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Por Carlos Arroyo desde Madrid Gozar es conocer carnalmente a una mujer, según el Diccionario de la Real Academia Española (DRAE), que no considera aceptable la posibilidad de gozar con un hombre. En el particular universo que deja ver el diccionario, lo masculino es varonil y enérgico de igual modo que lo femenino resulta débil y endeble, y el cortesano es un servidor del rey, pero la cortesana puede ser una ramera, algo en lo que coincide con un desusado significado de enamorada. Indicios como éstos, recogidos en el libro Lo femenino y lo masculino en el Diccionario de la lengua de la Real Academia Española, eximen del esfuerzo de imaginar significados para rancias expresiones como sexo débil o sexo fuerte, que designan a las mujeres y a los hombres. El tratamiento discriminatorio es lo más aparente, pero no el único motivo de crítica: las autoras consideran que el diccionario es simplemente un diálogo de hombres entre sí en el que las mujeres sólo asoman como una subespecie en vías de extinción. El estudio ha sido editado por el Instituto de la Mujer, que lo encargó el año pasado a una comisión asesora sobre el lenguaje denominada NOMBRA (siglas correspondientes a No Omitas Mujeres, Busca Representaciones Adecuadas). Las autoras son las profesoras Ana Vargas, Eulalia Lledó, Mercedes Bengoechea, Mercedes Mediavilla, Isabel Rubio, Aurora Marco y Carmen Alario, y su trabajo, que el viernes presentaron en Madrid, se ha basado en la última edición del diccionario, la de 1992. Según los datos del análisis, la distribución por sexo en las acepciones con presencia humana tiene muy poco que ver con la realidad: en una muestra del 5 por ciento de las entradas del diccionario, las mujeres sólo están representadas en un 7 por ciento de los casos y los hombres, en un 88 por ciento. El 7 por ciento restante es de presencia compartida. Curiosamente, una cifra muy similar al 11,3 por ciento del Diccionario General de la Lengua Catalana, lo que, según Eulalia Lledó, prueba que el androcentrismo no es exclusivo de la Academia. La desvirtuación de la realidad no es sólo cuantitativa; en la muestra hay 67 citas de actividades profesionales femeninas distribuidas en 11 tipos. Pues bien, los cinco primeros son: monja (13 citas), maestra (10), prostituta (8), damas o reinas (7) y criadas (5). No son infrecuentes las definiciones supuestamente profesionales que consisten en ser la mujer de, como presidenta, ministra, tabernera, abogada, alcaldesa, concejala o maestra. Este último sustantivo ilustra, según las autoras, el diferente tratamiento en masculino y en femenino. Maestro incluye la acepción de persona u obra de mérito relevante, algo que está ausente en la entrada separada maestra, que se concentra en las definiciones puramente educativas. No se justifican las dos entradas, a no ser que se quiera enfatizar la idea de primera enseñanza en relación con maestra y que se quiera abrir maestro a otros grados, afirma Mercedes Mediavilla. El diccionario es un texto rebosante de ideología, según Mercedes Bengoechea, que destaca los siguientes aspectos: el masculino siempre antecede al femenino cuando van juntos; el sujeto es el varón (babosear es obsequiar a una mujer en exceso, sacar a bailar es algo que un hombre hace con una mujer, no al revés); la genealogía femenina se ignora (la abuela es una mujer anciana, mientras que el abuelo es ascendiente, antepasado, persona de quien se desciende); lo femenino no tiene el mismo valor que lo masculino (un comadrón es un cirujano que asiste a la mujer en el acto del parto, mientras que una comadrona es simplemente una partera; mujer pública y mujer del partido constan como sinónimos deprostituta en 30 entradas y remisiones; una niñada es un hecho o dicho impropio de la edad varonil). La degradación semántica de lo femenino se aprecia en voces como muñeco (mozuelo afeminado e insustancial), enerve (débil, afeminado, sin fuerza). Bengoechea resalta la diferencia de tono entre las definiciones de clítoris (cuerpecillo carnoso eréctil) y pene (miembro viril).
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