El sueño del ascenso terminó
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Por Juan Ignacio Ceballos Con el rostro demacrado, cuarenta minutos después de haber abandonado el court central del Buenos Aires Lawn Tennis Club, Hernán Gumy entró a la sala de prensa. Escuchó la primera pregunta e intentó responderla. Casi no pudo. "No me sentí presionado, di todo lo que tenía ... Me siento muy mal en este momento, casi no me salen las palabras ..." dijo, y su nudo en la garganta se transformó en la mejor síntesis de la dolorosa caída por 3-2 de Argentina ante Eslovaquia, que de esta manera logró el ascenso al Grupo Mundial de la Copa Davis y frustró por tercera vez en cinco años las chances del equipo argentino de escapar de la Zona Americana. La derrota comenzó a rubricarse ayer en la continuación del partido entre el eslovaco Karol Kucera y Franco Squillari --suspendido el viernes con el resultado 6-3 y 5-3 a favor del primero--, que finalmente terminó llevándose el número 6 del mundo por 6-3, 6-3, 3-6, 6-7 (3-7) y 6-4, tras 4 horas y 23 minutos de tiempo neto. Y quedó sellada con la caída de Gumy ante Dominik Hrbaty por 6-2, 3-6, 6-4 y 6-2, en el quinto y último punto de la serie. "Dejamos todo en la cancha y rendimos al máximo de nuestras posibilidades, así que todo el equipo debe quedarse tranquilo: perdimos ante un gran rival y jugando un muy buen tenis. Más no podíamos hacer ...", fue el análisis del capitán Daniel García luego de la derrota final. Que, por cierto, estuvo a un paso de convertirse en victoria con aroma a hazaña, primero gracias al poder de reacción de Squillari (53º del ranking mundial) y luego por el sacrificio sin par de Gumy (113º). Hijo de un italiano --Piero, fallecido hace tres años-- que a los 12 años partió de Turín y desembarcó en la Argentina, Squillari dio muestras ayer de que por sus venas corre esa típica sangre peninsular, siempre en ebullición, para casi dar vuelta un partido prácticamente perdido. "Jamás pensé que iba a perder. Ni ayer (por el viernes), cuando estaba bien abajo, ni hoy. Pero en el quinto set empecé a sentir pinchazos, principios de calambres, me desconcentré un poco y Kucera aprovechó la situación", explicó el zurdo de 23 años, quien levantó tres match points en el 5-4 cuarto set (estuvo 0-40 con su saque) pero no pudo sobreponerse a sus problemas físicos. "A pesar de la derrota --dijo Squillari-- estoy tranquilo, porque sé que hice las cosas bien ..." Totalmente opuesta fue la reacción de Gumy tras su caída. "Para mí este partido era muy importante, porque significaba el ascenso. Estar tan cerca del objetivo y no poder lograrlo ... es un golpe muy duro", afirmó el argentino, con el 3-2 ya sellado y su cara transformada en una máscara de dolor. Es que, a pesar de un resultado algo engañoso, tanto Gumy como los cinco mil espectadores que llenaron el estadio sintieron en el aire --con razón-- el aroma a triunfo glorioso. Y, cada uno a su manera, intentaron aferrarse a él. La gente, alentando como jamás lo había hecho en toda la serie. Gumy, con el cuchillo entre los dientes y apelando a una fórmula que, traducida a palabras, sería algo así: "Para ganarme, querido Hrbaty, vas a tener que matarme siete veces". Y el eslovaco, 40º del mundo pero con seguro destino de top-ten, lo hizo a palazo limpio, jugando "por encima de su nivel habitual", según él mismo reconoció, y destrozando un sueño que estuvo al alcance de la Argentina. "Jugamos de igual a igual contra un equipo de primer nivel, por ranking y
categoría. Por eso, a pesar de la derrota, estoy satisfecho ...", fue el cerebral
balance de García. El otro, el emotivo, no necesitó palabras. Bastó con ver el
oscurecido rostro de Gumy para comprender que la hazaña había estado demasiado cerca
como para resignarse y aceptar fríamente la realidad. |