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Por Juan Pablo Bermúdez La globalización del fútbol llegó a Cuba. De la mano de sponsors franceses, ávidos de conquistar un nuevo banco de futuras estrellas, el deporte de la pelota crece a pasos agigantados en la isla caribeña. Con la mira puesta en el Mundial del 2002, los dirigentes cubanos no sólo se propusieron desarrollar al máximo las posibilidades de sus futbolistas, sino que además ya incursionan en la exportación de jugadores al continente europeo: a Lázaro Darcourt Martínez, la figura del seleccionado desde hace ocho años, que juega en el Olympique de Marsella, se le suma ahora el volante Osmín Hernández, que también está entrenando a prueba en el club galo. Mientras tanto, la gente llena las canchas y se entusiasma cada vez más con los goles y las gambetas. Hasta hace unos pocos años, el fútbol casi no existía en Cuba. Seducidos por deportes más norteamericanos como el béisbol herencia de los años anteriores a la revolución o menos populares como el voley, los responsables del desarrollo deportivo de la isla concentraban todos sus esfuerzos en ellos y en el atletismo, el boxeo y otras disciplinas con las que han ganado decenas de medallas en Juegos Olímpicos y en Panamericanos. Si bien se practica hace 34 años, el fútbol no encontraba un espacio propicio para alcanzar una dimensión parecida ya no a la de las potencias sudamericanas como Argentina y Brasil, sino a la de sus vecinos México, Costa Rica y Jamaica. Sin embargo, de a poco, comenzaron a darle importancia. Una de las claves fue instalarlo como Disciplina Básica Deportiva en las escuelas. De esa manera consiguieron no sólo que los jóvenes se interesaran en él y lo practicaran desde chicos, sino también que la gente empezara a percibir que podía tener un lugar en la isla. Incluso las visitas de Diego Maradona todo un ídolo en la isla también ayudaron a despertar la curiosidad de los caribeños. Dos años después de esa movida, ya son más de cincuenta mil los juveniles que lo practican. El presidente de la Asociación de Fútbol de Cuba (AFC), José Francisco Reinoso Zayas, se muestra muy contento con los resultados obtenidos: El fútbol es más popular que nunca en Cuba y ha perdido finalmente su imagen de desamparo. Existe un verdadero ambiente de búsqueda de nuevos horizontes recompensado también por el crecimiento en la cantidad de espectadores. Los números le dan la razón. En sólo un año pasaron de algo más de dos mil personas en las tribunas a veinticinco mil en los partidos más importantes de la liga. Pero más allá del empeño de los dirigentes, hubo un hecho que resultó clave en este crecimiento: el arribo de un anónimo sponsors francés. La primera medida fue contratar a Jacques Castillaña, un director técnico con algo de experiencia en clubes de primera y segunda divisiones francesas. El mismo entrenador le agrega un halo de misterio a su función al aclarar que no recibe un peso del Estado cubano, sino que todos sus gastos son solventados por este misterioso auspiciante. Al respecto se ha acordado guardar silencio, es toda su respuesta cada vez que lo consultan. Recomendado por la FIFA y la Federación Francesa de Fútbol, Castillaña tiene la difícil pero no imposible misión de llevar a Cuba a los primeros planos del mundo futbolero. Su contrato es por cuatro años y el objetivo, por supuesto, es el Mundial de Japón-Corea 2002. El espejo en el cual se miran para animarse a la empresa es Jamaica, otra isla del Caribe que este año logró la mayor proeza futbolística de su historia al clasificarse para la fase final del Mundial de Francia. Reinoso Zayas declaró, después de la eliminación de Cuba de la Copa de Oro que se disputó en febrero en Estados Unidos, que nos faltó experiencia internacional. Deberíamos mandar al seleccionado a jugar más partidos al extranjero, pero nos faltan recursos. Pero por otro lado, el ejemplo de Jamaica nos infunde valor. Ese torneo también sirvió para de alguna forma insertar a Cuba en el ambiente. Si bien la actuación del equipo fue bastante mala perdió sus dos partidos, 3 a 0 contra Estados Unidos y 7 a 2 contra Costa Rica, el mundo pudo apreciar, televisión mediante, a un conjunto dotado técnicamente, con algunas buenas individualidades, pero casi infantil a la hora de jugar. Además el saldo no fue del todo negativo: terminado el campeonato, el Olympique de Marsella contrató a Lázaro Darcourt Martínez, la figura del seleccionado, marcando así un hito histórico al ser el primer futbolista cubano que se fue a jugar fuera de su país, y que aporta parte de su sueldo anual de 250.000 dólares a la caja de la Asociación. Merced al buen desempeño del delantero, ahora también el club francés se llevó a prueba pero con muchas posibilidades de ser incorporado definitivamente según Reinoso Zayas al mediocampista Osmín Hernández, de buen desempeño en la Copa de Oro. En apenas unos meses, los jugadores cubanos pasaron de ser casi aficionados a observados por representantes e intermediarios del fútbol del Primer Mundo como Javier Soleo, un buscador de nuevos talentos para el Real Madrid que se pasó todo el último campeonato transitando las canchas de Santiago, Pinar del Río y Villa Clara, los equipos más fuertes de la isla. Todos estos hechos se conjugaron para despertar la pasión de la gente. Además del aumento en la cantidad de hinchas en las pequeñas tribunas de los estadios, el Mundial de Francia desató un fuerte interés en los cubanos, al punto tal que la televisión estatal se vio obligada a transmitir la mayoría de los partidos del torneo. A través de un ciclo especial se pudieron ver 54 partidos. El número de televidentes superó todas las expectativas: se calcula que los encuentros fueron vistos por más de tres millones y medio de personas, mientras que el Mundial de Estados Unidos, en 1994, fue seguido por apenas un millón. Tal vez ése fue el factor decisivo para transformar la sospecha en certeza: el fútbol tenía mucho público. Atenta a esto, la AFC impulsa cada vez con más fuerza este todavía incipiente crecimiento. Y para ello adecua las reglas del negocio a su realidad. El sistema del campeonato contempla la participación de los seis mejores conjuntos de los últimos dos años, por lo cual no todos participan siempre. El torneo oficial es la Supercopa de Campeones, y el fixture está organizado para que se jueguen tres partidos en un mismo día en el mismo estadio. De esa forma, los espectadores abonan sólo un peso cubano para presenciar los tres encuentros. Esa es una manera de lograr cada vez más personas, comenta Reinoso Zayas. El último torneo fue ganado por tercera vez consecutiva por el Villa Clara, el conjunto mejor formado y con mayor trayectoria. De allí salieron Darcourt Martínez y Hernández, y además cuenta en su plantel con la nueva promesa del fútbol de la isla: Ariel Alvarez Leyva, autor de los goles decisivos de su equipo en la final frente a Pinar del Río. El fútbol de Cuba empieza a pedir permiso tímidamente en los grandes escenarios del deporte. Con Jamaica como referente, concentran todo su esfuerzo en el 2002, donde se ven como protagonistas. Un sueño que, a las puertas del próximo milenio, no parece imposible de cumplirse.
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