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Por Martín Granovsky |
Cuál es el máximo fantasma según el signore Massimo
En Italia, a D'Alema no le toleran su arrogancia. En la Argentina, en cambio, se portó como un visitante modesto. Evitó dar consejos, o en todo caso los dio de hecho, contando una y otra vez la experiencia del Olivo y rescatando el valor de la política concreta y la vocación de la izquierda por el poder. El italiano viajó ayer a Chile llevándose algunas impresiones. Aunque recomendó no dramatizar, concluyó que los dirigentes de la Alianza han sobrepasado el nivel de conflicto y encono normal en una coalición. Cree que la realización de elecciones internas para la fórmula dificulta el consenso en una alianza tan nueva. Teme que las heridas de aquí al 29 de noviembre sean tan profundas que impidan un trabajo conjunto en los once meses que quedarán hasta las elecciones presidenciales. Si, de todos modos, las heridas se cicatrizan, piensa D'Alema que el problema de la Alianza es que sus dirigentes no demuestran haber llenado la falta de un enemigo claro. Caído Carlos Menem, una victoria sobre Eduardo Duhalde no provoca el mismo espíritu épico, sobre todo en las filas del Frepaso que, por el origen de una parte de sus dirigentes, no recibe más adrenalina cuando piensa en una derrota peronista. El propio D'Alema pareció entenderlos cuando, tras un encuentro con el gobernador bonaerense, se asombró de las coincidencias: "Dijo lo mismo que nosotros", comentó luego un italiano de la comitiva. Pero la propia realización de la interna, y después el ascenso en intención de voto entre los electores, es decir la posibilidad de un triunfo palpable, podrían ser un gran factor de cohesión entre la Unión Cívica Radical y el Frepaso. "Cohesión", sin uniformidad ni falta de tensiones, fue la palabra clave del jefe de los DI. "Ganar cohesiona", dijo D'Alema a Página/12 en Roma. "Gobernar disciplina", agregó el miércoles en Buenos Aires. Pero, ¿cómo llegar a las elecciones? El italiano se fue convencido de que el problema se le presenta a la Alianza de aquí a 1999. Como si estuviera segura de ganar pero no tuviera el ímpetu para llegar hasta el momento del triunfo, en un caso de histeria a la inversa y riesgoso coqueteo que bien podría haberles encantado --como rareza de estudio-- a Freud y Maquiavelo juntos. La presencia de D'Alema en Buenos Aires sirvió para medir las distancias entre la Alianza y el Olivo, más que sus semejanzas, y construir un espacio de reflexión por encima de los mitos. Un mito era que D'Alema tenía un equivalente argentino. Otro, que el equivalente podía ser Raúl Alfonsín. Un tercero, que los radicales eran la réplica argentina de los demócratas de izquierda, como fuerza-eje de la coalición en términos de aparato partidario. El cuarto, que los frepasistas podrían ocupar el lugar de los DI, pero en su carácter de fuerza-eje por su poder de irradiación ideológica. Cuatro mitos que sólo podían enraizarse ignorando la historia italiana y la política de estos días. Los DI no son un partido europeo nuevo sino el producto de las diferentes etapas de reciclaje del Partido Comunista Italiano, una fuerza con estas características: * No se alineó ciegamente con la Unión Soviética. * Reivindicó la democracia como un valor de izquierda. * Se desprendió de los aspectos "religiosos" del comunismo y desplegó una ideología "laica", un proyecto político sin iglesia ni dogma. * Controló los sindicatos. * Interpretó el golpe contra Allende como la imposibilidad de que la izquierda pueda gobernar, en democracia, sin una alianza sólida. * Dejó de concebir la conquista del poder como un momento único, al estilo leninista, de la política. * Buscó el gobierno, y lo consiguió en el cinturón industrial rojo del norte. * Ensayó experiencias regionales de coalición de gobierno y promovió a independientes como candidatos (caso notable, el famoso historiador del arte Giulio Argan en la alcaldía de Roma). * Reclamó transparencia política y enarboló la "cuestión moral" frente a la corrupción y la mafia. * Modernizó su discurso y lo viró al centroizquierda, pero no dentro de un proyecto de marketing político sino como expresión de una práctica política concreta. * Procuró alianzas internacionales, primero al ingresar en la Internacional Socialista y ahora al ampliar el contacto con los progresistas sin tradición de izquierda. * Con la experiencia comunista italiana de la identidad, trató de crear una cultura de coalición en el Olivo, una idea de alianza que debía superar el marco de los partidos que integran el acuerdo. De todos estos aspectos, D'Alema eligió el último para machacar en Buenos Aires. Y acaso ese punto sea, todavía, la mayor diferencia entre el Olivo y una Alianza que, a nivel de sus dirigentes, no se reconoce sentimentalmente como tal. Muchos frepasistas "puros" dicen que si gana De la Rúa, no lo votarán en 1999. Los radicales aislacionistas prometen lo mismo si gana Graciela. Los dos sectores aseguran que no harán campaña después de la interna. Y ambos fantasean, negativamente, con un gobierno monocolor de la UCR o con un gobierno monocolor del Frepaso. Como si, en caso de ganar la Alianza, un solo partido pudiera gobernar sin el otro. Como si la necesidad de supervivencia compartida no fuera a obligarlos --por suerte para los votantes, que cada vez comparten una visión de la política más transversal a los partidos-- a un gobierno multicolor sin la dictadura de los aparatos.
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