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ARROLLADOR TRIUNFO DE LA SOCIALDEMOCRACIA CONTRA HELMUT KOHL EN ALEMANIA
La locomotora que giró a la izquierda

Alemania, primera potencia de la Europa de la moneda única, completó ayer el vuelco a la centroizquierda del continente, y Gerhard Schroeder será el próximo canciller. También creció el PDS, ex Partido Comunista de la disuelta RDA.

Helmut Kohl se retira de escena tras 16 años.

Gerhard Schroeder saluda eufórico a sus partidarios junto a su esposa Doris.

Por Eduardo J. Vior desde Heidelberg

t.gif (67 bytes) Con el arrollador triunfo de Gerhard Schroeder en las elecciones generales alemanas comenzó una nueva era. El 41 por ciento de los sufragios alcanzados por el Partido Socialdemócrata (SPD) en todos los escrutinios provisorios confirman, junto con la demoledora derrota de la Democracia Cristiana (CDU), que perdiendo más de 6 puntos bajó al 35 por ciento, que Alemania decidió por el cambio y así se completó el mensaje de los últimos años: la Unión Europea (excepto España) votó centroizquierda.
La victoria de la socialdemocracia es tanto más imponente cuanto que las encuestas preelectorales de las últimas semanas apuntaban a un empate técnico. Sin embargo, el SPD ganó claramente más de un 5 por ciento de los sufragios que fueron perdidos por la CDU, los Verdes se estabilizaron en poco menos del 7 por ciento y los liberales realizaron una buena elección, manteniéndose en torno del 6,5 por ciento cuando todos los cálculos apuntaban a su desaparición del Parlamento. El otro gran triunfador de los comicios fue el Partido del Socialismo Democrático (PDS), que según las estimaciones provisorias habría aumentado su caudal al 5 por ciento, asegurando su continuidad en el Bundestag. Así garantiza su rol de representante de los intereses del Este y se convierte eventualmente en fiel de la balanza que podría decidir la elección del canciller federal. Paradójicamente, a menos de nueve años de la hecatombe de la RDA, el heredero de su ex partido gobernante (el Comunista) puede decidir elecciones en el capitalismo real.
Prestando atención a las preferencias temáticas de los votantes, la decisión resulta clara: el 95 por ciento consideraba la desocupación como la cuestión central, seguida del 89 por ciento para la economía, del 89 por ciento para los problemas sociales y del 88 por ciento para la reducción de impuestos. En consonancia con estas prioridades, el 43 por ciento de los sufragantes atribuía al SPD mayor competencia para la resolución de problemas económicos y sociales, especialmente en el primer punto, lo que constituye una inversión diametral de las apreciaciones de hace cuatro años. Lo mismo sucedió en la distribución del voto por sectores de población: el 48 por ciento de los trabajadores y el 44 por ciento de los empleados votaron por el SPD, contra índices similares de los autónomos y jubilados que optaron por la CDU. Sin embargo, en el grupo de los primeros votantes (18 a 22 años) no hubo diferencias entre los grandes partidos: mientras que la Democracia Cristiana alcanzó el 31 por ciento de las preferencias de voto, el SPD no pasó del 34 por ciento. Los Verdes, manteniendo su influencia sobre un sector importante de la juventud, obtuvieron el 10 por ciento; los otros partidos menores aparecieron en descenso, pero preocupantemente los neonazis de la Unión del Pueblo Alemán (DVU), que no entraron al Parlamento (2,7 por ciento global), alcanzaron una preferencia de voto juvenil del 5 por ciento.
Si se analizan las desigualdades regionales, la situación aparece igualmente dispar: mientras el Este es claramente rojo, confirmado por el triunfo del SPD y el PDS en las elecciones regionales de Mecklenburgo-Pomerania Anterior, que llevará a la primera participación en un gobierno de los ex comunistas de Alemania Oriental, el sureste es claramente negro. El arrollador triunfo de la Unión Cristiano Social (CSU) en Baviera con el 48 por ciento –ubicándola 13 puntos por arriba de su partido hermano a nivel federal– agrava la diferenciación regional, torna al país más ingobernable y dispersa peligrosamente al arco parlamentario.
Aunque todavía es muy temprano para especular sobre la composición del gobierno Schroeder, porque faltan escrutar los votos que los distintos candidatos obtuvieron en sus distritos independientemente de las listas partidarias a las que la mayoría de ellos pertenecen, es muy posible apostar a la formación de un gobierno rojiverde parecido pero con características diferentes a las de sus pares francés e italiano. Los Verdes alemanes están más estructurados que sus pares europeos, son más numerosos, tienen más poder institucional y llegarían al gobierno en un país mucho más importante. Pero también están más escindidos entre los posibilistas, seguidores de Joschka Fischer y la “izquierda realista” seguidora de Juergen Trittin, ambos candidatos a ministros en un posible gobierno de coalición. Los temas de conflicto entre socialdemócratas y verdes se concentran en el cierre de las centrales nucleares y la política exterior, en la que una buena parte de los ecologistas preconizan la paulatina reconversión de la OTAN en un instrumento de las Naciones Unidas.
Estas inseguridades se reflejan en las repercusiones internacionales. Las diplomacias de los países centrales habían aprendido a confiar en Helmut Kohl. El capital es enemigo de la inseguridad y Gerhard Schroeder es todavía un desconocido. A través de múltiples contactos de todo tipo los aliados occidentales, especialmente Estados Unidos, han aprendido a confiar en el SPD pero no todavía en los Verdes, aun cuando pudieran llegar a aceptar a Joschka Fischer como ministro de Asuntos Exteriores de Alemania. Pero tal vez no podrían tolerar que por una constelación de mandatos inestable el nuevo gobierno dependiera del sostén parlamentario de los socialistas del PDS.
Cualquier análisis de la coyuntura política alemana que no nombre a Oskar Lafontaine estaría incompleto. El presidente del SPD cumplió en los últimos tres años una tarea central unificando al partido, integrando a sus electorados dispares y lanzando un mensaje de continuidad reformista frente al pragmatismo a veces excesivo de Schroeder. Si este último fue el mascarón de proa que permitió la conquista del “nuevo centro”, el jefe del aparato fue el estratega que organizó la victoria renunciando incluso a sus ambiciones de mando.
En los próximos dos días se conocerá la constelación gobernante en Alemania. Por el momento, una sola cosa es segura: Gerhard Schroeder es el próximo canciller.

