Principal RADAR NO Turismo Libros Futuro CASH Sátira


No apareció el cuerpo y crece  el misterio del lago de Palermo

Por tercer día fracasó el operativo para encontrar al joven que se tiró al lago de Regatas. La Policía insiste en que fue un accidente, pero amigos y familiares montan guardia. No se conforman con la explicación oficial pero tampoco aventuran una hipótesis.

Ayer a la tarde ya fueron 20 los buzos dedicados al operativo, pero aun así no hubo éxito.
El lugar se convirtió en atracción para la gente, que se dedica a mirar las tareas de búsqueda.

na16fo01.jpg (10016 bytes)

Por Horacio Cecchi

t.gif (67 bytes) “El muchacho se enredó donde no debía enredarse.” El impecable traje del comisario Juan Carlos Robles contrastaba con la furia del sol, los pantaloncitos de los trotaparques, las rubias fashion haciendo su jogging matutino, el sudoroso pedaleo de los ciclistas, los bordes verdes y adoquinados del lago de Regatas, en Palermo. “Todavía no lo encontramos”. Robles hundió su mirada en el agua, hacia el centro del lago, donde desde el martes por la tarde un equipo de buzos busca sin éxito a Maximiliano Rodríguez, el joven vendedor ambulante que desapareció de la superficie sin dejar señales. Dos días de búsqueda ya agregaron a la composición de lugar un miniturismo de la curiosidad, familiero, con mates y parejitas dispuestas a seguir paso a paso, y de cara al sol, el operativo.
A unos veinte metros del vallado policial, Nélida, la madre de Maximiliano, estiraba las horas sentada en un banco junto a la orilla, rodeada de amigas y amigos. “Pasamos toda la noche acá, y no nos vamos a mover hasta que aparezca.” Contundente, una de las acompañantes daba la voz batiente del grupo mientras con su mano señalaba la orilla, del otro lado de lago: “Vinieron los amigos de Maxi, con sus padres, nos quedamos en grupos distribuidos alrededor de todo el lago”.
–¿Por qué?, a esa hora los buzos no trabajaron –preguntó Página/12.
–Nunca se sabe y no creemos lo que nos dicen. Todo es muy raro. Cómo es que en dos días no lo encuentran –respondió la mujer, mientras Nélida agregaba que había aportado un guiso para repartir y que desde hacía un día se venían turnando solidariamente. “Ahora, algunos de los chicos duermen allá, entre los árboles.”
Del otro lado del vallado, el comisario Robles respondía preguntas a los periodistas. Las algas y la profundidad del lago insistían en sus respuestas. “Suponemos que hoy (por ayer) podremos encontrarlo. La gran cantidad de algas y especies subacuáticas complican las tareas de rastreo. El lago es muy profundo, en algunos sectores tiene hasta 8 metros. Para facilitar la labor de los buzos se pidió al gobierno de la ciudad que baje el nivel del agua.” Calmo, pero sin despegar los ojos de la superficie, Robles acotó que a última hora no serían 8 sino 20 los buzos del GER, el Grupo Especial de Rescate de la Federal, dedicados al rastrillaje en dos botes de los usados por las parejitas para recorrer el lago en otro tipo de búsquedas.
–No pibes, hoy no se puede, por orden del juez no sale nadie –Fermín Mendoza, el botero del lago, enfundado en su gorra roja, hacía cumplir la prohibición judicial de remar a dos tortolitos que, con vianda en mano y perrito faldero incluido, se disponían a soltar amarras y aproximarse a la tarea de los buzos o, quizás, perderse detrás de una de las islas.
–¿Nos podemos sacar una foto, por lo menos? –insinuó, todavía en la carcaza de madera, seductora, la jovencita–. ¿Cuándo se va a poder?
–Cuando aparezca el pibe –respondió el botero, que el martes fue citado por el juzgado para declarar. “No vi nada”, fue todo lo que aportó. Mendoza tomó la soga del bote y la anudó a un gancho del muelle, junto a un poste en cuyo extremo había un cartel en el que, con letras grandes y blancas sobre fondo verde, se podía leer: “Atención. Profundidad: 2,40 metros”.
“A mí no me cierra.” También sobre la orilla, a unos cincuenta metros del vallado policial, pero en el extremo opuesto al que se encontraba Nélida y sus acompañantes, parte de los amigos de Maxi aguardaban expectantes. Uno de ellos no alcanzaba a blanquear sus sospechas. “Nos quedamos toda la noche”. Su versión coincidía con la de Nélida. “Ese testigo de la policía yo no lo conozco –dijo la madre de Maxi–. Dicen que es guardavidas. ¿Entonces por qué no se tiró al agua a salvarlo?”
A las 17, el comisario Robles, los buzos, Nélida y sus acompañantes, los amigos de Maxi, todos estaban rodeados de curiosos que eligieron como punto de reunión la base de operaciones de los buzos. “¡Dejá esa rama!”,se escuchó a un padre ordenándole a una nena. “El derpa está muy bien puesto y es barato”, surgía de una conversación inmobiliaria. Las largas horas de espera había que gastarlas de alguna manera.

 

PRINCIPAL