Por Fernando Cibeira
Ahora que a nadie
le importa demasiado cuándo se mostrarán en público Menem y Duhalde, el interrogante de
las puestas en escena se trasladó a la Alianza. La incógnita está puesta con qué cara
se mirarán en las ocasiones que los líderes de la coalición opositora deberán
mostrarse juntos durante esta semana. Porque, pese a los gestos de conciliación ensayados
ayer, en el Frepaso y en la UCR nadie retrocede y el conflicto interno sigue en pie.
Fernando de la Rúa convocó para hoy a una reunión de la conducción nacional del
radicalismo para fortalecer su candidatura con un respaldo institucional a su conducción.
Carlos "Chacho" Alvarez aclaró que no quería seguir agitando las aguas, pero
también pidió que "no se minimicen" sus denuncias por corrupción de
funcionarios delarruistas. Y hasta ahora los diputados porteños que lo siguen están
dispuestos a promover una comisión investigadora en la Legislatura. El jueves Graciela Fernández Meijide y De la Rúa se verán en Mar del
Plata en un encuentro de los empresarios de IDEA. Un día después, los cinco principales
dirigentes aliancistas se reunirán para dialogar con el arquitecto de la gobernante
coalición italiana Olivo, Massimo D'Alema. Ambas escenas eran previstas hace pocos días
por las aliancistas como instancias para aumentar su prestigio. Ahora las esperan con
recelo. En uno y otro sector especulaban con la posibilidad de un diálogo previo para
limar asperezas y no mostrarse tensos en público, pero ayer había quienes descartaban
esa posibilidad casi con el mismo énfasis.
Desde la fría Necochea, donde realizó una visita de campaña, De la
Rúa aclaró anoche los motivos de su repentina convocatoria a la cúpula radical.
"Vamos a analizar qué significa todo esto que está pasando, porque no es cuestión
de lanzar agravios y, después, decir lo contrario cuando se habla en privado",
lanzó, demostrando que no está dispuesto a olvidar lo que sus aliados dijeron de él
así como si nada. Entonces habló también de las "actitudes que se asemejan al
menemismo" que muestra el Frepaso, con "mañas de la vieja política" que
se traducirían en "la confrontación por la confrontación misma basada en la
mentira".
En tanto, en el Frepaso parecían buscar la mejor forma de disipar la
polvareda levantada por la sorpresiva ofensiva iniciada el miércoles por Chacho Alvarez,
luego de que la secretaria del ex escribano de la Ciudad, Jorge Gómez, señalara a varios
funcionarios municipales como implicados en maniobras de corrupción. Alvarez explicó que
no tenía sentido insistir con el tema porque se corría el riesgo de que la gente
presintiera una virtual fractura en la Alianza, aunque no se mostró dispuesto a
retractarse de una sola de sus recriminaciones. "Que no se minimice estas cuestiones
que no son temas coyunturales de la interna. Si no se cree en la política es por los
temas de la corrupción", analizó.
Igual quedó en claro que trató de bajar los decibeles: ayer a la
noche en el programa "Bajo Palabra" que conduce Joaquín Morales Solá, dijo que
se conformaba con que De la Rúa anunciara que iniciaría una causa administrativa contra
los funcionarios señalados, algo que el jefe de gobierno viene anticipando para el caso
de que se confirmen las declaraciones de la secretaria de Gómez. De la Rúa lo expresó
así en un reportaje publicado ayer mismo en Página/12.
La candidata Graciela Fernández Meijide, que mantuvo un perfil
prudente (en todo caso más prudente que Alvarez) en el conflicto, también tocó la
melodía del medio tono. "No voy a decir nada más. Lo que había que decir ya se
dijo y, ahora, hay que esperar que actúen tanto en el propio gobierno porteño como en la
Justicia", estimó.
Es que, dentro del Frepaso, consideraban que el tema había quedado
suficientemente instalado y que la estrategia de diferenciación ya había dado sus
frutos. "A Graciela le fue muy bien en la calle el fin de semana", argumentaban.
