LA SONAMBULA,
CIENCIA FICCION MADE IN ARGENTINA
Lo mejor: la labor de Poncela
Por M. P.
Tres peces rojos y
una mujer que duerme. Una casa de campo y una estación de tren. Con esas imágenes
comienza el único film decididamente futurista del último cine argentino. Imágenes
sencillas, realistas, casi de todos los días. Cotidianas y resplandecientes, abrazadas
por el propio Fernando Spiner como un antídoto natural y recurrente antiácido,
casi contra el vértigo y el despliegue de efectos especiales propios de la ventana
al 2010 que asume ser su debut cinematográfico, que venía postergando desde la década
del 80. Ambientada en un Buenos Aires que festeja amurallado el bicentenario de la
Revolución de Mayo, La Sonámbula cuenta la historia de una joven que sueña en colores
rodeada por una realidad en blanco o negro. Cuenta, también, la historia de una rebelión
comandada por un tal Gauna. Y la crónica de una huida de una ciudad condenada.
Los protagonistas de La Sonámbula están literalmente apretando rew, ffw y en
especial pause. Autor de un film en pausa, bastante narciso, Spiner parece hablar
sobre la imposibilidad de narrar entre tanto efecto especial, entre tanto diálogo
acartonado (¿la imposibilidad de dialogar en serio ante imágenes falsas?), y entre
tantos sueños que no pueden ser dejados de lado. En el centro de La Sonámbula está Eva
Rey (Sofía Viruboff), una nueva amnésica, producto del accidente que les quitó la
memoria a miles de personas en la Buenos Aires del siglo XXI. O, al menos, eso es lo que
parece. Cuando la llevan al centro de recuperación el lugar en el que le asignan
una nueva identidad a cada amnésico Eva demuestra ser más que una simple
amnésica. Ella podría, por ejemplo, llevar a las autoridades hacia Gauna, el líder de
la resistencia, que llama a la gente a no creer en sus falsas memorias. Despierten,
el miedo es el enemigo, dice Gauna desde la clandestinidad. Y también desde los
sueños en colores de Eva. El encargado de guiar a Eva en su huida será Ariel Kluge
(Eusebio Poncela), un agente con el que ella atravesará el desierto de un mundo abierto y
con horizontes lejanos.
Con evidentes influencias de todo tipo desde Philip K. Dick y El vengador del futuro
en lo que se refiere en la trama, hasta Hombres de negro en algún diseño, si una
cosa puede celebrarse de La Sonámbula es la valentía de dejar tanto despliegue de
producción en manos de un film construido alrededor de una frase poética. Y recorrido
por imágenes que alcanzan belleza computada. Cargado de significados y relatos
subterráneos, el film tiene un aliado incorruptible: el fenomenal Eusebio Poncela. Con su
sola presencia, el español puede transmitirle verosimilitud a la escena más endeble, al
diálogo más deshilachado. Del otro lado del mostrador, en términos de verosimilitud al
menos, están Lorenzo Quinteros o Patricio Contreras (que ya han dado muestra de su
capacidad), condenados a interpretar aquí meras figuras acartonadas, muñequitos a cuerda
con parlamentos vacíos y gastados. Y ésa es otra de las formas posibles de mirar La
Sonámbula: como un film que no alcanza adespegar, atrapado en los lazos de actuaciones
televisivas, una estética sobrecargada y un argumento que va disolviéndose mientras
progresa.
LA SONAMBULA |
Argentina, 1998
Dirección: Fernando Spiner
Guión: Ricardo Piglia y F. Spiner, con la colaboración de Fabián Bielinsky
Fotografía: José Luis García
Música: Leo Sujatovich
Intérpretes: Eusebio Poncela, Lorenzo Quinteros, Patricio Contreras, Gastón Pauls,
Sofía Viruboff, Alejandro Urdapilleta, Norman Briski, Pastora Vega, Noemí Frenkel y
Belén Blanco, entre otros.
Estrenos de hoy en los cines Monumental, Santa Fe, Gral. Paz y Tita Merello, entre otros. |
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