Hipocráticos |
Acompaño a mi tía Pascuala a la herboristería El prado de la salud. El local está lleno y hay una sola cola que dobla la esquina. Nos colocamos en la fila. Se va sumando más gente. Habla una mujer: --A mí que no me vengan a hablar de médicos. Tenía que operarme de uno de esos males que a cierta edad sufrimos las mujeres. Me hice los análisis, esperé cama y al final, ya en el quirófano, cuando estaban por anestesiarme, se me acercó el cirujano y me dijo: "Señora, refrésqueme un poco la memoria". "¿Cómo que se la refresque?." "Sí, dígame, ¿qué era lo que teníamos que extirparle?." --¿Y usted qué hizo? --Me quedé mirándolo fijo y cuando pude reaccionar salté de la camilla y huí con lo poco que tenía puesto, mostrando las vergüenzas. Me refugié en mi casa hasta serenarme y me vine al Prado a buscar unos yuyitos medicinales. --Líbrame, Señor --suspiran los que la rodean. --Si yo hablara --dice tía Pascuala, que es extremadamente tímida. --Ni me la mencione a esa gente --dice un tipo--. Fui a uno porque se me hinchaba la pierna derecha. Me diagnosticó una infección, me dio una cantidad enorme de antibióticos inyectables, no me podía sentar del dolor de nalgas, tenía que hacer todo de parado. Cambié de médico. Para el siguiente, la hinchazón en la pierna era producto de una reacción de mi sistema inmunológico con la grasa del organismo. Cambié. El tercero me propuso internación en su clínica, para realizar estudios durante dos o tres semanas. El cuarto me dijo: "Lo suyo es sencillo, hay que sacarle la vena safena superficial, es como un hilito, se tira y sale toda, igual que el hilo de las chauchas. Total en la pierna hay otra vena profunda que perfectamente puede hacer el trabajo de las dos. Mañana mismo lo podemos operar. Esta tarde, si está dispuesto". --¿Y usted qué hizo? --Huí. Terminé de abrocharme los pantalones en la calle. Me serené y vine a buscar unos yuyitos. --Ay, Señor, líbrame --dicen, hacia adelante y hacia atrás, en la fila. --Si yo hablara, si yo hablara --murmura tía Pascuala. --Fui con mi marido al traumatólogo --cuenta otra mujer--. Un dolor en la cintura. Mientras me revisaba, mi marido le preguntó: "¿En esta especialidad hay muchos clientes?". Al médico no le molestó que llamara clientes a los pacientes. Al contrario, fue como si le hubieran dado cuerda. Orgulloso, se puso a explicar: "Antes de dedicarme a esto hice un estudio de mercado muy prolijo, me fijé en las estadísticas y me convencí que era la especialidad más rendidora. Fíjese que todos pueden dejarlo plantado a su médico. Hay pequeños dolores, hay enfermedades que permiten posponer la visita. Pero en lo mío, no. Si duele una articulación, un músculo, tienen que venir al pie sin demora. Al pie con papito. Y papito los está esperando. No hay escapatoria. Por eso me metí de cabeza. Y además no somos muchos. Hay pocos competidores. Bien señora, por ahora le ponemos un corsé, pero después hay que operar y sin perder tiempo". --¿Y usted qué hizo? --Me vestí lo más rápido posible y sin esperar el ascensor huimos por la escalera. Nos serenamos y vinimos a buscar unos yuyitos. --Ay ay ay, Señor, líbrame del doctor --dicen todos. --Si hablara, si yo contara --murmura tía Pascuala. --Fui al médico porque tenía la presión un poco alta --cuenta otra señora--. Sólo me preguntó: "¿Edad? ¿Cuánto pesa?". No me revisó ni nada y me entró a recetar: "Tiene que tomarme un Bajonal a la mañana y otro a la noche para bajar la presión. Este medicamento le va a dar un poco de tos. Así que me toma un antitusivo para la tos, Tosionex. Con el Tosionex le va a aparecer una pequeña acidez. Por lo tanto me va a tomar Aluminol, para neutralizarla. El Aluminol le va a originar unos efectos indeseados: náuseas. Para eso le damos Nausium Compuesto en gotas. Cuando le aparezcan los calambres provocados por el Nausium, me va a tomar Calambril. El Calambril le va a levantar un poquito la presión, pero como ya me está tomando Bajonal para controlarla no va a necesitar ningún otro remedio nuevo. El círculo está perfectamente cerrado". --¿Y usted qué hizo? --Me bajé de la camilla y corrí sin mirar atrás. Hasta me olvidé un hermoso paraguas con tulipanes estampados que me trajeron de Holanda. Cuando me serené, me vine a buscar unos yuyitos. --Ay ay ay, Señor, líbrame del doctor por favor --dice el coro (tía Pascuala incluida). La plegaria recorre la fila. Tengo mis dudas de que llegue a destino, pero me conmociona profundamente el largo amén final surgiendo de todas las gargantas y lanzado hacia los cielos.
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