Lo que no les gustaba era que se interpretara que Chacho había salido tan fuerte con la
única intención de obligar a De la Rúa a sentarse a negociar la ingeniería política
de la coalición, uno de los temas que más preocupa a los frepasistas. "Eso ya
está", sostenían cerca de Alvarez. Y agregaban: "La ingeniería está lista y
sólo falta que De la Rúa dé el sí". Como prueba de sus dichos, contaban que el
jefe de campaña delarruista, el diputado Rafael Pascual, había llamado al jefe de
campaña de Meijide, el también diputado Rodolfo Rodil, para comunicarle que tenía el
aval del jefe de gobierno para sentarse a negociar. Pero la versión fue desmentida por
ambos.
Pero lo que sigue sin quedar en claro es cuál será la instancia en
donde radicales y frepasistas se sienten a dirimir sus diferencias, algún lugar más
apropiado que sobre la mesa en la que almorzarán con el prestigioso D'Alema. En un
solitario esfuerzo, el radical Rodolfo Terragno siguió ayer intentando sacar del arcón
de los recuerdos al Grupo de los Cinco, que reúne a la conducción aliancista. Según su
contabilidad, en los últimos días habló como cinco o seis veces con De la Rúa, otras
tantas con Graciela y también con Alfonsín y con Chacho. En un principio, todos
parecían más o menos dispuestos. Pero en Necochea, De la Rúa descartó que una cumbre
de ese tipo pudiera realizarse en los próximos días.
Con todo, hay puntos en los que no existe disenso. Todos descartan la ruptura, la
postergación de las internas abiertas del 29 de noviembre e, incluso, la posibilidad de
presentarse separados a las elecciones presidenciales del '99 para después unirse en el
ballottage. Pero el cruce de esta semana causó heridas que tardarán lo suyo en
cicatrizar, aún entre quienes se creía amigos. Según comentaban sus voceros, el ex
presidente Raúl Alfonsín evitó participar anoche del programa de televisión al que
asistió Chacho Alvarez porque "no sabía bien con qué le podía salir".
Claves
* Carlos "Chacho" Alvarez desató la polémica el jueves
pasado cuando denunció "un sistema de corrupción dentro del delarruismo".
* Los radicales atribuyeron las declaraciones al "miedo a
perder" del dirigente frepasista.
* El sábado y el domingo subió el tono de las acusaciones recíprocas
llegando al mayor nivel de enfrentamiento desde que se formó la coalición.
* Todo ocurre en un momento de fortalecimiento de la candidatura de
Eduardo Duhalde.
* Ayer a la noche Alvarez intentó bajar los decibeles de la disputa.
Pero los legisladores porteños del Frepaso quieren que la Legislatura investigue la
gestión de De la Rúa.
* A su vez, los radicales han convocado al Comité nacional a una
reunión especial en la que se espera un firme apoyo a De la Rúa y una fuerte crítica a
sus aliados.
* De todas formas, las primeras líneas de la UCR y del Frepaso coinciden en señalar
que no es posible disolver la Alianza y esperan poder mostrar una imagen de unidad durante
una semana en la que tienen que compartir dos espacios públicos: el coloquio de IDEA en
Mar del Plata y una reunión con el dirigente del Olivo italiano, Massimo D'Alema.
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LAS CINCO CAMPANAS DE LA CRISIS OPOSITORA |
"Hay que tener serenidad"
Raúl Alfonsín: "Con estas cosas la sangre no debe llegar al
río. Antes de las elecciones internas es común que haya alguno que otro entredicho pero
no debe llegar al nivel de ofender a nadie. Creo que todo se va a resolver. Hay que tener
serenidad para no hacerle daño a la Alianza".
"Que actúe la Justicia"
Graciela Fernández Meijide: "Me preocupan las cosas que pasan
en Buenos Aires. Pero no voy a decir nada más, lo que había que decir ya se dijo. Ahora
hay que esperar que actúen tanto el propio gobierno porteño como la Justicia y seguir
construyendo nuestra relación dentro de la Alianza".
