|
Por Eduardo Fabregat Más allá de cualquier consideración, cualquier análisis de los detalles, existe una conclusión fundamental: Los Caballeros de La Quema acaban de vivir su noche de más intensa gloria. Al cabo de cuatro discos y varios años de concienzudo trajinar de escenarios, finalmente el grupo vocalizado por Iván Noble recibió el cálido abrazo del público que en el medio local ha encumbrado a propuestas que, aun con sus diferencias formales o estilísticas, pueden ser consideradas similares, como Divididos, La Renga o Patricio Rey y sus Redonditos de Ricota. Ya desde el anterior disco, Perros, perros y perros, los Caballeros merecían inclinar la pulseada en la eterna lucha por un lugarcito en el escenario, en la difusión radial, en el cariño de la gente. A la luz de los acontecimientos, ese disco fue la base, y La paciencia de la araña terminó por encender la mecha. Y así, en la helada noche del sábado todas las expectativas del grupo, aun las más optimistas, fueron desbordadas por una respuesta --primero en número, luego en fervor-- abrumadora. Y es justicia. El geométrico crecimiento de convocatoria del grupo (hace un par de meses, en Cemento, se registraron dos mil entradas vendidas), además, no tiene que ver con una movida estratégica de actitud, una maniobra de marketing... aun cuando existan quienes los "acusen" de "dejar" que sus temas suenen en radios que no son "del palo". La paciencia... no es demasiado diferente de su disco anterior --y eso no debe entenderse como un comentario adverso--, pero algo hizo que el público finalmente abriera sus oídos a un grupo que viene luchando desde comienzos de los 90 con el ya mítico demo Primavera negra. En el estadio cerrado del parque resultó evidente que la primera causa debe buscarse por algo que ya existía en el grupo, pero que quizá ahora haya encontrado su punto ideal de refinamiento: su capacidad para redondear estribillos ganadores. En una reciente entrevista con el suplemento joven de este diario, Noble buscó un paralelismo futbolero al comparar ciertas canciones con el estilo de Ramón Medina Bello, el ex delantero de River que se caracterizaba por ver el arco y pegarle. "Algunas van al ángulo; otras se van a la tercera bandeja", cerró el cantante. En el show, cinco canciones del flamante disco convirtieron al lugar en una caldera. Y "Huelga de princesas", "Todos atrás y Dios de 9", "Oxidado", "Cerrá bien cuando te vayas" y "Avanti morocha" terminaron inflando la red. Entre tanta euforia, camisetas al viento, banderas que manifestaban con orgullo el lugar de procedencia y el inevitable clima festivo que rodea a un logro alcanzado, los Caballeros se vieron sin embargo expuestos a algún pecado. El principal de ellos tiene que ver, en realidad, con el lugar: no es novedad que Parque Sarmiento puede convertirse en una bolsa de gatos --o, para apelar a un animal tan caro a la banda, de perros--, y, si la banda alcanzó cierta claridad sonora en las canciones de menor potencia, a la hora de darle salida al material más adrenalínico hubo que lidiar con todas y cada una de las imperfecciones de un gimnasio que consigue hacer pensar en el Luna Park o a Obras como lugares de excelente acústica. Pero, además, el grupo no pudo eludir una tentación común a cualquiera que afronta su primer compromiso grande, y se abocó a una lista de temas que sobrepasaba la treintena, y que al cabo resultó excesiva. En la larga velada, de cualquier modo, hubo suficientes motivos para
festejar como para quedarse en un reproche por exceso de entusiasmo. Tomando su obra más
reciente como base, Los Caballeros miraron hacia atrás con buen tino en "Jodido
noviembre", "Sangrándonos", "Carlito" y el añejo
"Primavera negra", propiciaron la participación de Gieco en "Madres"
y "Hasta estallar" y desataron otra ovación al presentar a Ricardo Mollo para
"No chamuyés" --donde el sonido se ensañó con la guitarra del integrante de
Divididos-- y una galopante versión de "La rubia tarada". Está claro que la
banda abreva en las mismas canteras musicales que visitaron Sumo o los Redondos, pero eso
no le impide desarrollar una identidad propia. El sábado, al fin, Los Caballeros de La
Quema descubrieron que esa identidad tiene respaldo. Y es suficiente. |