Por Rogelio Frigerio * |
Cuando un político en plan de campaña no tiene propuestas alternativas concretas para ofrecer a la sociedad, suele caer en la tentación de recurrir a declaraciones efectistas para captar la atención de la opinión pública. Sin embargo, cuando esas afirmaciones tienen poco o ningún fundamento, sólo logran poner en evidencia el poco conocimiento que el mismo posee en la materia. La candidata presidencial del Frepaso, Graciela Fernández Meijide, afirmó días atrás que el nivel de pobreza de la población aumentó bajo el presente gobierno, por lo que "la gente está peor que en el '89". Esto no sólo es falso, sino que demuestra una significativa falta de información. Según las últimas mediciones de la Encuesta Permanente de Hogares realizada por el INDEC, la línea de pobreza --el indicador que establece el porcentaje de la población que no está en condiciones de acceder a una canasta familiar de consumo básica-- descendió nada menos que un 15,9 por ciento desde que asumió el presidente Carlos Menem, luego de que se produjera el mayor pico de pobreza de los últimos años (33,6% de los hogares del Gran Buenos Aires). Sin embargo, este dato fundamental parece habérsele escapado a la precandidata, así como también parece haber olvidado --o prefiere no recordar-- que son justamente sus aliados de la UCR quienes, a través de una errática política económica, llevaron al país a la peor crisis hiperinflacionaria de nuestra historia y al consecuente empobrecimiento de los argentinos. Esa misma "laguna mental" parece apoderarse de la diputada cuando hace referencia al problema de la desocupación: el fenómeno del desempleo encubierto que se registró bajo el gobierno de Raúl Alfonsín --amparado por un Estado generador de puestos de trabajo de bajísima productividad-- eleva la tasa real de desocupación a fines de los '80 al 23%, bastante más del 8 por ciento del que se habla. De esta forma, decir que "se ha retrocedido mucho" en lo social no es más que una mera falacia tendiente a causar un golpe de efecto mediático, especialmente cuando fue en estos últimos años, bajo el actual gobierno, que el país, logró recuperarse del caos que significó la década del '80, bautizada acertadamente como "década perdida". Afortunadamente, los números hablan por sí solos. Desde que se implementó el actual programa económico --que curiosamente Fernández Meijide dice apoyar--, la línea de pobreza ha venido disminuyendo de manera sostenida, tendencia que sólo se interrumpió en forma temporaria por los efectos de la crisis del Tequila. Esta notable mejora es más que el resultado natural de haber atacado por primera vez en mucho tiempo una de las principales causas estructurales de la pobreza: el estancamiento económico. La falta de inversión, los desequilibrios fiscales y la fuerte inestabilidad son todos factores que inciden de manera altamente negativa sobre los sectores de menores recursos. Claro que todavía queda mucho por hacer. En materia de empleo, las políticas tras el Tequilazo permitieron que se registre una disminución de la tasa de desocupación, que pasó del 18,3 por ciento en mayo de 1995 al 13,2 por ciento en mayo de este año. Junto con la reforma laboral recientemente sancionada y la reforma tributaria próxima a tratarse, la tendencia decreciente del índice de desempleo cobrará un nuevo impulso en el corto plazo. Es por esto que el arco ideológico nacional coincide unánimemente en un punto: estamos en el camino correcto. La economía argentina recuperó el sendero del crecimiento sostenido que le permitió reconstruir el tejido social que había estado a punto de desintegrarse con la crisis hiperinflacionaria. Las reformas de primera y segunda generación --estas últimas en curso-- posibilitaron la recomposición del Estado y su capacidad para articular políticas, condición sine qua non para erradicar la pobreza, mejorar la distribución del ingreso y diseñar e implementar programas sociales. Ante la inexpugnable verdad de los números, afirmar que estamos peor que antes es simplemente no querer ver la realidad. Porque el crecimiento económico no es, ni debe ser, un fin en sí mismo, pero es sin duda el primer y más importante paso para hacer de éste un país socialmente más justo. Quienes dicen llevar la bandera de la justicia social deberían saberlo. * Secretario de Programación Económica y Regional |