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Por Eduardo Febbro desde París Converso de rojo a verde. Daniel el terrible, Dany el rojo, Dany el anarquista libertario: Daniel Cohn-Bendit, el líder del movimiento estudiantil francés de Mayo del 68, vuelve a su país de origen. El exiliado de Mayo tiene unos años más, casi 50, la misma energía de siempre y una etiqueta política cambiada. En Alemania, país de su exilio, Cohn-Bendit echó raíces en la tierra de los verdes. En 1994 salió electo diputado europeo y ahora está por empezar en Francia, su país natal, una nueva carrera política bajo la bandera ecologista. Hace apenas un año, cuando Cohn-Bendit ofreció sus servicios a los verdes franceses, lo recibieron con una clemente sonrisa. Demasiado provocador, incontrolable, excesivamente ambicioso, el erradicador así lo apodan sus aliados era, a lo sumo, una figura simpática en el panteón de la historia. Miembros de la coalición rosa-rojo-verde que gobierna Francia desde 1997, los ecologistas no necesitaban ni símbolo ni apoyo exterior. Tanto más cuanto que habían entrado a los salones del poder por la puerta grande obteniendo el Ministerio de Medio Ambiente en el gobierno de Lionel Jospin. Dominique Voynet, la líder de los verdes y ministra de Medio Ambiente que sacó al ecologismo francés de las catacumbas, no quiere ni oír hablar del revoltoso Daniel. No lo conoce, no son aliados y siempre detestó la manera en que Cohn-Bendit trataba a sus colegas de París cuando era intendente adjunto de Francfort. Para Cohn-Bendit, la ecología en Francia estaba en manos de atrasados mentales que vivían a años luz de la realidad del poder y del auténtico militantismo. Pero en los campos de la naturaleza todo cambia con el viento. Las semillas vuelan y se mezclan en el jardín de al lado. Confrontados a la triple necesidad de formar una lista para la consulta europea, de obtener resultados significativos a fin de demostrarle a Lionel Jospin cuánto pesan los ecologistas en el seno de la mayoría plural y, por último, de encontrar una figura carismática, los verdes empezaron a mirar a Daniel el Terrible con cierta simpatía. Si Cohn-Bendit es, como él mismo lo admite, incontrolable y un mal hombre de partido, los electores lo aplauden de pie cuando aparece en los meetings. Atrae como las abejas a un sector electoral que, por encima de todo, detesta el consenso y considera al gobierno de Jospin como una olla tibia. El hombre sigue siendo el lobo feroz que espanta a las ovejas y despierta a las gallinas. En una entrevista del vespertino liberal Le Monde, Cohn-Bendit acusó al gobierno de prácticas hegemónicas, al Partido Socialista de ser oportunista y a los comunistas de nacionalismo. Un garrote sobre cada cabeza. Tentados por necesidad los ecologistas procedieron a una última verificación antes de incorporar a Cohn-Bendit a su jardín. A través de su agencia de comunicación realizaron un sondeo de opinión con resultados desconcertantes: Cohn-Bendit es el candidato de papá y mamá del 68 y un poco menos el de los jóvenes de 25 años. Y en el terreno de la izquierda liberal su aporte es considerable. El gran agitador de Mayo y, ahora, de los campos franceses, tiene muchas cartas en la mano: una imagen ideal, un discurso proeuropeo, una historia fuerte y un estilo contestatario que ignora todos los códigos establecidos. De hecho, con ese discurso ecologista, de izquierda y, sobre todo, proeuropeo, Cohn-Bendit puede morder una vasta franja del electorado del PS. Como la política es el arte de las paradojas, esa posibilidad no aterra a Lionel Jospin ... aunque sí a los socialistas. Cohn-Bendit es a la vez un adversario inmediato y un aliado a largo plazo en su proyecto de reconstruir la izquierda. Irreprochable, más osado e imaginativo que Voynet, más seductor y con un discurso perfectamente estructurado, Cohn-Bendit puede recuperar a la izquierda roja que percibe al PS como tímidos evangelistas. En el casode una elección presidencial, un aliado así vale oro electoral. Justo 30 años después de Mayo del 68, su más decisivo protagonista vuelve a la escena política nacional: dejó los adoquines en la historia y en su lugar exhibe filosas tijeras de jardinero.
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