OPINION
Mundo sin frenos
Por James Neilson
Puede que el frenesí financiero que estamos viviendo se
apague sin dejar comatosa a más de media docena de países. También es posible que
llegue a provocar estragos horrendos en Estados Unidos, la Unión Europea y el Japón.
Pero pase lo que pasare, la crisis financiera que se ha abatido sobre los mercados no
supondrá la muerte ni del "sistema capitalista" ni de la
"globalización": luego de lamerse las heridas, la pareja volverá a sus
andanzas más voraz y más poderosa que nunca.
Será así porque el motor que está impulsando los cambios que están
enloqueciendo a los gobernantes de tantos países es la tecnología y ella no está por
tomar un descanso. La "comunidad científica" ya ha alcanzado la masa crítica
que le permitirá continuar avanzando a un ritmo cada vez más rápido y seguir inundando
al planeta de novedades que, entre otras cosas, sirven para reducir el tiempo que ha de
transcurrir antes de que una causa determinada produzca sus efectos. Hoy en día, caída
bursátil que en otra época hubiera requerido una semana puede ocurrir en pocos minutos.
A menos que todos los gobiernos colaboraran para destrozar las comunicaciones
electrónicas y las computadoras, los intentos de frenar los "mercados" para que
evolucionen de manera más pausada no pueden sino resultar contraproducentes.
No se trata del triunfo del "neoliberalismo", el cual es un
llamado --tal vez realista-- a que nos acostumbremos a la impotencia de los políticos,
sino de la aparente imposibilidad de concebirse una teoría abarcadora que sirviera para
que el mundo pareciera un lugar ordenado y por lo tanto comprensible. Quienes se quejan
por la supuesta hegemonía de lo que los franceses han bautizado "pensamiento
único", es decir, de la actitud de los que se mofan de la idea de que sea factible
regresar a épocas en las que lo económico pudo subordinarse a lo político, sólo están
confesando su propia incapacidad para reemplazarlo por una "alternativa"
coherente.
Los angustiados por el estado del mundo dicen confiar en que tarde o
temprano surja un nuevo paradigma que satisfaga sus expectativas, pero no es nada probable
que esto suceda: si algo es previsible, esto es que el mundo del futuro será todavía
más desconcertante que el actual, lo cual plantea un peligro evidente. Si los bien
intencionados no consiguen confeccionar "respuestas" racionales, otros que son
menos benignos poblarán el vacío con sus fantasías, de las cuales muchas serían tan
monstruosas como las que dominaron la primera mitad del siglo que se va. |