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"Esto es como el cabezazo de Orteguita", comparó ayer ante Página/12 un miembro del Comité Nacional del radicalismo. No hablaba de Ortega Ramón sino de Ortega Ariel, cuando en el partido de la Argentina contra Holanda convirtió en foul la desesperación por una victoria que no llegaba. Pero en realidad hablaba de Alvarez Chacho, que protagonizó el ataque más fuerte contra Fernando de la Rúa desde la formación de la Alianza. Después de los violentos escarceos de la semana el tema se puede plantear en términos casi radicales: la pregunta es si, en el futuro, la coalición se dobla pero no se rompe. Las sensaciones son claras a uno y otro lado de la Alianza. Los radicales dicen que Chacho mencionó un "sistema de corrupción del delarruismo" porque Graciela Fernández Meijide estaba detrás de De la Rúa en las encuestas para las primarias de la Alianza del 29 de noviembre. El Frepaso ofrece, en cambio, este argumento: si no carga ahora contra la política asociada a las cajas negras, después será tarde. O este otro, primero de Juan Pablo Cafiero y después de Alvarez: si ahora el Frepaso debe tolerar la corrupción, ¿qué sentido tuvo que los disidentes de Menem formaran el Grupo de los Ocho y abandonasen el peronismo? Como es natural, detrás de cada posición hay lecturas propiamente políticas. El Frepaso parece convencido de que la interna de la Alianza es parecida a la pelea entre Carlos Menem y Antonio Cafiero en 1988. El que ganara sería, seguro, Presidente, porque Eduardo Angeloz no lograría levantar la imagen penosa de los últimos días del gobierno radical. Por eso juega fuerte ahora. Intuye que un triunfo en 1998 asegura la victoria del '99. O señala, con más modestia ante el peronismo, que Graciela es mejor candidata porque ya le ganó a Duhalde y por eso es la única chance opositora. En el fondo, también, la jugada de Alvarez es una gran maniobra de diferenciación. Los dos precandidatos comparten equipos económicos, una absoluta moderación frente al establishment y una extraordinaria vocación para tejer lazos en el exterior. Cuando busca diferencias, De la Rúa dice que a él lo conocen y que, además, ya gobierna. Graciela sostiene que si el proyecto se parece, vale el carácter. El suyo. Y la decisión. La suya. Sin Menem al frente, sin proyectos distintos y con De la Rúa todavía encima en las encuestas, el imperativo de la diferenciación es mayor para el Frepaso que para la UCR. No puede apelar a las armas del peronismo --por ejemplo, recordar la híper-- porque desgastaría las bases de la Alianza y no sólo las de la UCR. Si quiere hacer publicidad negativa, su único blanco es De la Rúa; su tema, el que más éxitos ha dado al Frepaso, la corrupción. ¿Puede erosionar al jefe de Gobierno? "El Frepaso es fuerte hablando de corrupción", dice el consultor Enrique Zuleta. "Es creíble: la gente siente que Chacho y Graciela no tienen nada que perder cuando hablan de ética, y si insisten en acusar a De la Rúa pueden afectarlo." Pero no está seguro de que ese desgaste, finalmente, se produzca. "Esta no es una elección decidida de antemano", dice sobre la interna de noviembre. Los dos partidos disponen de números que muestran a Graciela muy fuerte en la Capital Federal y el Gran Buenos Aires, y a De la Rúa más fuerte en el interior. Aunque reconocen que es difícil medir la intención de voto para una interna que no tiene ningún antecedente igual --las anteriores son de partido, no de coalición--, registran que el radical aventaja a la frepasista a nivel nacional. La UCR busca conservar la diferencia y recomendó a su candidato que se quede tranquilo. "No hay que hacer olas", dice un asesor que le dijo. "La gente, más allá de los más informados, no registra las denuncias del Frepaso tanto como se cree", asegura a Página/12. "Y hasta empieza a recibir con simpatía la imagen de De la Rúa como un tipo aburrido: no gobernará con sobresaltos." El Frepaso quiere nacionalizar sus críticas porteñas en un doble juego: * Por un lado, como no tiene figuras fuertes en el interior, donde la superioridad del aparato radical es apabullante, aspira a llevar la agenda municipal hasta el último pueblito. Que las críticas al Gobierno de la Ciudad queden como una metáfora del candidato de la UCR. * Por otro, si no logra torcer los números en el interior busca aumentar aún más la diferencia en la Capital y el Gran Buenos Aires para que vuelquen el resultado nacional. No está claro que consiga la nacionalización. Para imponerla debería exagerar la realidad, y no sólo criticarla, y los propios frepasistas admiten que las cosas en la ciudad no equivalen al modelo nacional del robo para la corona. Nadie apunta que exista una estructura de corrupción con De la Rúa como boss, y el propio jefe de Gobierno desalienta este argumento si se desprende de los sospechados. Limitado por esta realidad, y por la subsistencia misma de la Alianza, el Frepaso puede tropezar con otro obstáculo más: si no consigue nacionalizar la crítica ni aumentar sus votos en Buenos Aires, el efecto de la campaña será neutro para la interna y tal vez no hacia afuera. "Si De la Rúa se deteriora en la Capital y el conurbano quedará favorecido el voto justicialista", dice el consultor Hugo Haime. "Hoy en la Argentina no hay nadie que crea que De la Rúa no es ético, y esto obliga a Fernández Meijide a llegar a los no afiliados, a los independientes, con una propuesta de futuro que explique por qué su triunfo puede cambiarle la vida a la gente." Ninguno de los protagonistas, y tampoco los analistas, se plantean seriamente la ruptura de la Alianza. Quizás porque saben, como dijo anoche Rodolfo Terragno, que "la Alianza es aún más importante que la UCR o el Frepaso".
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