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EXCLUSIVO: EL DIRECTOR BERNARDO BERTOLUCCI CUENTA “BESIEGED”, SU NUEVA PELICULA
“Volví a sentir la libertad de hace treinta años”

El legendario responsable de “Ultimo tango en París”, “El último emperador” y “Pequeño Buda” presentó en el Festival de Toronto un film gestado para televisión, que fue cobrando un formato de largo aliento. Es un trabajo intimista con dos enigmáticos personajes en una Roma de fin de siglo.

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Bertolucci en Cannes 1996, con Liv Tyler, actriz de "Stolen beauty"

Por Luciano Monteagudo desde Toronto

t.gif (67 bytes) Uno de los acontecimientos de esta edición del Festival de Toronto, que culmina mañana, fue el estreno mundial de la nueva película de Bernardo Bertolucci, Besieged, que marca el regreso del gran director italiano a su mejor forma, a los tiempos en que no cargaba con el peso de una gran producción a sus espaldas. Concebido originalmente para la TV, a partir de un relato del escritor británico James Lasdun, el nuevo Bertolucci es un film de cámara, de apenas dos personajes, aislados en un viejo caserón del centro histórico de Roma, un hombre y una mujer cuyas enormes diferencias –sociales, raciales, culturales– no hacen sino acercarlos, en un movimiento de curiosidad mutua, en busca del misterio. El (David Thewlis) es un pianista de origen incierto, que vive recluido en su propio mundo. Ella (Thandie Newton) es una refugiada política africana, que espera ansiosa el reencuentro con su marido, mientras se paga sus estudios en Italia cuidando la casa. Allí hay una historia de amor, pero a diferencia de Ultimo tango en París –una película de la cual Besieged tiene ecos profundos– la sensualidad del film está implícita, se encuentra en la emoción de sus movimientos de cámara, en la forma en que Bertolucci ha coreografiado toda la película como si fuera un musical. “Si hay algo que siempre me fascinó de esta historia es que queda muy claro que sólo se puede ser feliz cuando uno es capaz de hacer feliz a la persona que ama”, afirma Bertolucci en diálogo exclusivo con Página/12 en Toronto, “la ciudad de dos grandes cineastas y amigos, David Cronenberg y Atom Egoyan”.
–¿Cómo nació esta película, tan intimista y diferente a sus grandes producciones?
–Besieged nació como una pequeña película para la televisión y originalmente no debía durar más de una hora. Después se interpuso, como siempre, mi manera de trabajar: cuando tengo que hacer una película de dos horas termina durando tres, cuando tiene que ser de dos horas y media termina en cuatro, y esta vez, como debía durar una hora, se convirtió en un largometraje de hora y media. Cuando los productores la vieron terminada les gustó mucho y les pareció que era una vergüenza que no se pudiera ver en pantalla grande. Me sentí muy halagado, pero nunca fue mi intención hacer con esta película un largo para el cine. El título tiene también una historia peculiar. La película se iba a llamar The Siege (El asedio), igual que el relato de James Lasdun sobre el cual mi mujer, Clare Peploe, y yo escribimos el guión, pero hace apenas unos días, cuando estábamos tirando las primeras copias de la película, leímos un artículo acerca de una producción de Hollywood, con Bruce Willis y Denzel Washington, que tenía el mismo nombre y que trata acerca del terrorismo y el fundamentalismo. Inmediatamente, buscamos una solución y la película pasó entonces a llamarse Besieged (Asediados, atormentados), que me parece un título mucho mejor, porque The Siege lo hace pensar a uno en tanques, bombas o un castillo rodeado por un ejército. En italiano, el título también era originalmente L’assedio, pero ahora no sé, seguramente lo vamos a cambiar, pero tenemos tiempo, porque la película recién se va a estrenar en Roma en enero.
–Se respira una enorme libertad en la película ...
–Es paradójico, pero hacer esta película para la televisión hizo que sintiera mi cine mucho más libre. Mi esposa encontró este relato hace unos diez años, y quiso adaptarlo y dirigirlo, pero no encontró financiamiento y el proyecto quedó en un cajón. Cuando el año pasado estaba buscando material para una película para la televisión, Clare me recordó el cuento de Lasdun, que me pareció ideal para lo que estaba buscando y nos pusimos a trabajar juntos en un nuevo guión.
–¿Pero qué fue exactamente aquello que lo hizo sentir más libre?