 


 

COMO ES EL HOMBRE QUE GOBERNARA AL COLOSO
Schroeder, el buen gerente

Por Ian Traynor desde Bonn

t.gif (862 bytes) Fue en 1981 cuando el socialdemócrata Gerhard Schroeder llegó por primera vez a la fama en la historia del parlamentarismo alemán. Había ganado su banca el año anterior. Schroeder fue el primer diputado que pronunció un discurso en el recinto sin llevar puesta una corbata, y enfrentó con orgullo los murmullos ultrajados del resto de la cámara de diputados. Ya entonces, el joven de 37 años disfrutó mucho al convertirse en el centro de la atención.
Cuando los verdes y los pacifistas antinucleares invadieron la vida legislativa alemana, vestirse de manera casual fue la nueva ley. Trajes arrugados, de un cuidado y costoso desaliño, se convirtieron en un must. La estudiada despreocupación en el atuendo caracteriza aún hoy al gobierno de Bonn, pero hace tiempo que Schroeder ya descartó la opción desgreñada y provocativa y la cambió por elegantes trajes italianos, camisas blancas brillantes, corbatas espectaculares y cuero negro bien pulido.
Ayer, Schroeder parecía haber triunfado en expulsar a Kohl, donde sus cuatro predecesores socialdemócratas fracasaron. En su campaña, se concentró en un mensaje conciliatorio, diciendo que después de 16 años, Kohl simplemente tenía que dar un paso al costado. “No tan distinto de Kohl, sólo más joven y mejor”, fue la clave del mensaje de Schroeder.
Hace sólo dos semanas, la campaña de Schroeder sufrió un terrible golpe cuando el partido hermano de la Democracia Cristiana (CDU), la Unión Social Cristiana (CSU), hizo una elección brillante en la conservadora y católica Baviera, donde obtuvo el 53 por ciento de los votos. Schroeder reaccionó cubriendo de elogios a Edmund Stoiber, el reelecto canciller estadual. Es que a pesar de las diferencias superficiales entre el SPD y la CSU –el más derechista de los grandes partidos alemanes–, Schroeder admira a Stoiber como al exitoso político que es.
Schroeder va a gobernar a Alemania de una manera parecida a cómo Stoiber gobierna su estado de Baviera. Como un gerente nacional y un mediador pragmático para quien la ideología está subordinada a la competencia y que ve su papel central en resolver problemas y reconciliar conflictos de interés. Schroeder tiene poco tiempo para manifiestos partidarios o artículos de fe política. Es abierto y flexible. No lo guía una visión de Alemania, sino el deseo de ser el que manda. Esto le ha creado enemigos no sólo en la oposición, sino también entre sus propias filas.
Los discursos de campaña de Schroeder estuvieron marcados por referencias a sus orígenes de clase baja. Su madre, una viuda de guerra, trabajó como mucama y en la posguerra limpióna03fo03.jpg (8809 bytes) los cuarteles de las tropas de ocupación británicas. Schroeder atribuye su falta de fluidez en lenguas extranjeras a la falta de oportunidades que tuvo cuando joven.
Schroeder dejó la escuela a los 14 años para ganarse la vida vendiendo vajillas. Empezó a tomar clases nocturnas y después estudió Derecho en la Universidad de Göttingen, en Baja Sajonia, donde ahora es el canciller estadual. Su carrera política comenzó allí a los 19 años, cuando se afilió al SPD.
Los eslóganes de la campaña de Schroeder fueron “El Nuevo Centro”, la “Modernización”, la “Justicia Social”, y la “Innovación”. Cuesta muchoentender qué significará todo esto cuando se traduzca en medidas concretas. En sus memorias, el ex jefe del partido socialdemócrata que fracasó en derrotar a Kohl en 1983, Hans-Jochen Vogel, hizo la siguiente evaluación del nuevo canciller: “La voluntad de poder de Schroeder es ciertamente impresionante. Pero la pregunta es, ¿qué hará con ese poder?”

