento de otoño, Bernardo Bertolucci con L'assedio, los hermanos Paolo y Vittorio Taviani con Tu ridi, basado --como en Kaos-- en relatos de Luigi Pirandello, el griego Théo Angelopoulos con La eternidad y un día (ganadora de la Palma de Oro en Cannes), el portugués Manoel de Oliveira con Inquietude, el inglés Ken Loach con My Name is Joe, el japonés Shohei Imamura con Dr.Akagi, el taiwanés Hou Hsiao-hsien con Flores de Shanghai y el iraní Mohsen Makhmalbaf con El silencio. Dos latinoamericanos integran también este seleccionado de primera: el mexicano Arturo Ripstein con El evangelio de las maravillas y Solanas con La nube.

Otros cineastas consagrados ocupan las secciones "Gala" y "Special Presentations", entre ellos el finlandés Mika Kaurismaki con Without a Map, el chileno errante Raúl Ruiz con Shattered Image, el taiwanés Tsai Ming-liang con El agujero, el portugués Joao Botelho con Traffic, el italiano Gianni Amelio con La manera en que reíamos (ganadora en Venecia), los ingleses Julien Temple con Vigo y John Maybury --un discípulo de Derek Jarman-- con Love is the Devil y los franceses Olivier Assayas con Fin de agosto, comienzos de septiembre y Benoit Jacquot con La escuela de la carne (sobre Yukio Mishima). Los norteamericanos excéntricos suelen ser toda una legión en este festival y este año no es la excepción, empezando por Hal Hartley, que tiene como cábala estrenar siempre en Toronto. El año pasado dio a conocer Henry Fool y ahora llega con la copia todavía fresca de The Book of Life. Por su parte, Larry Clark, el controvertido director de Kids, vuelve a Toronto con Another Day in Paradise, mientras que Todd Solondz (el mismo de Mi vida es mi vida) hace otro retrato inclemente de la vida suburbana estadounidense en Happiness, una película particularmente revulsiva, que viene haciendo ruido desde que se llevó el premio de la FIPRESCI en la Quincena de los Realizadores de Cannes.

 

Latinoamérica también existe

Desde que en 1986 Toronto realizó una monumental retrospectiva dedicada al cine latinoamericano, con un centenar de títulos, el festival siempre ha reservado un lugar de privilegio para los films del sur del continente. Este año, además de la presentación en la sección "The Masters" de La nube, de Solanas, y El evangelio de las maravillas, de Arturo Ripstein, la selección de trece largometrajes latinoamericanos realizada por Ramiro Puerta incluye también la doble presencia del brasileño Walter Salles, que en la sección "Gala" exhibe Central do Brasil y en "Contemporary World Cinema" estrena Medianoite, realizada en colaboración con Daniela Thomas. La presencia de Brasil se refuerza con la opera prima de Eliana Caffé, titulada Kenoma, y los últimos films de Paulo Thiago y Aurélio Micheles. Los mexicanos, a su vez, estarán representados por Carlos Carrera, René Castillo, Antonio Urrutia y Jorge Ramírez Suárez.

 

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