La generación de la cerveza
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Por Pedro Lipcovich Cada vez más, se alcoholizan los adolescentes. Según las últimas, precarias estadísticas, 44 de cada cien consume alcohol. Cada vez más temprano empiezan: algunos a los 11, a los 10 años. Beben sobre todo los fines de semana, cuando se reúnen, y "terminás haciendo cualquiera", según uno de ellos. Conocer la historia del alcohol adolescente es entender cómo se quebró una cultura tradicional, la del vino en la mesa familiar, para ser reemplazada por la engañosa cerveza de la publicidad masiva. Junto a la ruidosa prédica contra las sustancias prohibidas, la sociedad promueve ésta, que está en primera línea de peligrosidad. Y escuchar las historias de los chicos con su alcohol, como lo hizo Página/12, es asomarse al desamparo de una etapa de la vida que algunos, todavía, imaginan como la mejor. "Año tras año aumenta el consumo de alcohol entre los adolescentes y baja la edad en la que empiezan a tomar: chicos de 11 años, de 10, ya se emborrachan": lo afirma Camilo Verruno, director del Programa Control Uso Indebido de Alcohol (CUIDA) del Ministerio de Salud y Acción Social. Si bien no hay datos estadísticos nacionales sobre consumo de alcohol en la adolescencia, Página/12 pudo construir, a partir de fuentes diversas, un cuadro de situación. Un equipo interdisciplinario del Hospital Alvarez elabora todos los años una encuesta con los alumnos que van a examinarse para el certificado de aptitud que requiere la materia Educación Física. En 1997, el 44 por ciento de un total de 378 encuestados dijo consumir alcohol, contra un 19 por ciento en 1995. "El consumo ha experimentado un fuerte incremento en estos dos años", y "el consumo de alcohol es la conducta de riesgo más difundida entre los adolescentes", concluye el estudio. Sergio Balardini --autor de la investigación "Los jóvenes y el consumo excesivo de alcohol", para FLACSO-- escribió que "la cerveza es la única bebida con anclaje firme en el gusto juvenil; el resto de las bebidas alcohólicas son poco tomadas en cuenta". El consumo de cerveza "arranca con un elevado 30 por ciento en el grupo de 14-16 años, llega a su pico en el grupo de 17-19 años con un 54 por ciento y luego desciende, 43 por ciento en 20-24 años y 39 por ciento en 24-29 años". Alejandro Carrá --toxicólogo en el Hospital Ramos Mejía-- cuenta que "en la guardia estamos recibiendo muchísimos casos de comas alcohólicos adolescentes, y también accidentes, hechos de violencia e intentos de suicidio en chicos alcoholizados". Ejemplo de accidente: "Un chico de 18 años que se tomó todo con la novia y después, para sentirse mejor, quiso darse un baño de inmersión y terminó ahogado en la bañera". Ya no se trata de sectores marginales, según la psicóloga Deolidia Martínez, asesora de CTERA: "En los chicos --dice-- hay formas nuevas de consumir alcohol: lo hacen desde los 12 a 14 años, en grupo, a menudo mezclado con pastillas estimulantes, y en todos los sectores sociales; no es ya un tema específico de los marginales". El coordinador del intergrupo Capital de Alcohólicos Anónimos, Juan R., cuenta que "antes, los que nos llamaban a dar charlas en los colegios eran profesores de tercero o cuarto año, para complementar el dictado de sus materias; ahora, llegamos por pedido de las autoridades del colegio o de la asistente social del hospital de la zona, a partir de que los chicos aparecen alcoholizados o toman en la calle". Lo típico es que los adolescentes tomen alcohol los fines de semana: "Es la pauta del bebedor excesivo sintomático regular", precisa Verruno. "Antes hacíamos recitales en la escuela --recuerda Diego Hartzstein, vicedirector de secundaria del Colegio Mariano Acosta--, pero dejamos de hacerlos porque empezaron a venirse con el tetrabrik, se pasaban de rosca y ya la situación no se podía manejar." El vicedirector recuerda algo más: "Hacíamos reuniones de camaradería con alumnos y sus padres, con empanadas y vino para los mayores; a los pibes ni se les ocurría tomar vino. Pero después los chicos empezaban a querer tomar, y a tomar, y se ponían mal... Ahora las reuniones las hacemos con empanadas y cocacola. Al fin y al cabo es coherente: si no beben los pibes, que tampoco lo hagan los adultos". "No lo podemos resolver" "Desde los años 80, la publicidad de cerveza se dirigió masivamente a un target juvenil, a una cultura de éxtasis de los jóvenes --dice el sociólogo Balardini--; hasta entonces, las propagandas