–Lo que sucedió es que me encontré de pronto con un presupuesto muy ajustado, con un plan de rodaje de apenas 28 días y un equipo técnico muy reducido, en el que había gente con la que nunca había trabajado antes,como el director de fotografía, Fabio Cianchetti, que me hizo sentir de la misma forma en que me sentía en tiempos de La estrategia de la araña o El conformista, hace casi treinta años atrás. Era esta sensación maravillosa de filmar una toma, que inmediatamente crea la necesidad de otra toma, que a su vez da nacimiento a otra toma, y así sucesivamente ... Como en los viejos tiempos, era capaz de filmar más de veinte tomas por día, lo que para mí es un record. Y esto me dio un placer inmenso. Fue como volver a la época en que los grandes presupuestos no pesaban sobre mis hombros. Yo tengo ya una historia muy larga, hice mi primer largometraje en 1962 (hace tanto tiempo que prefiero no sacar la cuenta ...) y en aquel momento filmábamos casi sin dinero, en poquísimo tiempo, y volver a revivir esa forma de trabajo, ese sentimiento de libertad, fue extraordinario.
–¿Siente que de algún modo lo rejuveneció?
–En los últimos quince años siempre quise hacer algo así, pero era imposible, porque la naturaleza de los proyectos era tan grande ... Después de Ultimo tango en París pasé de ser un director de films artísticos para un público reducido a ser un director muy famoso, en todo el mundo. Quizá fue por las razones equivocadas, no lo sé, pero lo cierto es que yo también tuve mi momento de omnipotencia, como todos, como cualquier director de mi generación que tuvo la posibilidad de hacer de pronto grandes películas, con presupuestos que antes no hubiera soñado. Hay un momento en la vida en que uno quiere probar todo y yo quise probar todo lo que el cine tenía para ofrecerme, desde las pequeñas películas hasta los grandes films épicos. Y volver a trabajar con un presupuesto reducido resultó ser algo increíblemente estimulante. Hace dos años escribí un artículo para el Festival de Thessaloniki, en Grecia (donde hicieron una retrospectiva de mi obra), que era una suerte de prefacio a mis films y cuyo título era ¿Fin de siglo, fin del cine?, así, con signos de pregunta, porque no era necesariamente una afirmación. Y durante estos dos últimos años, como si fuera perseguido por mis propios demonios, nunca dejé de pensar en esto, en que el cine está cambiando aceleradamente, está atravesando un período de mutaciones ... ¿Hacia dónde se dirige el cine?, me preguntaba. ¿Hasta qué punto debe fundirse con nuevas tecnologías? Finalmente, haciendo esta película dejé de hacerme todos estos planteos. Porque creo que Besieged responde, en parte, algunas de esas preguntas. El sentimiento que tuve durante el rodaje es que debía volver a los orígenes. De hecho, todo el comienzo de la película, casi su primera media hora, no tiene diálogos, como sucedía en el cine mudo. Y después empecé a pensar no sólo en los orígenes del cine sino también en los míos. Sentí que para sentirme en el presente, en el hoy, debía hacer este extraño movimiento acrobático con mi cine y volver un poco a las fuentes. Pero quizá todo esto es demasiado personal y no tiene que ver con la película ...
–¿De cuál de sus primeras películas se sintió más cerca?
–No sé, podría ser Primma della revoluzione o incluso Ultimo tango en París, de la que esta nueva película sería una versión posmoderna (subraya irónicamente y sonríe). No sé, hay todo tipo de ecos en Besieged, pero a la vez ésta es la película menos influida por mi propia personalidad. Hablando con gente joven, hay algo que no deja de asombrarme: los adolescentes y los pos-adolescentes no parece que tuvieran memoria. No tienen memoria histórica, cultural, cinematográfica. En cine, conocen hasta Pulp Fiction ... Pero hay algo más que me fascina, y es la forma en que viven el presente, de una manera completamente nueva para mí. Porque la manera en que yo vivía el presente a esa edad era completamente dependiente del pasado: dependía de mi memoria política, de mis conocimientos culturales. Hoy los jóvenes viven en el presente como peces en el agua. Y ésta es la lección que aprendí con esta película, porque es sobre el presente de los personajes, sobre la piel del hombre y la mujer, sobre su olor, sobre lo que significa ser hoy dos extranjeros en Roma, una Roma que no es la ciudad que uno ve como turista, a pesar de que la casa, se va descubriendo hacia el final, está sobre las escalinatas de PiazzaSpagna. La Roma de mi película es una ciudad llena de africanos, de extranjeros. Es un poco una proyección de lo que creo que va a ser Roma, y también Italia, de aquí a treinta años. Los italianos ya no quieren tener hijos y aparece esta nueva energía proveniente del extranjero, especialmente de Africa.
–¿Ya no le cuestiona a la juventud su falta de memoria histórica?
