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Por Diego Fischerman
Entre octubre y noviembre, un ciclo de ocho conciertos, todos los martes, permitirá recorrer muchas de las tendencias habitualmente ausentes de la escena musical, a cargo de varios de los grupos y solistas más destacados del momento. El encargado de la apertura será el excelente Quinteto CEAMC, conformado por la pianista Haydée Schvartz, Patricia Da Dalt en flauta, Elías Gurevich en violín, Jorge Pérez Tedesco en cello y el clarinetista Guillermo Sánchez. En el concierto del martes 6, tocarán obras de Schönberg, Manolo Juárez y Mauricio Kagel, entre otros. En el segundo concierto (el martes 13), la pianista Adriana de los Santos interpretará obras de Lucier, Rzewski (conocido sobre todo por sus Variaciones para piano sobre el tema "El pueblo unido jamás será vencido"), Chico Mello, Martín Bauer y F. Cáceres. El martes 20 estará dedicado a la percusión. Allí tocarán el notable grupo Paralelo 33 y el vibrafonista Angel Frette, uno de los intérpretes más activos y al que más obras le han dedicado compositores de este país. El Grupo Vocal de Difusión, que dirige Mariano Moruja, hará, el 27, un programa que incluye composiciones de Milhaud, Ligeti y de Martin. Y la semana siguiente (3 de noviembre), el grupo Séptima Práctica hará obras de Messiaen, Schnittke, Boulez, Varèse y de algunos de los compositores integrantes del conjunto (Lorenzo, Zimmermane y Carosi). Francisco Kröpfl coordinará el concierto de música electroacústica del martes 10; el 17, Haydée Schvartz tocará con la también pianista Zaida Saiace, Angel Frette, Luis Favero y Fumie Yamashita, con obras para dos pianos y dos marimbas de Gandini, Simoniello, Matalón, Ortiz y Hatch. En el cierre, el 24, Santiago Santero dirigirá a un grupo de cámara que estrenará composiciones de Valverde, Etkin, Santero, Mastropietro y Bauer, todas inspiradas en textos de Samuel Beckett.
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Por
algún motivo, se lee literatura contemporánea, se ven exposiciones de pintura y
escultura contemporáneas, se va al teatro a ver obras contemporáneas, se va al cine a
ver películas obviamente contemporáneas, pero se escucha música del siglo pasado. Por
lo menos entre la mayoría del público asistente a conciertos, un clásico como
Schönberg ya es casi una mala palabra y obras compuestas hace casi cien años, como su
Pierrot Lunaire, suenan todavía "demasiado modernas" para los organizadores de
ciclos de conciertos. Parte del síntoma tiene que ver, seguramente, con el viejo círculo
vicioso que resulta de la falta de frecuentación, aunque la virtual ausencia de la
música de este siglo en los grandes abonos aparece contrastada con la actividad creciente
--algo así como el underground clásico-- que se da en salas más pequeñas y en lugares
como el Instituto Goethe, la Fundación Proa o el Centro Recoleta. El Teatro San Martín,
afortunadamente, ha decidido sumarse a esta suerte de vorágine alternativa, partiendo de
la base de que un teatro estatal --en este caso dependiente del Gobierno de la Ciudad--
tiene el deber de representar la diversidad estética, más allá del criterio dominante
de la masividad.