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“LA SONAMBULA”, CIENCIA FICCION MADE IN ARGENTINA
Lo mejor: la labor de Poncela

Por M. P.

t.gif (67 bytes) Tres peces rojos y una mujer que duerme. Una casa de campo y una estación de tren. Con esas imágenes comienza el único film decididamente futurista del último cine argentino. Imágenes sencillas, realistas, casi de todos los días. Cotidianas y resplandecientes, abrazadas por el propio Fernando Spiner como un antídoto natural y recurrente –antiácido, casi– contra el vértigo y el despliegue de efectos especiales propios de la ventana al 2010 que asume ser su debut cinematográfico, que venía postergando desde la década del 80. Ambientada en un Buenos Aires que festeja amurallado el bicentenario de la Revolución de Mayo, La Sonámbula cuenta la historia de una joven que sueña en colores rodeada por una realidad en blanco o negro. Cuenta, también, la historia de una rebelión comandada por un tal Gauna. Y la crónica de una huida de una ciudad condenada.
Los protagonistas de La Sonámbula están literalmente apretando rew, ffw y –en especial– pause. Autor de un film en pausa, bastante narciso, Spiner parece hablar sobre la imposibilidad de narrar entre tanto efecto especial, entre tanto diálogo acartonado (¿la imposibilidad de dialogar en serio ante imágenes falsas?), y entre tantos sueños que no pueden ser dejados de lado. En el centro de La Sonámbula está Eva Rey (Sofía Viruboff), una nueva amnésica, producto del accidente que les quitó la memoria a miles de personas en la Buenos Aires del siglo XXI. O, al menos, eso es lo que parece. Cuando la llevan al centro de recuperación –el lugar en el que le asignan una nueva identidad a cada amnésico– Eva demuestra ser más que una simple amnésica. Ella podría, por ejemplo, llevar a las autoridades hacia Gauna, el líder de la resistencia, que llama a la gente a no creer en sus falsas memorias. “Despierten, el miedo es el enemigo”, dice Gauna desde la clandestinidad. Y también desde los sueños en colores de Eva. El encargado de guiar a Eva en su huida será Ariel Kluge (Eusebio Poncela), un agente con el que ella atravesará el desierto de un mundo abierto y con horizontes lejanos.
Con evidentes influencias de todo tipo –desde Philip K. Dick y El vengador del futuro en lo que se refiere en la trama, hasta Hombres de negro en algún diseño–, si una cosa puede celebrarse de La Sonámbula es la valentía de dejar tanto despliegue de producción en manos de un film construido alrededor de una frase poética. Y recorrido por imágenes que alcanzan belleza computada. Cargado de significados y relatos subterráneos, el film tiene un aliado incorruptible: el fenomenal Eusebio Poncela. Con su sola presencia, el español puede transmitirle verosimilitud a la escena más endeble, al diálogo más deshilachado. Del otro lado del mostrador, en términos de verosimilitud al menos, están Lorenzo Quinteros o Patricio Contreras (que ya han dado muestra de su capacidad), condenados a interpretar aquí meras figuras acartonadas, muñequitos a cuerda con parlamentos vacíos y gastados. Y ésa es otra de las formas posibles de mirar La Sonámbula: como un film que no alcanza adespegar, atrapado en los lazos de actuaciones televisivas, una estética sobrecargada y un argumento que va disolviéndose mientras progresa.

 

LA SONAMBULA

Argentina, 1998
Dirección: Fernando Spiner
Guión: Ricardo Piglia y F. Spiner, con la colaboración de Fabián Bielinsky
Fotografía: José Luis García
Música: Leo Sujatovich
Intérpretes: Eusebio Poncela, Lorenzo Quinteros, Patricio Contreras, Gastón Pauls, Sofía Viruboff, Alejandro Urdapilleta, Norman Briski, Pastora Vega, Noemí Frenkel y Belén Blanco, entre otros.
Estrenos de hoy en los cines Monumental, Santa Fe, Gral. Paz y Tita Merello, entre otros.

 

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