–Un año atrás le hubiera dicho, oh pobre gente, estos jóvenes, que no conocen el placer, la alegría del pasado, que no saben de la relación sensual con la historia, pero creo que estaba equivocado. Quiero decir ... no es que esta forma de vivir el presente esté bien o esté mal. Es así y punto. Recuerdo las elecciones de hace cuatro años, por ejemplo. Un número importante de jóvenes de clase trabajadora, que votaban por primera vez, votaron por los neofascistas. Yo no podía entender cómo eso era posible, no sabía qué estaba pasando: ¿era falta de memoria política? Y a la elección siguiente esos mismos jóvenes estaban votando a la izquierda. Me parece entonces que, a causa de los increíbles cambios sociológicos y culturales que estamos viviendo en todo el mundo, hay una nueva manera de vivir y sentir el presente, de una forma completamente diferente a como lo vivíamos antes. Pero mejor volvamos a hablar de la película ...
–En Besieged ese caserón romano parece que tuviera vida propia, que fuera un personaje más de la película.
–Sí, es así, pero yo aún diría más: siento que la escalera de caracol tiene tanta importancia como los personajes, y también ese gran piano de concierto que preside la sala. La casa es como la isla que comparten el hombre y la mujer. Ella se vio obligada a dejar su país por la fuerza y él vive allí encerrado como un exiliado. El es para ella un misterio, como para el espectador, pero el exterior también es un misterio, es una ciudad que nunca llegamos a ver plenamente, una Roma distinta, desconocida. Toda la historia es muy misteriosa, nada se explica y eso me gusta.
–¿Era muy distinto el relato en el que se basa el film?
–En el cuento de Lasdun, la chica venía de América latina y se llamaba Marieta. Pero Lasdun lo escribió hace quince años, cuando en Europa había muchos refugiados latinoamericanos que escapaban de las dictaduras de sus países. A su vez, el relato transcurre en Londres y yo lo mudé a Roma, en la actualidad, donde los refugiados son africanos, exiliados políticos y también gente que escapa de la pobreza. El personaje del hombre, en cambio, es bastante parecido a como lo describe Lasdun. En su relato, no se sabe absolutamente nada de este pianista de apellido polaco, nada de su origen ni de su pasado, salvo que ronda los 50 años y que es un poco gordo. Pero decidí buscar un actor algo más joven, porque no quería verme a mí mismo, a un hombre de mi edad corriendo detrás de una mujer joven, que siempre es algo patético. Así di inmediatamente con David Thewlis, de quien recordaba su magnífico trabajo en Naked, de Mike Leigh, aunque aquí tenía que hacer algo completamente distinto, un personaje excéntrico.
–No se sabe prácticamente nada de él.
–Es un personaje completamente misterioso. Yo no quiero saber ni dónde nació, ni de dónde viene, ni si tiene familia ... sólo me interesa su presencia allí, en esa casa, y tener bien claro que él también es un extranjero en Roma. Cuando el personaje empieza a hacer su sacrificio, cuando comienza a desprenderse de los tapices, las alfombras, las esculturas, los cuadros, del piano mismo, yo siento que de alguna manera se está liberando de su pasado. Y eso es todo lo que quiero saber de él como personaje. En las películas de los directores jóvenes actuales, de Taiwan, de Hong Kong, de Estados Unidos, también sabemos poco y nada de aquello que los personajes tienen a su espalda. Me parece que la preocupación por el pasado de los personajes es una idea del cine del pasado. Me gustan mucho las películas de Wong Kar Wai, en las que puedo entender muy bien las emociones de los personajes sin saber nada de ellos.
–Aunque hay ecos de Ultimo tango ..., la mujer es aquí mucho más fuerte que el hombre ... –Ultimo tango en París se hizo en un momento en que el movimiento feminista estaba cobrando fuerza, y recuerdo incluso que fui llevado a juicio por una denuncia de un grupo feminista. No lo sé, quizá mi visión de la mujer ha cambiado desde entonces, quizá mis hormonas han cambiado (se ríe), pero lo cierto es que siempre envidié a esos directores que tienen la fama –muy merecida, por cierto– de ser excelentes directores de actrices, como Bergman, por ejemplo.
–¿Cómo piensa que seguirá de ahora en más su cine?
–Estoy trabajando ahora en un proyecto que se titula Heaven and Hell (Cielo e infierno), sobre Gesualdo de Venosa, el sublime compositor napolitano del siglo XVI. Igor Stravinsky lo adoraba, compuso incluso una obra en su homenaje, pensaba que Gesualdo había anticipado ideas musicales de nuestro siglo. En fin, que hasta hace un año, antes de Besieged, había pensado hacerlo en la misma escala de mis grandes producciones, pero ahora querría filmarlo de la misma manera en que hice esta película, con la misma ligereza de equipaje. Claro, voy a tener que afrontar el problema de los decorados y el vestuario, pero por lo demás me gustaría ser capaz de ser contemporáneo de esos rostros, esos cuerpos, poder ubicarme en el presente de 1590 como en el de 1998.

