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“Ganar asegura cohesión”
D’ALEMA, LA PATA IZQUIERDA DEL OLIVO ITALIANO

El martes llegará a la Argentina,  donde se convertirá en un referente de la Alianza. Antes, el jefe de los Demócratas de Izquierda habló en Roma con Página/12.


Por Claudio Tognonato desde Roma

t.gif (67 bytes) “La experiencia tan original de la Alianza demuestra que el centroizquierda puede recoger el consenso de los ciudadanos”, dice Massimo D’Alema. Metódico, preciso, ordenado, el jefe de los Demócratas de Izquierda, el ex Partido Comunista Italiano, dialogó con Página/12 en Roma antes de viajar a la Argentina, adonde llegará el martes para entrevistarse con organismos de derechos humanos, con Eduardo Duhalde, con Carlos Menem y, sobre todo, con los máximos dirigentes de la Alianza, una coalición que ha declarado inspirarse en el Olivo italiano, actualmente en el gobierno. Antiguo estudiante de Filosofía en Pisa, ex periodista profesional, a los 48 años D’Alema conserva aún ese aire un poco pedante de primero de la clase. Pero si se logra no irritarlo hasta puede llegar a ser simpático.
–En la Alianza hay conflictos antes de llegar al gobierno. El Olivo está en el gobierno desde hace dos años y medio y sigue unido. ¿Por qué?
–Ganar las elecciones representa en sí mismo un gran elemento de cohesión. El Olivo ganó porque tenía un proyecto y una idea de gobierno para Italia. Nuestro rumbo es claro: la construcción de Europa, que ya ha comenzado con la moneda única, pero que no puede detenerse allí. El Olivo, además, no es solamente una alianza política. Es también una idea de bloque social: nace de la convicción de que las grandes fuerzas productivas, modernas, del país deben colaborar para vencer el desafío de la modernización de Italia. Hoy la gran urgencia es que crezca el empleo.
–¿Europa está más o menos neoliberal?
–Menos. Europa ha cambiado. La derecha agresiva y arrogante ha sido derrotada por una izquierda vital y fuerte, aunque es cierto que la derecha mantiene un peso consistente en la sociedad y en la cultura. Hoy nos toca a nosotros dar respuestas a las demandas de valores, de seguridad y de futuro. Tenemos que demostrar que es posible ir adelante, modernizar muestras sociedades sin que nadie quede fuera del camino. La fuerza de la izquierda debe representar esa esperanza. En Austria, Bélgica y Luxemburgo hay gobiernos de centroizquierda compuestos por socialistas y populares. En Holanda, el centroizquierda de socialistas y liberales. El Nuevo Laborismo de Tony Blair se define como una fuerza de centro-centroizquierda. La Majorité plurielle en Francia no es una alianza de izquierda de tipo tradicional. No sé qué sucederá en Alemania, pero partimos de esta realidad: el centroizquierda es la forma más difundida de gobierno en muchas partes del mundo.
–¿Cuál es el color que le aporta Italia?
–En nuestro caso el centroizquierda es el resultado del encuentro entre el mayor partido de la izquierda con la fuerza política que se encarna en la cultura católica más abierta, con los ecologistas y con las fuerzas moderadas menores. Todos han contribuido a salvar el país cuando estábamos a un paso de la bancarrota.
–¿Qué tienen en común?
–En esta época es imposible gobernar un gran país desarrollado sin una síntesis entre las culturas de la solidaridad, de la cohesión social, de las nuevas oportunidades, por un lado, y por otro la cultura del mercado y de la competencia.
–¿Por qué cambiaron de Partido Democrático de la Izquierda a Demócratas de Izquierda?
–Queremos construir un nuevo partido capaz de ser un lugar de encuentro entre distintas culturas: aquella ligada a la mejor tradición del Partido Comunista italiano, con aquella de los cristianos sociales, con la cultura laica y la socialista y ecologista. Estamos trabajando para construir un gran partido culturalmente plural e innovativo en sus ideas y en susformas, capaz de hacer confluir a la izquierda italiana con un proyecto continental y mundial.
–El diario Corriere della Sera lo definió a usted como “despreocupada y radicalmente anticomunista”. ¿Acertó?
–No leo demasiado los diarios. Si alguien escribió una estupidez tan grande, he tenido la suerte de no leerla.
–Usted suele hablar de “Estado regulador”. ¿Contra la globalización?
–La globalización no es en sí misma un monstruo. Y además podemos afrontar el desafío. Ya lo hemos hecho cuando la mejor izquierda enfrentó el reto de la primera revolución industrial. Nosotros mismos hemos sido de los primeros reformistas que se esforzaron por mantener unidas las razones del desarrollo con las razones de la libertad, de los derechos sociales y de la dignidad de las personas, y que fueron capaces de gobernar el progreso y enfrentar las contradicciones, aprovechando las potencialidades para favorecer el crecimiento humano, el bienestar y la civilización. Para eso está la izquierda. Los beneficios del mercado global en términos de mayor crecimiento y de bienestar se perderán rápidamente si no quedan integrados en instituciones capaces de gobernarlo y de regularlo. Sin reglas –como ha sucedido en Rusia– se cae en períodos de crisis que pueden llegar a ser muy profundos.
–¿En qué eje se ubica el Olivo? ¿El francoalemán o el angloamericano?
–Ideas de este tipo forman parte de otra época. Queremos favorecer la cooperación, la integración y el intercambio incluso con otras partes del mundo, empezando precisamente con América latina. ¿Qué clase de izquierda moderna seríamos si no nos pusiésemos el problema de la construcción de instituciones supranacionales, a nivel europeo y mundial, en un nivel capaz de sintonizar con los procesos de transformación del mundo?
–Ustedes son miembros de la Internacional Socialista. ¿Quieren una Internacional Reformista?
–Buscamos un diálogo entre gente que viene de distintos reformismos y distintos continentes, y que se inspira en una visión democrática de centroizquierda. Hablo de la izquierda democrática, el socialismo, los demócratas americanos y otros componentes reformistas y católicos. Esto no significa una nueva organización ni la disolución de los grandes sujetos o las grandes identidades de la historia de la política mundial. La caída del comunismo no arrastró a la izquierda ni agotó la experiencia socialdemócrata.

 

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