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DAVID COPPERFIELD ESTA EN GIRA CON “YOU”, QUE TRAERA en 1999
“Harry Houdini querría ser mi agente”

El hombre que cambió el concepto de la magia en los ‘90 asegura que su arte no descansa exclusivamente en la tecnología y que lo peor de la profesión son ... los colegas envidiosos.

Copperfield anunció el año pasado que “You” llegará aquí en 1999.
“Con el trabajo duro conseguí que las cosas imposibles sucedan”, dice.

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Por Maite Rico desde México

t.gif (67 bytes) David Copperfield surge en el escenario de la nada y atrapa al público sin remedio, en un viaje delirante. Lo cortan por la mitad. Se esfuma en las narices de la gente y brota en el otro extremo del teatro. Hace desaparecer a un grupo de 13 espectadores elegidos al azar. Y encuentra tiempo para convertir una bola de papel en una rosa fresca, que entrega a una viejecita extasiada. Al final, el público sale buscando explicaciones para tanta maravilla (y preguntándose por la suerte de los 13 espectadores evaporados, cuyas familias han quedado compungidas en las butacas).
Detrás de este prodigio está un hombre de 42 años que un día se llamó David Kotkin, que aprendió de su abuelo el primer truco de cartas en su natal Nueva Jersey (Estados Unidos) y que tiene un raro y largo noviazgo con la supermodelo Claudia Schiffer, y hay una enorme empresa, que factura alrededor de veinte millones de dólares por año. Copperfield –creyente, apolítico y, según confesó repetidamente, apegado al “trabajo duro” como regla de vida– ha conquistado al mundo de la magia con números tan increíbles como volatilizar la Estatua de la Libertad o atravesar la Gran Muralla China. Su nuevo espectáculo, You, está en gira mundial y llegará a la Argentina durante 1999, si es que el mago más célebre de los ‘90 cumple lo que prometió en su primera visita al país, el año pasado.
–¿Qué mueve a un hombre a dedicarse a la magia?
–A mí me encantaba desde niño. Me hacía sentirme especial. Me permitía hacer algo que gustaba a la gente. Me permitía soñar. Y cuando fui creciendo, me permitió seguir siendo un niño y ganarme la vida.
–La magia hace revivir en el espectador algunos retazos de la infancia. Para ejercer la magia, ¿es necesario mantener vivo ese niño dentro suyo?
–Creo que sí. Lo mío es comparable a ser como un director de cine. Las películas también nos transportan a nuestra niñez. Nos llevan de viaje, lejos de la rutina y de los problemas. La magia hace exactamente lo mismo que el cine, pero ante testigos reales. Yo me veo a mí mismo casi como un director de películas: la diferencia es que cuento historias con la magia en vez de hacerlo con el cine. Es muy importante conservar la frescura de la infancia. Creo que los grandes directores de cine tienen, además de conocimientos técnicos, la capacidad de contar historias con la mirada de un niño.
–En el cine, precisamente, los efectos especiales logran cosas increíbles. Usted utiliza tecnología sofisticada. ¿Puede sobrevivir su magia sin el apoyo tecnológico?
–La mitad de mi exhibición son piezas espectaculares y tecnológicas. Pero la otra mitad podría considerarse como una versión acústica, como cantar a capella. Aun con toda la producción, mucho de lo que hago es pura prestidigitación. Creo que podría sobrevivir muy bien sin la ayuda tecnológica, usando simplemente los juegos de manos y un tipo de magia muy tradicional, como el número de la rosa, o las cartas, que son cosas muy complicadas, pero no caras. Mi espectáculo es una combinación de trabajo duro y tecnología.
–¿Terminó la tecnología con el señor circunspecto que sacaba un conejo de la galera?
–Eso ya no se ve tanto, aunque todavía existe. Con la magia pasa como con la música: para sobrevivir, uno tiene que actualizarse. Uno no puede eternizarse cantando sólo viejas melodías de jazz, tiene que ir renovando los repertorios. De pronto llega el rap y otra serie de cambios que hay que tomar en cuenta. Con la magia es lo mismo. Durante muchos años, la magia no cambió. Pero tiene que evolucionar.
–En el escenario, usted es como un dios. Pero en la vida real tiene que resolver los problemas con métodos tradicionales. No puede convertir ensapo al jefe o al vecino ni hacerlos desaparecer. ¿No le resulta eso frustrante?
–Mi salida es el trabajo muy, muy duro. Con el trabajo duro conseguí que las cosas imposibles me sucedan. Siempre hay una solución práctica a los problemas. Cuando alguien estorba, se lo puede perder de vista sin necesidad de hacerlo desaparecer.
—Apenas se conocen mujeres dedicadas a la magia blanca. De hecho, las magas famosas son siempre brujas.
–Es verdad.
–¿Y a qué se debe? ¿Es una predisposición genética al mal?
–No estoy muy seguro. Es cierto que a estas alturas he conocido unas cuantas brujas ... Es broma. ¿Pero, por qué no hay más mujeres que dirijan cine? ¿O más directoras de teatro, o compositoras? Hay muchas, pero no oís hablar de ellas. No sé por qué, pero no es justo. Yo sé de varias magas que no trabajan mal.
–Corren muchas historias sobre las envidias entre magos. Usted nunca habla de sus proyectos para que nadie los copie.
–Esto es como cualquier otro negocio. Hay gente muy buena, la mayoría, pero también hay vagos que intentan copiar lo que uno hace, lo cual es muy triste. En realidad, yo prefiero admirar a las personas que hacen un buen trabajo, porque eso me motiva y me inspira.
–¿Alguna vez alguien trató de arruinarle el espectáculo intentando descifrar sus secretos?
–Por supuesto. Esta gente de la que hablamos. Ellos hacen conjeturas. Pero nosotros tenemos cuatro o cinco formas diferentes de hacer cada uno de nuestros trucos. Así que si alguien se acerca demasiado, cambiamos el método.
–Si el mago de los magos Harry Houdini viviera, ¿qué cree usted que estaría haciendo?
–Querría ser mi agente.

 

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