Por Darío Pignotti desde San Pablo
Página/12 en Brasil ¿Estamos fritos? Así definió la situación
brasileña la revista económica Examen. Una bomba con la mecha haciendo
sssssss a poco de explotar fue la forma en que representó la crisis el diario
Folha. Esta es la temperatura económica del Brasil a días de las elecciones
presidenciales del domingo.
Las cifras perturban: en lo que va del mes se perdieron más de 16.000 millones de
dólares con tasas del 49 por ciento, y desde el comienzo de la crisis las divisas salidas
equivalen (y en otros cálculos superan) a todo lo logrado por privatización de activos
públicos en la Argentina. Luego de obstinarse en disimular el escenario, el presidente
Fernando Enrique Cardoso lo admitió y, lo que es más humillante al orgullo económico
brasileño, adelantó posibles negociaciones con el Fondo Monetario una semana después de
prometer que eso jamás sucedería. Oficialmente quedó dicho que habrá más impuestos,
reducción de gasto y recesión o crecimiento mínimo.
La admisión de Cardoso bastó para desnudar la razón política del paquete económico.
El Planalto corre contra dos relojes de arena: uno contiene las reservas monetarias que se
acercan a los 40.000 millones; en el otro las reservas electorales que siguen siendo altas
pero quién sabe cómo cotizarían en un remoto (no imposible) segundo turno el 25 de
octubre.
¿Y después del sismo qué?
No se pueden hacer pronósticos muy precisos en una situación tan incierta, pero ya
se ve por lo menos una caída en el ritmo de crecimiento y eso completa un ciclo muy flaco
de estos últimos años y de la década del 80.
A cierta distancia del estrés financiero, la economista María Cristina Cacciamali revisa
el cuadro de situación en su despacho de la Universidad de San Pablo, donde recibió a
Página/12.
¿Sobrevive el modelo del milagro brasileño?
Yo diría que lo más claro es que el milagro brasileño acabó porque acabó el
modelo de acumulación que expandía el mercado interno, con los salarios incorporando las
masas al consumo. No existe ya esa burguesía nacional que tuvo tanto apoyo del régimen
militar. Ahora esa burguesía se muestra impotente ante la competencia internacional y
carente del poder político que tuvo. La burguesía nacional no entendió que modernizarse
era salir a competir fuera del Brasil como multinacionales fuertes, y se quedaron atrás
en la carrera.
¿En cuánto tiempo se sale de esta crisis?
Debemos trabajar con hipótesis. Supongamos que logra controlarse esta coyuntura
loca y la crisis pudiera manejarse. No debiera suponerse por eso que ella termina en el
corto plazo, no veo reactivación posible en uno o dos años. Lo que nos espera es muy,
muy serio y arrastrará al Mercosur seguramente y especialmente a la Argentina por su
dependencia del superávit comercial con Brasil. Aunque no podría decir si el golpe será
tanto, menos o más fuerte en la Argentina.
¿Es posible una caída de reservas tal que haga caer el sistema?
La situación de liquidez es tan grave como lo dicen cada día los noticieros: salen
casi 500 millones por día y hubo ese viernes negro en que se fueron 2300 millones. Así
no va, pero no es el fin. Brasil cuenta con capacidad de maniobra relativa. Aunque el
gobierno exagera la magnitud de las reservas, no veo que haya un crac.
¿La culpa es del Plan Real?
El real tuvo la gran virtud de controlar la inflación y demostrar que éramos
capaces de eso, pero también trajo la sobrevaluación, un factor negativo para la balanza
comercial y que ha contribuido a las altísimastasas que se pagan para financiar el
déficit publico. De ahí que tenemos una gran deuda acumulada por el pago de las tasas
impuestas desde el 95 para atraer capitales externos.
El PT propone un control de cambios. ¿Es una propuesta viable?
Es una situación muy delicada, usted no puede decirles a los banqueros qué va a
hacer porque este mercado se mueve con imágenes, con palabras y con psicología. Si yo
decidiera controlar no lo diría y lo haría con cautela, porque los mercados son hoy los
que dan golpes de Estado. Con la cotización de la moneda se ve un ejemplo: en el mercado
paralelo el dólar cotiza a más de 1,20, aunque oficialmente no se devaluó.
Dentro del paquete anunciado por el presidente sobresale una reforma laboral.
Es un tipo de reforma bastante perversa cuyo ejemplo más conocido es la aplicada
por Margaret Thatcher, que permitió a los sectores oligopólicos desconocer cualquier
pacto para controlar el desempleo, con las consecuencias conocidas. Se está insistiendo
en la ortodoxia neoliberal. La reforma laboral era necesaria, pero esta reforma propuesta
restará más representatividad a los sindicatos, que vienen encerrándose en reclamos muy
sectoriales. Vea cómo han ido perdiendo legitimidad los sindicatos y cómo ha ganado
cierta legitimidad el MST (sin tierra).
¿Ve un aumento del desempleo a corto y mediano plazo?
Es muy probable. Si no hay un crecimiento importante, y nada lo indicaría con estas
tasas, el desempleo seguramente aumentará. Las mediciones del IBGE (Instituto Brasileño
de Geografía y Estadística, oficial) dan índices del 8 por ciento. Ahora, si usted toma
en cuenta el desempleo oculto en las capitales más industriales como Porto Alegre, San
Pablo, Río, Bahía, Curitiba, Fortaleza, le dará un 18 por ciento. Sin una reactivación
inmediata, se llegará al 9 y 10 por ciento a corto plazo, si no más. Además hay que ver
qué sucederá en el sector agrícola, tan improductivo y tan expulsor de mano de obra. Si
no hay reformas allí, ése será otro componente del incremento de la desocupación
urbana en el corto plazo.
Saliendo de la especulación electoral, ¿qué lectura política surge de esta
coyuntura y de este proceso?
Este paquete mantiene y hasta lleva a concentrar aún más la distribución de la
renta nacional. Las funciones básicas de un Estado democrático deben estar muy bien
definidas para saber cuántos recursos son los necesarios y cómo se articula su
distribución en los distintos destinos sociales, sectoriales y geográficos. Nada de eso
fue pensado en este paquete y eso acarrea consecuencias a la economía y a la sociedad
brasileñas. Nuestro sistema institucional y nuestras prácticas políticas son muy
autoritarias, aunque no culpo a Fernando Enrique. El tipo de democracia que tenemos los
brasileños es muy particular.
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