GENTE DE
VERDAD |
El Peteco es el príncipe heredero de la dinastía, de una familia que es una patria en sí misma y se junta todos los años cuando los llama Doña Luisa, la madre de todos los Carabajal y de todas las chacareras. Tal vez sólo en Santiago del Estero la música y la cultura estén tan asociadas a la familia, a los hermanos Abalos, a los hermanos Simón, y a las dinastías de los Farías Gómez y los Carabajal. Tal vez sólo en Santiago del Estero pueda nacer una historia como ésta, la de los Carabajal, partida por la rebeldía y el amor. Los Carabajal vienen desde el fondo de los tiempos, es verdad. Desde que la tierra se agrieta y desde que los chañares ofrecen sus florcitas amarillas. Pero hay que ubicar en algún punto el origen de todo. Para no enloquecer, para no perderse en las noches más serenas del planeta, que sin duda están La Banda, en Santiago del Estero. A La Banda un día perfumado llegó una pareja que venía huyendo a caballo. Doña Luisa era entonces una moza trenzada de belleza y coraje que en 1901 se escapó de Clodomira, su pueblito natal, para seguir la estrella de su amor, don Rosarito, el cantor que había seducido sus 16 años en aquella pulpería. Francisco Rosario Carabajal y María Luisa Paz de Carabajal se amaron en esa tierra tan sabia. El era un algarrobo resistente de manos hábiles para fabricar canastos de caña y canciones con los violines. Ella era una pachamama de vientre azul que de tanto sembrarse cosechó 12 hijos. Todos varones, todos santiagueños. El séptimo no fue lobizón porque lo apadrinó el presidente Justo. Por eso se llamó Agustín. Con el tiempo fue el que le puso la música a la legendaria "Telesita" de don Andrés Chazarreta. Todos fueron músicos como sus padres y como sus hijos y como los hijos de sus hijos. No hay Carabajal sobre esa tierra que no tenga melodías corriendo por sus venas. De esos doce apóstoles de las tradiciones hubo uno que fue patriarca, Carlos. Durante mucho tiempo fue el hijo de Rosarito y de Luisa. Hoy, a los 69 años, es el padre de Peteco. Muy pronto los Carabajal se transformaron en la familia de la chacarera, en los antiguos dueños de la música para cantar, para bailar y para pensar. Se cruzaron con otros brotes de talento y salieron los Manseros Santiagueños, los Cantores de Salavina, Santiago Manta, los MPA con Verónica Condomi y Jacinto Piedra, con el Chango Shalo Leguizamón y Mario Alvarez Quiroga, y Milton Nascimento y Mercedes y León y Don Sixto de la peluquería también. Decenas de Carabajal. Desde el Cuti y Roberto hasta Ulises, bisnieto de doña Laura, hijo del Demi, percusionista del Peteco, que con sus dos añitos ya baila chacareras con pañales descartables. O Graciela, hermana del Peteco, que hace coros en su grupo. O Roxana, la hija de Graciela, que también integra la banda del príncipe heredero. Y Pablo, bailarín de 17 años. Camilo, que supo llevar su arte a Alemania por un tiempo. Y Raúl, Carlos Enrique, Walter, Pamela y Mario, el Musha que junto al Cali es el líder del grupo Los Carabajal. El golpe más duro que sufrió la familia fue la muerte de doña Luisa. Su hijo Carlos y su nieto Peteco la recuerdan siempre en sus coplas: "Nadie bailó la zamba ayer como lo hacía mi abuela/ si me parece verla/pañuelo al aire volar/ si me parece verla en la trinchera". Así son los Carabajal. Capaces de cantar que la mazamorra, sabes, es el pan de los pobres, y leche de las madres con los senos vacíos, o bailar con la sachapera sabiendo que con la chacarera doble se curan todas las penas. Gente de verdad. Raíces que un día florecerán.
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