Sobre la reconstrucción del hecho
|
Por Fabián Lebenglik Dino Bruzzone, que acaba de inaugurar una muestra muy inteligente en el ICI, nació en Paraná, Entre Ríos, se formó en arquitectura, artes visuales y escenografía y desde 1994 es becario del taller de Guillermo Kuitca. Obtuvo el Premio Braque -que otorga la embajada de Francia-- en 1995 y en estos días ganó el Premio Leonardo en el rubro fotografía, instituido por el Museo Nacional de Bellas Artes. Presentó muestras en Buenos Aires, Madrid y París. La exposición se abre con una fotografía que, a pesar de ser la menos interesante de una serie de fotos tan bellamente extrañas como lúcidas, funciona como introducción y clave de todas las demás. La mencionada foto, "Obra en construcción", está colgada en el pasillo de entrada del ICI, a modo de prólogo, y exhibe la misma lógica contradictoria de todo prólogo: integra el cuerpo de la obra y al mismo tiempo no forma parte del mismo. Su relativa falta pobreza, en comparación con el resto, así como su sentido casi pedagógico y el lugar que se le asigna en el montaje, la colocan en una situación fuera de serie. Allí se explicita --tanto desde la imagen como desde el título, aparentemente tautológico-- en qué consiste el trabajo que se toma el artista: construir imágenes sobre construcciones. Así, también, enuncia oraciones sin predicados ni sujetos. La construcción se atiene a los siguientes pasos: Dino Bruzzone toma la foto de un lugar. Luego, con la foto como guía, reconstruye ese paisaje en una maqueta minuciosa, obsedida por la realidad fotográfica. La reconstrucción diminuta siempre resulta perfecta y artificial, pero tiene un destino funcional, ya que no interesa tanto cómo luce la maqueta, sino cómo se verá una vez fotografiada. En este proceso Bruzzone fabrica a escala cada uno de los elementos que no encuentra en las jugueterías. Seguidamente fotografía su maqueta con el virtuosismo loco de un miniaturista; revela las transparencias, las analiza con lupa... hasta que elige una y hace una nueva trasposición fotográfica, en gran formato, sobre aluminio. Se trata de un proceso de construcciones y reconstrucciones con tantas mediaciones lingüísticas como técnicas. El resultado, en el que la fotografía --como los prólogos-- es al mismo tiempo sustancial y accesoria, tan profundamente significativa como meramente técnica, tiene una carga de raíz pictórica. Cada imagen, en la que la teoría de la pintura ingresa como factor retórico, constituye un estudio del color, la forma, la estructura, la composición. Y los elementos en foco y fuera de foco (los planos) juegan un papel central. Si bien el foco es lo que vuelve hiperreal el gesto del artista, el fuera de foco es trabajado como un plus lujoso, como una puesta en contexto al modo de un efecto de realidad hipertrofiada y artificiosa. Esto se ve en obras como "Canal Sur", "Inflamables" y "Riachuelo". Dentro de lo que es el tono general de la exhibición, ésta se divide en subseries donde el artista va trabajando cada uno de estos elementos constitutivos --color, forma, composición, planos, estructura--, de manera consciente y rigurosa. Uno de los primeros efectos que produce la muestra en el espectador es, por supuesto, paradójico: la sorpresa del reconocimiento. La sensación del déjà vu, diferida e interferida por la artificiosidad del conjunto. "Yo estuve allí, pero no exactamente allí". Otro efecto es producto de la persistencia del artista. La ausencia notoria de presencias humanas --o, más bien, de muñequitos que la evoquen-- funciona como una abdicación: es la huella de una presencia, según la cual todo el tiempo no hay nadie. Cada foto es el efecto de una emoción de origen perdido o indeterminado, disociada de la realidad: cada toma tiene la teatralidad de un efecto discursivo que omite un acontecimiento generalmente funesto, excepcionalmente alegre (como en "Estadio"). La abdicación de esas presencias genera un rastro espectral, en el que, a partir de la ficción fotográfica construida con la maestría de un niño prodigio y paranoico, se pasa revista, por ejemplo, a ciertas tragedias de Buenos Aires como si fueran efectos colaterales de una ciudad en sordina: dramas de suburbio, marginación, contaminación, etc. Bajo una estricta asepsia --donde el aspecto lúdico está reglamentado-- cualquier forma de vida está cuidadosamente extirpada, aunque el artista no deja de evocar cuatro de los elementos fundantes de la especulación filosófica antigua: fuego, tierra, aire y agua. A partir de esa filosofía ausente de sujeto --donde todo depende de la trama discursiva-- la más verosímil de las realidades será aquella mejor construida. (Florida 943, hasta el 6 de octubre). DE DISTÉFANO A DI CAVALCANTI Inauguran esta semana
* Eugenia Bekeris, instalación, hoy, en el Instituto Goethe, Corrientes 319. * Claudio Barragán y Daniel Acosta, hoy, en Alvaro Castagnino, Balcarce 1016. * Nelson Ramos, Premio Trabucco, Analía Segal, Alejandra Seeber y otros, mañana, en el Centro Borges, Viamonte y San Martín. * Juan Carlos Distéfano, retrospectiva, el jueves, en el Museo Nacional de Bellas Artes, Libertador 1473. * José María Sicilia, el jueves, en el MAM, Avenida San Juan 350. * Di Cavalcanti, dibujos, el jueves, en Galería Portinari, Esmeralda 965. * Homenaje a Edgardo Vigo, arte postal, el 21, en Arcimboldo, Reconquista 761, PB 14.
|