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OBRAS CLASICAS, JAZZ Y COMEDIAS MUSICALES
Un americano en el mundo del CD

George Gershwin compone sentado al piano. Su música cambió la historia del jazz.
Fue influido por partes iguales por Rachmaninov, el impresionismo y los negros del sur.

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Por D. F.

t.gif (67 bytes) Para escuchar la música de Gershwin en compact disc, hay que discriminar entre las versiones clásicas de sus obras clásicas, las comedias musicales y las versiones jazzísticas de las canciones extraídas de unas y otras. En el primer rubro, el lugar de privilegio lo ocupa su Rhapsody in Blue. La interpretación más recomendable entre las recientes es, sin duda, la de Michael Tilson Thomas junto a la New World Symphony, en un disco titulado New World Jazz, que se completa con composiciones de John Adams, Leonard Bernstein, Darius Milhaud, Igor Stravinsky, Paul Hindemith, George Antheil y David Raskin (RCA Victor). El mismo director y pianista había grabado para Sony una versión insuperable de la Rhapsody en su primera versión, para banda de jazz, reescribiendo la parte solista a partir de las grabaciones del propio Gershwin en rollos de pianola, en 1925 y 1927, pero este disco, actualmente, es sumamente difícil de conseguir en Buenos Aires. En cambio, hay otro álbum reciente de dos CDs, para la RCA pero con la Orquesta de San Francisco, donde Tilson Thomas grabó el Concierto en Fa (allí el pianista es el notable Garrick Ohlsson), la Segunda Rapsodia, Un americano en París y una suite de Porgy & Bess con los cantantes Audra McDonald y Brian Stokes Mitchell. Además de ser uno de los mejores directores del momento, conviene recordar que los lazos de Tilson Thomas con el jazz y con los lenguajes afines vienen de lejos. Cuando aún no era una estrella, él fue quien condujo la orquesta en el disco Apocalipsis, de la Mahavishnu Orchestra de John McLaughlin.
De Porgy & Bess, en versión completa, la interpretación conducida por Sir Simon Rattle, con Willard White y Cynthia Haymon como protagonistas, es superlativa (3 CDs EMI) y, por supuesto, la muy libre –y muy hermosa– versión de Ella Fitzgerald y Louis Armstrong no debería ser obviada. En cuanto a las comedias musicales, las cinco editadas por el sello Nonesuch, en versiones que restituyen la forma y orquestaciones originales (Girl Crazy, Lady, Be Good”, Strike Up The Band, Oh, Kay! y Pardon My English) son una referencia inevitable. El mismo sello editó, también, los rollos de pianola de Gershwin, pasados por computadora a un moderno piano de gran cola, lo que constituye un documento fundamental para descubrir el arte como pianista –y como improvisador– de este autor.
Las versiones jazzísticas de música de Gershwin son posiblemente tantas como músicos de jazz ha habido en la historia. Pero los songbooks completos grabados por Ella Fitzgerald y por Sarah Vaughan (en ambos casos para Verve) están entre lo imprescindible. De la misma manera que la exquisita interpretación de esta última cantante de “How Long Has This Being On”, junto a Oscar Peterson (Pablo Records) o la notable adaptación de Porgy & Bess realizada por Miles Davis y Gil Evans (Sony). Entre los nuevos lanzamientos, hay tres que sobresalen. Uno, ya llegado a Argentina, es el homenaje bautizado American Rhapsody (BMG) donde la Vienna Art Orchestra hace una versión jazzística de la Rhapsody con el excelente guitarrista Wolfgang Muthspiel como solista, y recorre varias de las canciones más bellas de Gershwin junto a invitados como las cantantes Dee Dee Bridgewater y Shirley Horn, el saxofonista Joe Lovano, T. S. Monk (el hijo de Thelonious) como rapper y el trompetista Art Farmer. Otro homenaje, que se espera para fines de este mes, es el de Herbie Hancock (para el sello Verve) junto a celebridades varias (entre ellas Joni Mitchell, Stevie Wonder y la soprano lírica Kathleen Battle). Y el tercero es We Got Rhythm, el disco de Andre Previn en dúo con el contrabajista David Finck (Deutsche Grammophon).

 

El vecino de Schönberg
Por Gerardo Gandini

George Gershwin fue sin duda un superdotado. Alguien al que, como a algunos pocos, componer le era un acto normal y placentero. Todo en él tiene la impronta de lo fresco.
Fue un maravilloso compositor de canciones, como Schubert, al que siempre recuerda de alguna manera. “A Foggy Day”, “Someone to Watch Over Me”, “Embraceable You” y tantas otras, están entre lo mejor de su obra.
También la originalísima (sobre todo en su primera versión, para banda) Rhapsody in Blue; la melancólica entrada del piano (casi a lo Bill Evans) del Concierto en Fa y, por sobre todo, Porgy & Bess, que es sin duda una de las óperas más logradas del siglo.
El supo como nadie navegar en varias aguas naturalmente, sin problematizar, casi sin pensar en ello. Schönberg –su vecino en Hollywood a partir del exilio norteamericano–, con quien jugaba al tenis, probablemente lo envidiaba un poco. George también a él, pero seguramente por otras razones.

 

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