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El canto con fundamento goza de buena salud

Con la presentación de su nuevo CD como excusa, Mercedes Sosa llenó el Luna Park de un repertorio preferentemente folklórico, y se fue ovacionada por un público incondicional.

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Mercedes Sosa mostró el material de su disco "Al despertar".

Por Fernando D'Addario

t.gif (67 bytes)  Las innegables dotes naturales que Mercedes Sosa devuelve en forma de canto popular tienen ahora una cobertura emotiva que promete resguardarla a perpetuidad: su público, que siempre la admiró, que siempre la quiso, parece asumir el compromiso de proteger a la artista tucumana después de su enfermedad. La rodea de un cariño de esos que no podrían proveer ni un megahit radial ni la nostalgia, un cariño que deja intuir la fragilidad que se esconde detrás de esa voz impresionante. Es un amor de algún modo egoísta, comparable con el que tributan los hijos cuando sienten que necesitan ampararse en esas sabias palabras paternas que alguna vez dejaron escapar.

La gente que llenó el Luna Park el viernes y anoche (mañana habrá una nueva función) para asistir a la presentación del CD Al despertar, la recibió y la despidió como si hubiese comprendido que necesita a Mercedes. En esa confluencia vital, superadora de los mecanismos propios del marketing moderno, se reconocen las lágrimas en común brotadas tras la interpretación del tema "Indulto" (escrito por Alejandro Lerner) y esa ovación del final, cuando seis mil personas se quedaron diez minutos de pie, cantando y aplaudiendo, a la espera de una nueva salida a escena de Mercedes, que finalmente no se produjo. Pretendían, seguramente, perpetuar su presencia, asumiéndola como el reaseguro de una identidad que en los últimos tiempos se ha ido perdiendo a jirones.

La incondicionalidad de la gente es, inclusive, inmune a las variables del repertorio. En sus dos últimos trabajos discográficos, y fundamentalmente en Al Despertar, Mercedes giró su interés temático hacia el folklore. Y la mayoría de su público no pertenece al rubro folklórico, sino a ese difuso arco social dibujado por una clase media que gusta de exteriorizar sus inquietudes culturales pagando bien pagada una platea en el Luna Park y alimentando el espíritu con clásicos del cancionero latinoamericano. Pero Mercedes les entregó dosis generosas de folklore argentino, sutilmente revisitado por una banda en la que sobresale el talento del guitarrista Colacho Brizuela y que contó esta vez con el aporte (no siempre oportuno) del ballet dirigido por Coqui y Pajarín Saavedra. Ella recorrió imaginariamente el litoral a través de la belleza de "Pueblero de allá ité", caminó por Salta y Tucumán de la mano de "Bajo el sauce solo" (una hermosa zamba de Manuel J. Castilla y el Chivo Valladares), recordó a los hermanos Abalos en "Agitando pañuelos" y arremetió con chacareras festivaleras como "Dejame que me vaya" y "Para cantar he nacido" (esta última con el preadolescente Abel Pintos, que tiene una voz soberbia, muy parecida a la de Mercedes), sin perder en ningún momento el buen gusto. Cuando se alejó del folklore y encaró canciones ("Al despertar" o "Almas en el viento", por ejemplo), su actuación perdió relieve, más allá de la garantía que ofrece su riqueza interpretativa.

El concierto fue levantando temperatura en los últimos cuarenta minutos, cuando se entregó al estereotipo del show histórico de Mercedes, recordando a sus amigos de la canción popular latinoamericana (no podían faltar Silvio Rodríguez con "La maza" y Violeta Parra con "Gracias a la vida" y esta vez incluyó a Alfredo Zitarrosa a través de la hermosa "Zamba por vos") y a sus amigos del rock. El viernes se esperaba la presencia de Charly García. Jamás llegó, pero su ausencia no impidió que la tucumana cantara "Rezo por vos" y "De mí". Tampoco estuvo Gieco, aunque todos lo recordaron gracias a "Sólo le pido a Dios" (no han sido afortunados los arreglos para este tema). El que sí se subió --ovacionado-- fue Víctor Heredia, quien cantó con Mercedes y el público "Razón de vivir". Y el final con todos de pie (Mercedes estuvo casi todo el show sentada) coreando "María María" y la corista Beatriz Muñoz sosteniéndola para que no se cayera. En rigor, no era necesario: seis mil personas felices y emocionadas la estaban sosteniendo desde hacía rato.

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