 

Un trabajo sobre las mezclas

–La fotografía de Besieged es muy arriesgada, sobre todo considerando que es un film originalmente producido por la televisión. ¿Qué le pidió específicamente a su iluminador?
–Conocí al director de fotografía, Fabio Cianchetti, a través de mi hermano, Giuseppe, que había hecho con él tres películas y me lo recomendó mucho. Lo que le pedí fue, en primer lugar, que no pensara demasiado, que no hiciera una iluminación muy elaborada. El venía de hacer comerciales y videoclips, esa clase de trabajos, pero le pedí exactamente lo contrario: “Tenemos que volver a los orígenes”, le dije, “cuando en el cine la oscuridad era realmente profunda y cuando la luz del sol era cegadora”. Sobre todo, le pedí que la fotografía no tuviera un estilo “elegante”, en absoluto. Y además hice algo que, unos años atrás, yo no solamente no habría hecho, de ninguna manera, sino que hubiera descalificado de manera terminante a cualquiera que lo hiciera. En Besieged mezclé, por primera vez, todo tipo de movimientos de cámara: el travelling sobre ruedas, la cámara en mano, la steadycam, algo muy difícil, pero que después me ayudó mucho a resolver mi editor, Jacopo Quadri. Es que en realidad Besieged es una película sobre las mezclas. Las mezclas de cultura y de músicas: de Mozart a Papa Wemba, pasando por John Coltrane...

 

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