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Por Cecilia Sosa Los estudiantes olvidan los grandes debates humanos y filosóficos y sólo se preocupan por encontrar una inserción laboral. La frase ya no sorprende. Es casi un cliché de fin de siglo. Pero en boca del vicepresidente de París I, una de las ocho sedes autónomas de la Sorbona, transpira nostalgia. De paso por el país para participar de Expouniversidad, Ah-met Insel dialogó con Página/12 sobre la pérdida de prestigio de la universidad parisina, el nuevo perfil utilitario de sus estudiantes y las ventajas del sistema descentralizado que rige desde la revuelta estudiantil del Mayo Francés. En la actualidad, París I (el Pan- théon Sorbonne) tiene cuarenta mil alumnos, que estudian principalmente Derecho, pero también Economía, Administración, Matemática, Historia, Geografía, Filosofía y Artes Plásticas. En el 68, la Sorbona tenía 200 mil estudiantes y el sistema centralizado ya no era viable. Por eso, las diferentes facultades fueron transformadas en universidades autónomas, explicó Insel, de 42 años. La Sorbona supo ser la cuna de la intelectualidad, ¿aún conserva ese prestigio? Menos que antes. Los intelectuales de los años sesenta, los grandes nombres como Jean-Paul Sartre o Michel Foucault, ya no cumplen la misma función en las nuevas sociedades. Y, como en todas partes, los estudiantes son más utilitarios. Desde hace veinte años, nuestros alumnos trabajan cada vez más y, sobre todo, se preocupan por encontrar una inserción técnica en su disciplina. Así, dejan de lado los grandes debates humanos y filosóficos. Lo lamentamos, pero no tenemos posibilidades de cambiarlo. ¿Es una tendencia irreversible? No creo. Desde hace tres o cuatro años hay cada vez menos jóvenes que estudian Administración, Comercio o Economía, y son cada vez más los que se inclinan por Sociología o Psicología. Según los resultados de nuestras encuestas, los estudiantes piensan que, como hay tanto desempleo (el índice actual es del 12 por ciento), por más que uno sea egresado de Derecho o Economía es muy probable que no encuentre trabajo. Entonces, dicen ya que vamos a estar desempleados mejor haber estudiado algo que nos gusta. Y esto no sólo sucede en Francia, es una tendencia general en toda Europa y en Norteamérica. ¿Sigue vivo el tradicional contraste entre la formación humanística anglosajona y la francesa? Continúa. En Estados Unidos y en Inglaterra el secundario no es tan bueno como en Francia, por eso, durante los dos primeros años de la universidad deben dar una formación en cultura general para suplir las deficiencias de la enseñanza media. En Francia, en cambio, la especialización puede comenzar enseguida. Además, nuestros estudiantes cursan las mismas materias y obtienen el mismo título. En las universidades anglosajonas el alumno fabrica su diploma como quiere. ¿La estructura descentralizada conserva algo de los reclamos estudiantiles del 68? En 1968 se quiso crear una estructura más cercana a los estudiantes, más democrática y eficiente. Así, de la antigua Sorbona surgieron cinco universidades y después se crearon tres más. Cada una de ellas tiene un número y un nombre. Todas son públicas y funcionan de manera autónoma, entre sí y en relación con el Ministerio de Educación. Pero el quiebre de aquel año no sólo fue administrativo, también hubo divisiones políticas. Los estudiantes de Derecho más conservadores se fueron a París II y los que eran de izquierda, a París I. Todavía, en París I estamos un poco más a la izquierda. ¿Cómo está reglamentado el sistema de ingreso? La admisión depende del baccalauréat (el bac), un examen obligatorio que rinden los estudiantes al término del secundario. No funciona como cupo sino como requisito para poder ingresar en cualquier universidad. Esuna prueba difícil que se prepara durante todo un año. Una vez superada, el ingreso depende de la cercanía entre el domicilio del alumno y las sedes. ¿El graduado de la Sorbona tiene garantizada la salida laboral? Es muy difícil que consiga trabajo si sólo cursa el ciclo de grado de una carrera. Las mayores posibilidades están del lado de quienes hacen algún posgrado. París I es, cada vez más, una universidad de posgrados: hay tantos estudiantes en doctorado como en primer año. Esto no sólo se debe a la afluencia de alumnos extranjeros (son cinco mil sobre cuarenta mil), sino a los que llegan de otras universidades francesas. ¿Qué grado de importancia le asigna el gobierno a la educación? Desde hace diez años los gobiernos de centroizquierda, pero también los de centroderecha, ponen a la educación, y especialmente a la formación superior, como prioridad del gasto público. También se esfuerzan por mantener el nivel de la investigación pública. Se nota la mejoría y no podemos estar disconformes pero, por supuesto, decimos que no es suficiente.
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