de alcohol nada tenían que ver con la cultura juvenil." Entre 1988 y 1995, el consumo per cápita de cerveza en la Argentina casi se duplicó: de 16,4 litros anuales a 30,09. El de vino cayó de 55,95 a 38,84 litros. No se trata de un simple cambio de gustos sino de una ruptura cultural. La prevalencia del vino se ligaba al consumo familiar en las comidas, que "es el consumo mejor integrado", en palabras de Balardini. La cerveza, en cambio, es la bebida que en la publicidad se bebe con las mejores mujeres en los más brillantes lugares, y en la realidad se toma tirado en la vereda al lado del quiosco. Técnicamente, este quiebre social se dice así: "Una sociedad que construyó su relación con la bebida como parte de un patrón alimentario y que se reorienta hacia una ingesta recreativa-evasiva difícilmente logra los reflejos culturales necesarios para advertir las consecuencias de estos cambios", escribió el doctor Verruno. Además de la cerveza, prevalecen "las bebidas frutadas, de fantasía, los vinos de baja graduación, los jugos con alcohol", precisa Verruno. Por lo demás, razona Balardini, "algunos aducen que estas bebidas disminuyen el consumo de otras con más alcohol, pero no es así: en los adolescentes, el aumento del consumo de cerveza no sustituye otro consumo previo de alcohol sino que amplía el mercado, inicia a las personas más temprano y de manera más agresiva". Y sucede que "la sociedad no entiende la gravedad del problema: un estudio en Francia, el año pasado, ubicó al alcohol entre las drogas más peligrosas, junto con la heroína y la cocaína; en segundo lugar están los psicofármacos y en el tercer grupo, el de las más livianas, la marihuana --cuenta Verruno--; sin embargo, la mayoría de la población ubica el alcohol en sexto lugar entre los motivos de preocupación, por detrás de drogas menos peligrosas". Balardini observa que "antes que prohibir la venta de alcohol a menores, lo cual ciertamente no se cumple, el Estado debiera hacer una campaña seria para contrarrestar la que ya hay a favor del alcohol". Entretanto Noemí Riadigós, psicóloga del área programática del Hospital Ramos Mejía, cuenta que "en los talleres que hacemos con grupos de jóvenes del barrio nos piden información sobre distintas drogas pero el alcohol no se les plantea como curiosidad, ya está instalado en los hogares y ellos preguntan mucho menos... pero toman cada vez más temprano". Sí: "Dicen que está prohibido para menores pero es mentira, te lo venden en cualquier quiosco --dice Alejo, de 17 años, estudiante de quinto año en el Mariano Acosta. Virginia S., de tercer año en el Colegio Nacional de Buenos Aires, admite que "en las fiestas del colegio hay gente que toma, pero no todos: van como mil personas y, como mucho, cien estarán mal, el resto no; se te hace más fácil la risa pero nada más". Gabriela G., del Colegio El Taller, testimonia que "cuando vas a bailar, con la entrada te regalan una consumición, que es alcohólica: claro, tenés la posibilidad de tomar una gaseosa pero no creo que nadie la tome". "Lo peor --dice Gabriela-- es cuando un chico se pone mal: si estás en una casa lo tirás en tu cama y que duerma hasta la mañana pero afuera es más jodido, tenés que acompañar a la persona a la casa, cuidarla si vomita en cualquier lado, cuidarte de la policía..., yo tengo una amiga que se pone mal bastante seguido, ella sabe que los amigos la vamos a cuidar, pero tampoco somos los padres para decirle que no tome, que le hace mal. Yo no soy quién, y el día de mañana me puede pasar a mí." "Que tome todos los días, no conozco a ninguno --dice Ricardo R., del Saint James--: el fin de semana sí, la mayoría se ponen en pedo. Pero no conozco a nadie que haya tenido un coma alcohólico, una cosa de ésas. A veces nos ponemos a hablar entre nosotros, nos decimos que para tener un coma alcohólico hay que tomar muchísimo...
--No lo ven como un riesgo inminente. --Eso, eso. Soledad D, que va a tercer año y está en el centro de estudiantes de la escuela Antártida Argentina, opina que "tendría que venir alguien de fuera del colegio para dar una charla: en los cursos se habla del tema en tercer año pero hay chicos que necesitan saber más, desde primer año". Facundo D., del mismo centro de estudiantes, explica que "no lo podemos resolver nosotros mismos: no podés decirle a un pibe que con el alcohol le pasa esto y lo otro, si él piensa que el sábado vas a salir con él y te vas a poner en pedo igual que él".
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