 

Luces y sombras
Carlos Escudé*

“Yo creo que hay que analizar este triunfo en dos planos diferentes. Desde el punto de vista de la neutralización de la ultraderecha, es totalmente positivo, porque estos sectores están más cerca de la Democracia Cristiana que de la Social Democracia. Ahora, desde el punto de vista de la estabilidad y consolidación del Euro, el resultado es negativo. Durante todo el proceso de negociación hubo una puja muy fuerte entre Francia (que priorizó el uso de la política monetaria para generar empleo) y Alemania. El gobierno de Kohl
tuvo como principal objetivo
de política monetaria la con- solidación de la estabilidad de
la moneda. Este escenario
posiblemente cambie con
esta nueva coalición en el
poder.”

*Ex jefe de asesores del canciller Di Tella.

El euro divide aguas
Carlos Perez Llana*

“Las grandes diferencias entre Kohl y Schroeder es que Kohl era más proeuropeo y más proclive a mantener el eje con Francia.
Schroeder en su momento dudó de la creación del euro. Dentro del nuevo mapa político europeo Schroeder está más cerca de Tony Blair que del socialismo francés de Lionel Jospin. En lo que nos afecta a nosotros –la relación Mercosur Unión Europea (UE)–, el interrogante si Schroeder va mantener la idea de profundizar el acuerdo entre las dos regiones. Es la consolidación de la socialdemocracia en términos europeos: la expresión de la derecha en Europa es Aznar. Hay un ciclo que se termina, el inaugurado en los ‘80 por el hiperliberalismo y el fundamentalismo de mercado, y el resurgimiento de los que se preocupan más por el desempleo y lo social.”

*Especialista en Relaciones Internacionales de la UCR.

 


 

CRONICA DE UNA JORNADA ALEGRE Y EXPECTANTE
El día que todos se volcaron a votar

Por E.J.V.

t.gif (862 bytes) El malhumor de Helmut Kohl y la dureza de su secretario general Hinze preanunciaban ya ayer por la mañana la debacle. Los principales candidatos votaron por la mañana. Helmut Kohl lo hizo junto con su esposa Hannelore en el pueblo de Oggersheim, un suburbio de la capital de la química, Ludwigshafen, en el Palatinado. La locutora del oficialista informativo del segundo canal (ZDE) no olvidó subrayar que el jefe de gobierno había ido primero a misa. “No estoy disponible para ninguna gran coalición”, confirmó con forzado buen humor.
Su desafiante Gerhard Schroeder apareció lenta y atentamente, mirando a las cámaras, con su tercera esposa Doris, al concurrir al local en Hannover, sede de su gobierno regional. Una nube de fotógrafos lo rodeaba. El los dejó hacer.
La jornada se caracterizó por una amplia participación electoral. La gente se volcó a los lugares de votación desde las primeras horas de la mañana. En elecciones anteriores también votó un amplio porcentaje del padrón (80 por ciento en 1994, un poco más esta vez), pero las colas que se formaron ayer hacia el mediodía eran desacostumbradas. Y eso en un país donde el voto no es obligatorio.
Las familias se acercaban a los centros de votación en un ambiente festivo y expectante, pero calmo. Era la oportunidad de encontrar amigos y charlar un poco antes de irse a comer el típico asado al horno del domingo. Hasta la derrota de Michael Schumacher en Nürburgring fue digerida con filosofía. También el tiempo ayudó: un día de otoño sin sol, pero sin frío ni lluvia, de modo que nadie estuvo especialmente motivado para hacer grandes excursiones. Votar era una pequeña fiesta. Todo favoreció la gran participación, ayudando también al 10 por ciento que decidió su voto recién ayer. Con el 15 por ciento que lo hizo en los últimos días, fue un 25 por ciento el que terminó por decidirse en el curso de una semana.
La atención de los votantes por la elección federal favoreció a otros comicios paralelos, como las elecciones para el gobierno regional de Mecklanburgo-Pomerania Anterior, que pueden llevar al primer gobierno rojo-rojo (SPD-PDS) de Alemania, rehabilitando a los ex comunistas orientales para la política parlamentaria. También en Brandenburgo se realizaron ayer comicios municipales, de gran importancia en la capital Potsdam, donde los socialistas del PDS pueden alcanzar la mayoría relativa. En Hamburgo se votaba la ampliación de los derechos participativos de la población en cuestiones de desarrollo urbano. Y finalmente en el norteño Schlewig-Holstein un referendo de contenido curioso se aseguró indirectamente la atención de los votantes: una iniciativa popular consiguió imponer una consulta pública sobre la reforma de la ortografía del alemán convenida hace dos años en un acuerdo internacional.
En condiciones normales estas elecciones y consultas no encontrarían eco, pero bajo el manto de una elección parlamentaria reñida multiplicaron su rendimiento.

 

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