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PUESTEROS PLATENSES AMENAZARON AL INTENDENTE ALAK
Una negociación sevillana en mano

t.gif (862 bytes) Las vendedores ambulantes de La Plata demostraron en varias oportunidades que lo de ellos es ser duros. Unas cuantas veces se enfrentaron a la policía y resistieron más de un desalojo. Pero ayer coronaron su carrera: un grupo entró en la sede de la comuna para protestar por una medida que –según aseguran los puesteros– los perjudica y la emprendieron a golpes y patadas contra el secretario de Gestión Pública. El intendente, Julio Alak, intentó calmar los ánimos, pero fue amenazado con una sevillana y debió batirse en retirada. Finalmente, los muchachos también se fueron. Y a su paso no quedó vidrio, mueble ni cuadro sano en el edificio municipal.
Según se explicó en la Municipalidad, los vendedores protestaban por el aumento de permisos para instalar puestos de venta callejeros. Esa cifra es aparentemente mayor que lo pactado el año pasado, cuando la comuna obligó a los vendedores a abandonar el radio céntrico de la ciudad.
Los disturbios comenzaron a las 10, cuando unos 20 vendedores ambulantes ingresaron al edificio municipal a través del playón de estacionamiento. Una vez adentro descubrieron de casualidad a Omar Graciano, el secretario de Gestión Pública. Justo el hombre al que acusan de ser uno de los responsables de sus males.
La charla duró poco. Primero hubo insultos, la voz que subía de tono y al final todo se resolvió –o no– a las trompadas y patadas. El hombre intentó calmar los ánimos por el lado de la diplomacia y convocó a uno de ellos a su despacho. Hasta allí corrió Alak, ya enterado de que la cosa venía en serio. Pero tampoco a él le fue muy bien.
El vendedor empezó a exigir lo suyo sevillana en mano y apuntando al intendente, mientras por el celular llamaba a sus compañeros al grito de “Vengan que acá me están apretando”. El resto de la gente entró efectivamente al despacho y los dos funcionarios optaron por lo más prudente: hacer mutis por el foro, escudados por los policías que lograron llegar al lugar.
Sorprendentemente, los vendedores pudieron salir del despacho tranquilamente, sin que ningún efectivo de seguridad los molestase. A su paso fueron rompiendo vidrios, muebles, adornos: todo lo que encontraban al alcance de la mano. Y de los pies.
Los muchachos de los puestos callejeros ya protagonizaron en los últimos años varios episodios violentos con la policía y los inspectores municipales. Los peores ocurrieron el 21 de mayo del año pasado, cuando los vendedores se opusieron a un operativo municipal de desalojo. La refriega duró el día entero y terminó con más de una docena de heridos, entre puesteros, policías y periodistas. Fueron detenidas más de 40 personas y los disturbios llegaron al interior de la Universidad de La Plata, donde se refugiaron algunos vendedores, y cuyos estudiantes se solidarizaron con ellos.

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