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HOY CIERRAN EN ALEMANIA LAS CAMPAÑAS ELECTORALES
Anuncian gran coalición gran

El fantasma de una gran coalición entre socialdemócratas y democristianos recorre Alemania por el empate en los sondeos.

El canciller democristiano Helmut Kohl gobierna desde 1982.

El candidato socialdemócrata Gerhard Schroeder es telegénico.

Por José Comas desde Bonn
El País de Madrid

t.gif (67 bytes) Nadie parece quererla y, al menos en principio, todos la niegan, pero el fantasma de la “gran coalición”, una alianza entre los grandes partidos democristianos (CDU/CSU) y socialdemócratas (SPD), planea sobre Alemania. Motivos de oportunidad política y de aritmética electoral pueden hacer casi inevitable, tras las elecciones del domingo, formar un gobierno de gran coalición en Alemania.
Todo depende en gran parte de los resultados que obtengan los partidos pequeños, Los Verdes, liberales (FDP) y poscomunistas del Partido del Socialismo Democrático (PDS), que pueden alcanzar escaños en el futuro Parlamento Federal (Bundestag) y ejercer el papel de “bisagra”.
Fue el presidente del SPD, el jefe de Gobierno del estado de Sarre Oskar Lafontaine, el primero en no excluir la posibilidad de una gran coalición. Después siguió el candidato a canciller del SPD, Gerhard Schroeder. Al final, también el canciller democristiano Helmut Kohl (CDU) admitió como supuesto, sólo teórico, la posibilidad de un gobierno entre rojos (SPD) y negros (CDU/CSU).
De todos modos Kohl dejó claro, de forma tajante, que él no estaría disponible para dirigir como canciller una gran coalición y, por supuesto, mucho menos como socio minoritario. Schroeder sólo entraría en una gran coalición como primer ministro, porque prometió a su electorado de Baja Sajonia que sólo se mudaría a Bonn para ocupar la jefatura de Gobierno. Por tanto, podría darse la circunstancia paradójica de que, según los resultados del domingo, ninguna de las dos primeras espadas tengan un puesto asegurado en el Gobierno el lunes. En ese caso entrarían en juego Wolfgang Schaeuble (CDU) y Lafontaine (SPD), para sustituir a los fracasados jefes de fila, Kohl y Schroeder.
Kohl lo ha dejado claro: “Yo no quiero dirigir una gran coalición. Por qué había de hacerlo”. Luego el primer ministro añadió: “Naturalmente me parece en principio que una gran coalición es posible, porque los demócratas tienen que poder aliarse unos con otros. Pero no veo ninguna necesidad de una gran coalición. Por principio, me parece necesario que en la vida parlamentaria cotidiana un Gobierno fuerte se enfrente a una oposición fuerte. Un Parlamento alemán, en el que el 90 por ciento de los diputados apoyan al Gobierno, no rinde un trabajo productivo”.
Los dos líderes del SPD, Schroeder y Lafontaine, se muestran más cautos y prefieren dejar en una nebulosa el tema de la futura coalición. El principal argumento contra el SPD por parte de los democristianos (CDU/CSU) y liberales (FDP) es afirmar que Alemania se encuentra en peligro de caer en poder de una coalición rojiverde (SPD-Verdes) con el apoyo de los comunistas del PDS. Poco menos que una reedición del Frente Popular a estas alturas del milenio.
La gran coalición, que todos rechazan de palabra, podría imponerse este domingo por la fuerza de los números, si no queda otra posibilidad de formar un Gobierno con garantías de estabilidad. Esto depende de los resultados que consigan los partidos pequeños. Los liberales (FDP) aspiran a recuperar el tercer puesto entre las fuerzas parlamentarias, que desde 1994 ocupan Los Verdes. La única idea que parece mover al FDP es conseguir que muchos electores democristianos (CDU/CSU) les presten el segundo voto, el que determina el número de diputados de forma proporcional.
Los Verdes huyen espantados de la gran coalición y aseguran que, si se forma, eso significaría la paralización total de la política en Alemania. El problema de Los Verdes, si consiguen votos suficientes para formar coalición con el SPD para evitar una gran coalición, sería conseguir una credibilidad y una solvencia de la que en tantas ocasiones han demostrado carecer. Tras cometer toda clase de errores, al inicio de la campaña electoral, como exigir que el litro de nafta suba hasta cinco marcos (unostres dólares), poner en tela de juicio las vacaciones en Mallorca (islas Baleares) o insultar a los soldados del ejército alemán actual, Los Verdes han recuperado un tono aceptable para el electorado. No obstante, les queda pendiente la transición de movimiento ecopacifista a partido político capaz de gobernar Alemania.

 

GUNTER GRASS PIDE VOTAR POR LA SOCIALDEMOCRACIA
El bombo de la izquierda

Hermann Tertsch desde Dresde
El País de Madrid

t.gif (862 bytes) Gunter Grass, el decano de los intelectuales alemanes, el autor del clásico El Tambor de Hojalata, volvió a saltar a la arena electoral en Alemania. En el Este del país, donde en definitiva se decide qué tipo de gobierno tendrá la nación más poderosa de Europa en los próximos años, Grass pidió ayer el voto para la izquierda, para los socialdemócratas del SPD y los Verdes. Y también pidió que no se vote a los ex comunistas del PDS porque esa opción electoral sólo favorece al canciller democristiano Helmut Kohl. Pero el gran hombre de las letras alemanas está muy solo en esta lucha. El responsable de cultura en la campaña electoral socialdemócrata, el editor Michael Naumann, acusó a sus colegas de la intelectualidad alemana de haberse sumido en el fatalismo cultural ante la amenaza de que la derecha vuelva a ganar en las elecciones y la industria cultural siga en caída libre.
Naumann habla poco menos que de la traición de los intelectuales. Tiene razones para ello. Induce a la melancolía recordar la movilización de la cultura alemana en favor de Willy Brandt en 1970, la única vez en que la izquierda le ganó a la derecha en Alemania desde el fin del Tercer Reich y del nazismo. Era un tiempo en el que la gente que se autodefine como normal, el electorado, atendía a los intelectuales. Y éstos se veían en el deber moral de expresar sus opiniones sobre las grandes cuestiones.
Hoy viernes acaba la campaña electoral en Alemania. Y sea cual fuere el resultado es claro que los intelectuales, que en su vertiente pública pasan por ser mayoritariamente de izquierda, se han desentendido de la mayor decisión que se toma en Alemania desde la reunificación. Si gana una vez más –la cuarta consecutiva– Helmut Kohl, muchos de ellos lo lamentarán entre sollozos. Si gana su rival, el socialdemócrata GerhardSchroeder, lo hará también a pesar de ellos. Los intentos de movilizar a la intelectualidad alemana en favor de Schroeder han fracasado y nadie es capaz de decir si el motivo es que ha dejado de existir tal intelectualidad, si se ha despedido definitivamente de la política o si sólo se siente incapaz de defender a un candidato muy antiintelectual. Grass, Jürgen Habermas y otros llevan 16 años diciendo que ya la estética de Kohl convierte al canciller en un peligro manifiesto para el desarrollo de la cultura y las artes. Los mejores amigos de Kohl –y él mismo– no se esfuerzan por contrarrestar su imagen y estilo de provinciano tosco que desprecia todo aquello cuya utilidad no entiende de primera.

 

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