Francia ha salido a proponer una serie de medidas alternativas ante la crisis financiera internacional. Su propuesta podría integrar la base de una propuesta europea ante el FMI y el Banco Mundial. |
Por Eduardo Febbro Desde París
Confrontados a las consecuencias de la crisis financiera que afecta al conjunto de las plazas del planeta los 15 países miembros de la Unión Europea discuten este fin de semana en Viena un paquete de 12 propuestas francesas destinadas a estabilizar el funcionamiento del sistema financiero internacional. El memorando de 8 páginas elaborado por el ministro francés de Economía y Finanzas, Dominique Strauss-Kahn, podría convertirse a partir de este domingo en "el zócalo" de una oferta europea común para ser debatida en las próximas asambleas generales del FMI y del Banco Mundial, que se celebran a principio de octubre en Washington. París estima que la Unión Europea debe "asumir las responsabilidades" que se desprenden del lugar que ocupa en la economía mundial. Los 12 puntos franceses parecen inspirados por tres principios: adaptar la política macroeconómica de la Unión Europea a fin de preservar el crecimiento y la estabilidad monetaria mundial: darle a Michel Camdessus un salvavidas para rescatar del naufragio al organismo multilateral del FMI, al que --con tardía pero certera razón-- los expertos responsabilizan por buena parte de la crisis financiera actual, y dar señales "progresistas" a la coalición de izquierda que gobierna el país desde hace poco más de un año. En este contexto, Francia propone reforzar los medios y los poderes del FMI. Los sucesivos derrumbes del sistema financiero llevaron al primer ministro francés Lionel Jospin a decir que "las crisis financieras nos recuerdan que el capitalismo es una fuerza que avanza, pero que no sabe hacia dónde va". Los focos que desataron la tempestad monetaria y bursátil --controlados "a ojo" por el FMI y el G7-- acarrearon a su vez una ola de críticas contra el funcionamiento de los mercados financieros. Muchos ya ponen en tela de juicio la liberalización mundial de los capitales y sugieren la instauración de barreras para regular el libre cambio y las desigualdades que provoca. A lo primero los socialistas franceses responden con el memorando de 12 puntos discutido este fin de semana en el Consejo de Ministros de la Unión. A lo segundo, el mismo ministro de Economía y Finanzas ya dio una respuesta clara cuando, la semana pasada, sacó de las garras de Coca-Cola, el símbolo más perfecto de esa mundialización aborrecida por la izquierda, la venta de la marca Orangina, la bebida gaseosa que es para Francia lo que el dulce de leche es para la Argentina. Entre ambas iniciativas se mezcla una intención: liderar, desde Europa, el polo que detentará los principios que regirán el mundo del mañana. Francia propone a sus socios de la Unión un avance sustancial en la elaboración de un nuevo orden mundial según una "sensibilidad europea y multilateral". El documento de Dominique Strauss-Kahn destaca que "la zona euro --la moneda única europea-- será una entidad de un peso económico comparable con el de EE.UU. La coyuntura económica y financiera actual torna pues necesario el reconocimiento de esa responsabilidad". Los europeos quieren, de hecho, llevar a cabo acciones de lobbing en las dos zonas más concernidas por la inestabilidad: En Japón, para que este país aplique rápidamente las medidas destinadas a reestructurar el sistema bancario. Y en EE.UU., a fin de que Washington ratifique lo que, según París, constituye el elemento central de la solución: el aumento de los
quote-parts del FMI, es decir, el presupuesto. Francia y algunos socios europeos insisten en hacer seguir haciendo del FMI "la piedra angular de la arquitectura financiera internacional". Francia se opone abiertamente a que haya una transferencia de poderes: no a la fusión del FMI y del banco mundial, como lo propone el primer ministro británico Tony Blair; no a legitimar el grupo de los 22, inventado en abril por EE.UU. En lo único en que todos están de acuerdo es en el diagnóstico de la crisis: ésta, resalta el documento francés, "es el resultados de una mala apreciación del riesgo financiero que se tradujo por flujos de capitales excesivos en los países emergentes y, luego, por el retiro excesivo de esos mismos capitales". La iniciativa más novedosa del texto francés es la que atañe a los movimientos de capitales en los países cuyas economías, en pleno proceso de apertura, quedaron seriamente desestabilizadas. París sugiere que se adopte a nivel mundial el artículo 73 del Tratado de Maastricht de Unión Europea. Este autoriza la formación de un control de cambios limitado a un plazo de seis meses "cada vez que, en circunstancias excepcionales, los movimientos de capitales provocan y amenazan provocar causar graves dificultades". Francia considera que, instaurado con el acuerdo del FMI, dicho control podría fijar nuevas reglas de juego para los especuladores "sin restar por ello credibilidad al país afectado". Strauss-Kahn defenderá esa idea este fin de semana en Viena ante sus socios de la Unión. El sábado, Jospin hará lo mismo en Hong Kong, cuya moneda vive bajo la amenaza de una caída libre inminente. "Las ideas no se rechazan, se gastan", decía el filósofo conservador francés Raymond Aron. A más de 30 años de esta frase, en la otra punta del planeta, Washington, uno de los especuladores bursátiles más hábiles de este siglo, Georges Soros, parece darle la razón a Aron cuando declara, como lo hizo la semana pasada: "El sistema capitalista mundial, que acarreó una prosperidad brillante en EE.UU. en los últimos diez años, está a punto de desintegrarse". Los europeos buscan ahora el mejor lugar en el aún incierto nuevo orden que se prepara. Doce recetas al gusto francés
Las grandes líneas del texto francés tienen como punto primero la coordinación estrecha de las políticas económicas en Europa. En su punto número dos el memorando francés propone la misma coordinación entre el Viejo Continente y EE.UU. así como una "intervención política en Japón". Francia defiende también el ya mencionado aumento del presupuesto del FMI y la extensión de la zona de estabilidad monetaria del euro a los demás países de la Unión --no todos forman parte de la primera horneada del Euro--. En su quinto punto el texto resalta la continuación de las reformas en Rusia a través del FMI. A partir del sexto capítulo la propuesta francesa adelanta la idea de la construcción de un nuevo Bretton Woods mediante la creación de un gobierno político del FMI. Este aprobaría a través de un voto las orientaciones estratégicas. En ese contexto, París busca transformar el actual
comité interino del Fondo en Consejo, a fin de que éste se convierta en un órgano de
decisión. La séptima propuesta pide un desarrollo del diálogo entre los países
industrializados y los emergentes, donde estallaron las crisis. En octavo lugar se ofrece
mejorar la vigilancia de las instituciones financieras y hacer respetar las reglas
internacionales con centros off shore. El noveno es la consecuencia del análisis de la
crisis actual ya que se sugiere una apertura más progresiva y ordenada de los mercados de
capitales en los países emergentes. En caso de explosión, existiría la posibilidad de
un recurso o "cláusula de salvaguarda" piloteada por el FMI. Francia quiere
también --10-- que se adapte el funcionamiento del Club de París a la situación
particular de cada país emergente, y --punto 11-- que haya una asociación del sector
privado en la resolución de las crisis, junto al FMI y al Club de París. Por último, el
memorando señala que el euro debe servir de punto de apoyo para promover la estabilidad
monetaria internacional mediante la coordinación de las políticas macroeconómicas y de
cambio. |