PUESTEROS PLATENSES
AMENAZARON AL INTENDENTE ALAK
Una negociación sevillana en mano
Las
vendedores ambulantes de La Plata demostraron en varias oportunidades que lo de ellos es
ser duros. Unas cuantas veces se enfrentaron a la policía y resistieron más de un
desalojo. Pero ayer coronaron su carrera: un grupo entró en la sede de la comuna para
protestar por una medida que según aseguran los puesteros los perjudica y la
emprendieron a golpes y patadas contra el secretario de Gestión Pública. El intendente,
Julio Alak, intentó calmar los ánimos, pero fue amenazado con una sevillana y debió
batirse en retirada. Finalmente, los muchachos también se fueron. Y a su paso no quedó
vidrio, mueble ni cuadro sano en el edificio municipal.
Según se explicó en la Municipalidad, los vendedores protestaban por el aumento de
permisos para instalar puestos de venta callejeros. Esa cifra es aparentemente mayor que
lo pactado el año pasado, cuando la comuna obligó a los vendedores a abandonar el radio
céntrico de la ciudad.
Los disturbios comenzaron a las 10, cuando unos 20 vendedores ambulantes ingresaron al
edificio municipal a través del playón de estacionamiento. Una vez adentro descubrieron
de casualidad a Omar Graciano, el secretario de Gestión Pública. Justo el hombre al que
acusan de ser uno de los responsables de sus males.
La charla duró poco. Primero hubo insultos, la voz que subía de tono y al final todo se
resolvió o no a las trompadas y patadas. El hombre intentó calmar los
ánimos por el lado de la diplomacia y convocó a uno de ellos a su despacho. Hasta allí
corrió Alak, ya enterado de que la cosa venía en serio. Pero tampoco a él le fue muy
bien.
El vendedor empezó a exigir lo suyo sevillana en mano y apuntando al intendente, mientras
por el celular llamaba a sus compañeros al grito de Vengan que acá me están
apretando. El resto de la gente entró efectivamente al despacho y los dos
funcionarios optaron por lo más prudente: hacer mutis por el foro, escudados por los
policías que lograron llegar al lugar.
Sorprendentemente, los vendedores pudieron salir del despacho tranquilamente, sin que
ningún efectivo de seguridad los molestase. A su paso fueron rompiendo vidrios, muebles,
adornos: todo lo que encontraban al alcance de la mano. Y de los pies.
Los muchachos de los puestos callejeros ya protagonizaron en los últimos años varios
episodios violentos con la policía y los inspectores municipales. Los peores ocurrieron
el 21 de mayo del año pasado, cuando los vendedores se opusieron a un operativo municipal
de desalojo. La refriega duró el día entero y terminó con más de una docena de
heridos, entre puesteros, policías y periodistas. Fueron detenidas más de 40 personas y
los disturbios llegaron al interior de la Universidad de La Plata, donde se refugiaron
algunos vendedores, y cuyos estudiantes se solidarizaron con ellos.
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