"Actitudes menemistas"
Fernando de la Rúa: "Aquí no es cuestión de lanzar agravios
y después decir lo contrario en privado. El Frepaso está tomando actitudes que se
asemejan al menemismo. Son mañas de la vieja política que consisten en la confrontación
por la confrontación misma basada en la mentira".
"No seguir agitando"
Carlos "Chacho" Alvarez: "Que no se minimicen estas
cuestiones que no son temas coyunturales de la interna. Igual, no hay que seguir agitando
las aguas porque si seguimos discutiendo la gente ya ve que se transforma en sinónimo de
la posible fractura de la Alianza".
"Todos somos responsables"
Rodolfo Terragno: "Todos somos responsables de esta situación
desafortunada, empezando por los que estamos en la conducción de la Alianza. Si el Grupo
de los Cinco estuviera reuniéndose regularmente y hubiera un teléfono rojo habilitado,
esta crisis no hubiera ocurrido".
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LA INVESTIGACION EN LA LEGISLATURA ES UN FOCO
DE CONFLICTO
El Frepaso quiere seguir adelante
La
legislatura porteña puede dar en la semana que hoy comienza la medida de si existe entre
los miembros de la Alianza opositora voluntad para desescalar el conflicto que los
enfrenta. Por ahora y, más allá de los paños fríos que intentó poner ayer a la noche
el diputado frepasista Carlos "Chacho" Alvarez, parece que no. Los legisladores
frepasistas manifestaron a Página/12 su voluntad de seguir adelante con la
investigación de los presuntos casos de corrupción en la Comuna.
En declaraciones a Página/12, el legislador porteño Abel
Fatala --quien suele ser la más indiscutida correa de transmisión de la conducción de
"Chacho"-- ratificó la decisión del Frepaso de continuar adelante con la
investigación, "más allá de que se conforme, en forma consensuada y proporcional,
una comisión ingestigadora" de los casos de corrupción en la Comuna. La
precandidata presidencial Graciela Fernández Meijide avaló la creación de dicho cuerpo.
El viernes por la tarde, cuando la interna de la Alianza recrudecía,
el bloque de legisladores frepasistas se reunió con la titular de la bancada radical,
Gabriela González Gass, y le comunicó su decisión de solicitar la conformación de la
comisión, hecho que puso de muy mal humor a la dirigente ucerreísta. Fatala planteó que
la Alianza "encabece y sea la impulsora dentro de la comisión investigadora". Y
en ese sentido consideró que este cuerpo legislativo "nacería rengo si no cuenta
con la participación del radicalismo y el consenso de las restantes fuerzas".
Con toda lógica, el Frepaso encontró dos hambrientos aliados, el
justicialismo y Nueva Dirigencia, el partido de Gustavo Beliz. El titular de la bancada
justicialista, Guillermo Oliveri, afirmó que "el próximo miércoles en la reunión
de presidente de bloques voy a pedir que se trate la conformación de la comisión".
Por su parte, Beliz anunció que reiterará el pedido de interpelación al jefe de
gobierno porteño, Fernando de la Rúa.
El aliado de Domingo Cavallo también tiene pensado ampliar ante la
Justicia sus denuncias sobre la recolección de residuos, los comedores escolares y la
ampliación del puerto de Buenos Aires. Mientras que Oliveri acusó al secretario de
Gobierno porteño, Enrique Mathov, de "mentir" durante su interpelación en la
Legislatura luego del escándalo que se produjo por la detención del ex escribano de la
ciudad, Jorge Gómez, por un caso de corrupción.
El titular del monobloque porteño, el ahora duhaldista Jorge
Argüello, coincidió con Fatala en que la presencia de los radicales "era
inexcusable", aunque señaló irónicamente que "el Frepaso tiene un curioso
sentido de la oportunidad".
Oliveri, en cambio, explicó que "con nuestros 11 legisladores,
los 11 de Nueva Dirigencia, Argüello y los del Frepaso, no sólo conseguiríamos la
mayoría simple, sino que tendríamos los dos tercios del cuerpo". Un dato que sin
duda pondría de muy malhumor al jefe de gobierno porteño.
