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HOY SE VOTA SI SIGUE EN EL PODER HELMUT KOHL, QUE CAMBIO LA HISTORIA

La última gesta de "der Elefant"

Después de 16 años ininterrumpidos en el poder, la era de Helmut Kohl puede llegar hoy a su fin, dejando a casi toda Europa bajo gobiernos de signo centroizquierdista. Esta historia de una vida política da cuenta del hombre y de 16 años que cambiaron la historia de Alemania, Europa y el mundo.

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Hemut Kohl en una de sus últimas presentaciones para una campaña muy reñida

Por Ian Traynor y Martín Walker
Desde Bonn y Bruselas

The Guardian

de Gran Bretaña


t.gif (67 bytes)  En las tribunas, es el hombre de la historia. Helmut Kohl lleva a amigos y enemigos por igual a un tour desordenado por sus 16 años como canciller, años en los que el mundo se dio vuelta. Der Elefant, el coloso de piedra, luchando por su vida con una energía como para hacer temblar a hombres más jóvenes, es uno de los grandes vencedores de la Guerra Fría. Y al escucharlo en una de las tantas campañas electorales que dirigió en los últimos años a través de Alemania, uno puede engañarse creyendo que todavía está en combate. A menudo impresiona a su público, pero ¿están preparados mentalmente para recompensar actuaciones pasadas en lugar de las promesas de futuro de Gerhard Schröder?

La contribución de Kohl a la historia de su tiempo es inmensa y el juicio merece enfatizarse, dada su reputación especialmente en Gran Bretaña, donde las evaluaciones sobre Alemania todavía son tan parciales. A pesar de sus logros --liderar a los demócratas cristianos, el partido de gobierno natural de Alemania, durante 25 años o exactamente durante la mitad del período de posguerra, ganar cuatro elecciones federales seguidas, convertirse en el primer ministro del Rheinland-Palatinado a la tierna edad de 39 años, impulsando la unificación de Alemania, integrar a Europa e impulsar a la moneda única al punto de no retorno--, Kohl ha sido menospreciado, menoscabado y burlado, tanto en su país como en el extranjero. Casi siempre fue él quien rió ultimo.

 

 

El buen alemán

Cuando se convirtió en canciller en octubre de 1982, las carcajadas podían oírse incluso dentro de su propio campo conservador. Después de la envarada sofisticación del canciller intelectual del SPD, Helmut Schmidt, ¿cómo podría gobernar Alemania un provinciano que comía compulsivamente? Franz-Joseph Strauss, el carismático, combativo líder de Bavaria, pensó que podía ser más listo de Kohl y usurpar su posición. Recibió su merecido. Las figuras señeras y los amargados de las terceras filas democristianas intentaron deponer a Kohl. Pero fueron cacheteados astuta e implacablemente por un líder que parecía un tío cautivador pero que se había convertido en un maestro de la intriga política.

Mijail Gorbachov y François Mitterrand, Margaret Thatcher y Jacques Delors: todos cometieron el error cardinal de subestimar la astuta e indeclinable determinación estratégica del hombre. Impuso su autoridad en Europa al negociar el acuerdo que le permitió ganar a Thatcher el famoso reembolso que quedó designado en la frase de la propia primera ministra: "Quiero que me devuelvan mi dinero". Al precio de 3300 millones de dólares al año, la mayor parte pagada por Alemania, Kohl consideró finalmente que todo el barullo no valía la pena y que era un precio aceptable para asegurar a Gran Bretaña en Europa. Kohl jugó el rol del buen alemán, el sólido aliado, el poder europeo dispuesto a abrir su billetera para encontrar una solución. Pero puso en primer lugar los intereses de Alemania en la crisis de 1989-90, cuando desafió a Mitterrand y a Thatcher para asegurar que la caída del Muro de Berlín serviría para reunificar su país. En ese momento preciso, el canciller, el Gran Europeo, tal vez el Ultimo Europeo, ignoró groseramente al resto de Europa.

Después de la caída del Muro, Mitterrand voló a Berlín Oriental para asegurar a los alemanes del Este que Francia todavía quería que su Estado siguiera existiendo y a Moscú a convencer a Gorbachov de que una Alemania unida sería un vecino demasiado grande y poderoso. Mitterrand le pidió a Thatcher que utilizara su influencia con Gorbachov. Margaret Thatcher era notoriamente poco amiga, sospechaba visceralmente de los alemanes y no se preocupaba en ocultar que consideraba que el canciller era risible e insufrible. También aterrada ante el pensamiento de una Alemania unida, llamó por teléfono al presidente Bush, en un inútil intento de obtener su veto para evitar tal transformación del equilibrio de poder en Europa. (1) Demasiado tarde. Kohl ya había preparado el camino. En un barco en el río Rin en mayo de 1989, casi seis meses antes, Kohl había logrado el apoyo del presidente Bush para "una Alemania entera y libre dentro de una Europa entera y libre". (2) Más tarde ese verano, Kohl llevó a Gorbachov a dar un paseo una tardecita en los jardines de la cancillería de Bonn para mirar el Rin, y le dijo al líder soviético que la unificación de Alemania fluía sin detenerse, como el río. Kohl se dio vuelta y esperó que Gorbachov protestara. No lo hizo.

