|
Por Eduardo Febbro Desde París El presidente argentino pisará otra vez suelo francés el próximo 13 de octubre. Carlos Menem, respondiendo a la invitación de su homólogo francés Jacques Chirac, efectúa en Francia su segunda visita de Estado y su quinto viaje a este país europeo desde que asumió su mandato. La última vez que estuvo fue para el Mundial Francia '98. Entonces fue recibido por Chirac y ese encuentro dio lugar a una férrea defensa del presidente francés en momentos en que los periodistas acuciaban de preguntas al mandatario argentino. Pero la pregunta que se hacen muchos diplomáticos argentinos en París consiste en saber si el Presidente traerá en sus valijas los medios necesarios para subsanar la situación de misiadura extrema en que sobrevive la representación diplomática argentina en la capital francesa. A la embajada le falta hasta el papel. Esta semana, la embajada organizó la última exposición de pintura. A falta de fondos, los 15 mil dólares de la partida cultural fueron suspendidos hasta nuevo aviso y en París circula una petición firmada por empresarios e intelectuales pidiendo que se reestablezca esa línea presupuestaria. Como si fuera poco, entre la caída del dólar y los sucesivos recortes operados por el Estado argentino --menos 19% y menos 33%--, la embajada cuenta con un presupuesto extremadamente reducido que la obligó a realizar drásticas economías. La sede diplomática subsiste en un estado de penuria sensible: las luces se encienden durante el menor tiempo posible, las llamadas telefónicas se hacen con cobro revertido, se apaga la calefacción --y el frío se siente en el interior-- varias horas al día y se está pensando en cerrar la embajada dos días por semana para que el "presupuesto alcance". Desde hace algunas semanas, el embajador argentino en Francia, Archibaldo Lanús, anda por la embajada como celador en un colegio de pupilos: apagando luces y cerrando ventanas para que no entre el frío. Menem llega a un país rico con embajada nacional pobre. Viene a recoger las flores que premiarán su mandato. Desde la histórica visita de 1992, cuando la prensa local en su conjunto "pidió perdón" a Menem por los insultos y burlas que había proferido contra quien todos llamaban entonces "el patilludo", desde aquel año hasta ahora Francia se esforzó en homenajear sin reservas a quien, de lejos, les propuso el mejor negocio. El periplo de visitas presidenciales a Francia comenzó de hecho bajo ese signo. En 1992, en el curso de una no menos histórica reunión en la sede del CNPF, Centro Nacional del Patronato Francés, Menem fue el primer presidente latinoamericano en decirles a los grandes patrones franceses que no venía a pedirles ayuda, como se esperaba que lo hiciera el mandatario de un país empobrecido y azotado por los años de plomo, sino que estaba allí para proponerles "un negocio". En aquellos años Domingo Cavallo manejaba la varita liberal y aparecía como el mago providencial del liberalismo del tercer mundo. El patronato francés, que maneja el 97% de los semanarios y buena parte de los otros soportes de comunicación, entendió el mensaje. Corrigió la imagen de Menem y apostó por el modelo que proponía. Los jueces occidentales que habían humillado al "caudillo patilludo" --Le Monde del año 1991-- lo elevaron en seguida al rango mayor. Es lícito reconocer que Francia fue el primer país en "creer" en lo que Menem representaba. Antes que nadie --norteamericanos, alemanes o españoles--, los franceses invirtieron masivamente en la Argentina, sacando de ello inéditos beneficios. La llamada "amistad" franco-argentina está tejida en base a ese "reconocimiento". Por eso París no escatima signos de distinción para halagar a su huésped. La visita que Menem efectúa en octubre carece, sin embargo, de los fundamentos económicos que pudo tener la primera. No se firmarán acuerdos trascendentes ni existe contexto alguno capaz de justificar el desplazamiento de una comitiva presidencial. El programa incluye sólo presencias y discursos simbólicos, así como la firma de acuerdos de orden menor. Todo gira en torno a la persona presidencial y no al país que representa. De alguna manera, al invitar a Menem, Chirac despide así a un "amigo generoso". Entre tanto, pese a las repetidas promesas, Francia no cambió ni un milímetro su posición respecto al tema que sigue siendo un fuerte antagonismo: las subvenciones agrícolas. Fueron los franceses quienes bloquearon una vez más al acuerdo de libre comercio entre la Unión Europea y el Mercosur a raíz de las desventajas que acarreaba para su híper subvencionado y protegido mundo agrícola. Pero en los palacios y representaciones del Estado francés las alfombras rojas brillarán bajo los pies de Menem, mientras que, para ese mes de severo otoño europeo, en la embajada argentina muchos sentirán el "frío del último encuentro". Calefacción reducida, pasillos oscuros, ausencia de actividad cultural
a falta de plata y hasta, se calcula, suspensión temporal de los servicios de limpieza
cotidianos. El broche de oro de la visita tendrá lugar el 15 de octubre en la Opera de
París. Habrá un espectáculo de ballet con participación del ballet de la Opera
francesa y de Julio Bocca, que presentará La consagración del Tango, con música
de Piazzolla y Stravisnky. El espectáculo tiene un presupuesto de unos cien mil dólares,
financiados --en principio-- por empresas franco-argentinas. Es de esperarse que el
público deje muchas propinas. Así tal vez la embajada podrá pagar la luz. |