La encrucijada que plantea el choque
Por Juan Carlos Portantiero
¿Se quebrará la
Alianza? Quizás no, pero si la predicción formulada reiteradamente por el menemismo no
se cumpliera, es legítimo dudar sobre la voluntad que hoy tienen algunos de los
dirigentes de la coalición por impedirlo. Juan Pablo Cafiero lo anunció como una
posibilidad para nada remota; otros tiraron la piedra y luego escondieron la mano. A esta
altura nadie piensa en que la ruptura sea algo descabellado.
Los motivos coyunturales que hicieron surgir a la Alianza hace pocos
meses, aprovechando un estado de ánimo colectivo de fatiga contra el gobierno, no han
podido transformarse en un proyecto coherente, sólido, generoso hacia adentro y hacia la
sociedad. Su armazón fue producto de un impulso reactivo: contra una voluntad hegemónica
que amenazaba a la todavía precaria institucionalidad, contra el hastío y la
frustración que generaban el malestar social y cultural, contra el ajuste salvaje y la
desenfrenada corrupción. Como muchos movimientos impulsados por sordas corrientes que
venían desde abajo, la Alianza nació con el signo de la negatividad. Y eso le alcanzó
para ganar el primer desafío. Pero quedaban muchos otros y a medida que se fueron
planteando surgieron los bloqueos. Superado el agobiante tema de la segunda reelección
--en cuya resolución, sin dudas, las contradicciones internas del peronismo jugaron el
rol decisivo--, última posibilidad para maniobras reactivas, la Alianza no pudo (¿no
supo?, ¿no quiso?) colocarse en el centro de la escena pública como portadora de
esperanzas, como fogonera de pasiones colectivas. Siguió peleando una guerra pasada
cuando debía construir antagonismos nuevos.
Que su motivación inicial excluyente fuera el antihegemonismo no es,
por definición, ni bueno ni malo. Contra Pinochet se creó la Concertación en Chile;
contra Berlusconi el Olivo en Italia. Los verdaderos problemas vienen después, cuando las
exigencias no son encabezar la oposición sino comandar un gobierno y más todavía,
cuando ser gobierno obliga a ser alternativa y no sólo alternancia, como suele decirse
con más énfasis que convicción. Entonces lo que la opinión comienza a juzgar son los
elementos de positividad, de productividad política, no el gesto negativo ante lo que se
rechaza. La Alianza está lejos de haberse planteado bien estas demandas y quienes son
devotos de las encuestas deberían verlo con más preocupación. Resulta patéticamente
curioso que en el interior de los partidos importe más saber cuál es el candidato
particular que obtiene mayores preferencias del público, que enterarse que las
expectativas generales sobre la Alianza decrecen día a día.
La propia metodología de construcción interna ha generado estos
callejones sin salida. La despiadada lucha por esas candidaturas desplazó inevitablemente
el centro de gravedad de los antagonismos y transformó a la coalición en un ruedo de
riña. Después de tantos cañonazos: ¿cómo podrá pedir el radicalismo el voto a
Fernández Meijide si ésta gana o los frepasistas el voto a De la Rúa si sucede lo
contrario? Ante tanta descalificación, ¿qué anhelos colectivos podrían movilizarse?
Y queda otro tema, opacado por las trifulcas casera: ¿cuál es el programa de
transformación que se ofrece? La Alianza no tiene destino (ni sentido) si no deja de lado
una retórica destinada a tranquilizar a todo el mundo por igual, si no piensa que,
además de algunos consensos básicos, debe levantar frente a la sociedad una propuesta de
disensos, capaz de diferenciarla como fuerza de transformación política y social. Hasta
ahora su fuerte fue la demanda ética y no está mal. Pero es insuficiente: los desafíos
y los riesgos son mucho más abarcativos. Es sano que el Frepaso atice al radicalismo para
superar los casos de corrupción. Pero el Frepaso debería llegar a ser algo más que un
censor moral, una voz "qualunquista" de la sociedad civil que hace política con
la antipolítica.
