Por Daniel Lagares
Fue penal a La
Paglia. No hubo pase de Arruabarrena a Abbondancieri. Hubo offside de Darío Husaín en el
segundo gol. Fiero, muy fiero, le chingó Javier Castrilli y perjudicó a los dos. A Boca
porque decidió el resultado. Y también a Vélez, aunque parezca paradójico, porque
deslució un triunfo que de todos modos iba a ser incuestionable.
En la mañana del partido los lectores de Clarín se desayunaron con declaraciones
explosivas de Castrilli. En la base de sus denuncias al Colegio de Arbitros subyacía su
latiguillo de reivindicación de los derechos individuales dentro de las instituciones. Es
decir, el respeto a la persona. A la noche el personaje se devoró a esa persona y
Castrilli volvió a quedarse solo. Sin embargo, los pecados de Castrilli no fueron sus
errores técnicos porque, después de todo, el error le cabe a cualquiera y además
Castrilli debe ser el de mejor técnica del referato argentino. El pecado de Castrilli es
pretender demostrar que tiene la justicia más larga que la de los demás.
No sólo hay que defender declamativamente la justicia. Hay que ejercerla. Y Castrilli no
lo hizo, la usufructuó en pos de su protagonismo, como si hubiera querido reafirmar por
la noche sus declaraciones conocidas a la mañana.
Pese a que aparece coherente en sus declaraciones y sus actuaciones, a Castrilli también
le cabe el doble discurso. El inflexible de gatillo fácil del torneo local utiliza el
reglamento del bajo perfil en los partidos internacionales, como bien se vio
en el último Mundial.
El y Lamolina han dividido las opiniones en dos veredas, ambas falaces. Es tan perjudicial
el siga siga que permite cirugía sin anestesia como el prejuicio con el que
dirige Castrilli. Se advierte, en cada partido, que sospecha de los 22 jugadores, que no
busca aplicar justicia sino descubrir un delito. Y eso lo ubica más cerca del policía
que del juez y termina perjudicando a todos. A Boca porque le da el tiro de gracia en un
partido que nunca hubiera podido ganar. Y a Vélez porque le dio una pátina de
ilegitimidad a un triunfo que iba a conseguir por paliza.
¿Palermo al Manchester? No
es noticia que Boca sea noticia. No es noticia al cuadrado, entonces, que Palermo (la cara
de Boca actual) sea noticia. Y ahora no por los goles o por su notable actualidad de goleo
y rendimiento sino por la posibilidad cada vez más cercana de concretarse la
transferencia, en diferido, dicen, al fútbol europeo. Ahora resulta que el misterioso
observador británico de estos días es Jeremy Anderson, que viene como emisario nada
menos que del Manchester United y que en calidad de tal estará el domingo en Avellaneda
observando al alto rubio de moda. Se espera oferta concreta. Por otra parte, Roberto
Slieper, representante del Mellizo Guillermo Barros Schelotto, dice tener una oferta para
llevar al delantero al PSV Eindhoven holandés, sin que se haya precisado el monto de la
oferta que maneja el representante. En otro nivel de estricta coyuntura, la formación de
Boca para mañana está prácticamente confirmada, sobre todo desde el momento en que
Bianchi confirmó la recuperación de Samuel, ya repuesto de las secuelas de su operación
de uñas encarnadas, y el regreso de Arruabarrena, que cumplió sanción. El que no
jugará es el colombiano Bermúdez, no repuesto todavía totalmente de la lesión en el
tobillo derecho y algo fuera de forma (no estuvo en el plantel que concentró para jugar
con Vélez por la Copa Mercosur). Sumada a la deserción de Ibarra, la ausencia de
Bermúdez obliga a Bianchi a formar la línea de cuatro, mañana, con Ortiz, Traverso,
Samuel y Arruabarrena. El resto, sin cambios. |
|