Luego, en abril, después de que cayera el Muro, él y Mitterrand enviaron una carta conjunta al Consejo Europeo diciendo que era tiempo "de tomar pasos más decisivos hacia la unión europea", la carta que se convirtió en la base del Tratado de Maastricht. Kohl comprendió la alarma de Mitterrand ante el nuevo peso económico y político de una Alemania unificada y ofreció el EMU, unión monetaria europea, para sumergir al dominante Deutsche Mark en una nueva única moneda que Francia podría codirigir (3). Mitterrand, que utilizó la metáfora de los liliputienses atando a Gulliver, quería enredar a la nueva Alemania en una vasta telaraña de instituciones europeas. Una moneda única y las obligaciones políticas y de política exterior de una Unión Europea fueron el precio a cambio del cual Mitterrand aceptó la unificación de Alemania.

Precio que Kohl estaba feliz de pagar. Habiendo sido un niño durante la guerra, recordaba la devastación de Alemania en 1945, y le gustaba evocar ante sucesivos presidentes norteamericanos cómo dependía de los paquetes de comida norteamericana. Para Kohl, la integración de Europa era "una cuestión de guerra o paz en el siglo XXI". (4) Esto no era simplemente una cuestión de tranquilizar a los más pequeños y débiles vecinos de Alemania en la Unión Europea. "Alemania tiene un elemental interés nacional en que todos sus vecinos se conviertan en miembros de la Unión Europea", continuaba su discurso, reconociendo que la Alemania unida tenía nuevos vecinos en el este --Polonia y lo que todavía era Checoslovaquia--, que también podrían unirse a la UE y a la alianza de la OTAN. Fue su manejo estratégico del desenlace de la unificación de Alemania lo que plenamente estableció el lugar de Kohl en la historia. Su visión fue en gran parte esa Europa rediseñada, con su centro de gravedad desplazándose desde Europa occidental hacia Mitteleuropa, la Europa central.

 

 

El precio de un estadista

Pero ahora enfrenta una prueba electoral interna. El crédito debe dársele a quien le corresponde, dice la gente, sea que vaya a votar o no a los democristianos de Kohl. Su lugar en los libros de historia está asegurado. Pero ¿y toda esta charla sobre Europa y la historia y el mundo, se preguntan? ¿No debiera estar concentrándose un poco más en los problemas internos de Alemania? ¿No es por eso que elegimos cancilleres? El precio a pagar por los logros de Kohl todavía está siendo calculado. El costo de absorber Alemania oriental, a 100 mil millones de dólares por año durante esta década, no sólo ha secado el presupuesto y encerrado a Alemania en un sistema de altos impuestos, también clausuró la tradicional estrategia alemana de resolver los problemas con Deutsche Marks. Una Alemania ajustada ya no puede darse el lujo de ser la solución de último recurso, y así el buen alemán está pidiendo ahora a Bruselas una rebaja al estilo Thatcher.

Así, es menos el poder de la Alemania unificada que el costo de pagar por ella lo que convirtió a Kohl en el líder de una Alemania que puede decir No, del mismo modo que él ejerció su veto contra una serie de votaciones mayoritarias para la Unión Europea durante las negociaciones del Tratado de Amsterdam. Las nuevas realidades presupuestarias y los altos impuestos que restringen a las empresas alemanas, junto con la negativa de Kohl a seguir el ejemplo de Thatcher en su asalto contra los sindicatos, dejaron a Alemania con otro legado: un desempleo de dos dígitos.

Europa también ha pagado el precio de Kohl. La recesión de comienzos de la década de 1990 empeoró, si es que no fue causada por las altas tasas de interés alemanas requeridas para financiar a Alemania oriental (5). Bosnia pagó por las primeras andanadas de la nueva diplomacia asertiva alemana, cuando ésta insistió en que Europa reconociera las independencias de Croacia y Eslovenia. Esta fue la decisión que formalmente quebró a Yugoslavia. Los norteamericanos ahora refunfuñan que Alemania está haciendo lo mismo nuevamente en Kosovo, con el nuevo jefe del servicio de inteligencia federal Hans Jorg Gieger, abasteciendo secretamente al Ejército de Liberación de Kosovo. Las políticas asertivas de Alemania en los Balcanes, que ayudaron a romper el viejo tabú contra el despliegue de tropas alemanas en el exterior, marcan la insistente preocupación sobre la nueva Alemania de Kohl después de que Kohl abandone la escena. El buen alemán ha construido el Estado más poderoso dentro de un continente europeo transformado que él modeló. En las manos de un mal alemán, o de una figura menos sensible a las preocupaciones francesas y menos persistente en apaciguar a los norteamericanos y menos conmovido por los recuerdos de 1945, la Alemania de Kohl puede convertirse en algo alarmante.

El triunfo de la unificación también sembró las semillas de su gran fracaso. Durante el boom que siguió a la unificación, Kohl pudo evitar y luego postergar los cambios estructurales necesarios en Alemania para equipar al país para enfrentar los años venideros con confianza y no con temor. En cambio, se abocó casi exclusivamente a la Europa de Maastricht y a la moneda única. A fuerza de pura voluntad y compromiso, llevó las cosas hasta el hecho de que el euro será lanzado el 1º de enero bajo una presidencia europea alemana, sea Kohl el canciller o no. Para los historiadores económicos y políticos de Europa en las primeras dos décadas del siglo XXI, allí radicará la proeza de Kohl.

Fuentes:
1) Margaret Thatcher, Downing Street Years, 1993;
2) Martin Walker, The Cold War: A History, 1993;;
3) Der Spiegel, 27 de febrero de 1998
4) Discurso en la Universidad Católica de Lovaina, Frankfurter Allgemeine Zeitung, 3 de febrero 1996
5) Bernard Connolly, The Rotten Heart of Europe: The Dirty War for Europe's Money, 1996
Traducción: Celita Doyhambéhère

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