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El verdadero dilema de la oposición
Por José Pablo Feinmann
La cara visible del
conflicto entre De la Rúa y el Frepaso está en el tema de las internas, de la lucha por
las candidaturas. Pero esto es coyuntural. Una vez superada esta coyuntura, una vez
decidido el candidato para enfrentar al justicialismo en las presidenciales, la cuestión
de fondo mostrará su rostro duro y temible: ¿puede gobernar una coalición reformista en
la Argentina? ¿Puede gobernar alguien que no pertenezca al PJ y que no atesore la inercia
populista que atesora el peronismo, esa magia que le hace seguir ganando elecciones,
controlando la ira de los sindicalistas y hasta seduciendo al establishment? En suma, ¿es
posible mantener la convertibilidad, generar trabajo, mejorar la participación de los
trabajadores en el PBI y luchar contra la corrupción?
Aquí, como en todas partes, la gente se guía por lo que ve, por lo
que le muestran, por las imágenes. La cara de señor serio, aburrido pero responsable,
campeón de los buenos modales y las estrategias de salón que entrega De la Rúa no es la
que entrega Graciela ni menos aún Chacho. De la Rúa es hoy a la coalición reformista lo
que fue ayer Bordón: la neutralización de la figura de Chacho, quien --aún-- sigue
visualizado por la clase media como un tipo con antecedentes de revoltoso y, en cuanto
tal, imprevisible en el gobierno. No hay que olvidar que Chacho perdió la interna con
Bordón porque todo el "progresismo de la Recoleta" decidió que Bordón era
mejor, más razonable, un político, caramba, y no esa especie de dirigente estudiantil
con irritante pasado de izquierda peronista que exhibe Chacho. Bordón fue la elección
moderada de los moderados. Tal como hoy lo es De la Rúa. Graciela, por su parte, es la
apuesta arriesgada de los moderados. Porque es mujer, porque tiene un hijo que sufrió la
muerte argentina --la desaparición-- y porque tiene garra e irascibilidad cuando se lo
propone y no baila excesivamente con Santiago Soldati. Chacho es visto como un excelente
ministro del Interior. Pero para los moderados de la moderación argentina sigue siendo,
digamos, excesivo como presidente.
Como sea, lo que no confiesan los moderados --los reformistas-- es que
van a tener que quebrar la convertibilidad si desean, mínimamente, cumplir alguna de las
promesas de generar trabajo, de incluir argentinos en un sistema --el de libremercado--
que naturalmente los excluye. En 1999, para mantener esta convertibilidad, será
necesario --y éste es un cálculo tal vez optimista-- llevar la tasa de desocupación a
un 23 o a un 25 por ciento. Y aquí es donde las diferenciaciones actuales del reformismo
--las candidaturas, las internas-- se tornan irrelevantes. La cuestión es otra: sea De la
Rúa o sean Graciela o Chacho, ¿cómo hará el reformismo para generar trabajo --que es
lo mínimo que se espera de él-- sin tocar la convertibilidad? ¿Cómo podría tocar la
convertibilidad sin que el establishment --pese a todas las cortesías que el reformismo
le dispensa-- le haga temblar los mercados, le muestre otra vez la cara despiadada de la
inflación? Por otra parte, si el reformismo no se atreve a eso --a generar trabajo, a
reducir el desempleo--, ¿cuál es su verdadera propuesta? Tal vez la que muchos intuyen
o, sin más, conocen: un menemismo sin frivolidad ni corrupción. ¿Alcanza? Para
muchos, sí. Porque muchos anhelan exactamente eso: creen que el país saldrá adelante
con esa descarnada e inconfesable fórmula, creen que restándole al menemismo la
corrupción se puede gobernar --desde la moderación y el reformismo-- en la Argentina.
Otros dirán --con firmeza y muchos motivos-- que no alcanza. Que la lucha contra la
corrupción no genera trabajo. Que la corrupción es un dato lateral del problema. Un dato
que --a lo sumo-- lo agrava pero no lo soluciona. Que para solucionar la desocupación hay
que quebrar el sistema libremercadista de la convertibilidad. Lo que implica... devaluar.
¿Y quién se atreve a pronunciar esta palabra en la Argentina de hoy?
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