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TRES CAMARAS SUBACUATICAS APOYAN LA BUSQUEDA
El agua baja, la duda crece

La madre espera junto al lago de Palermo por tercer día. La altura del agua ya bajó 1,5 metros. Se instalaron tres cámaras para ayudar a los buzos. Pero el cuerpo de MaximilianoRodríguez no aparece.

El monitor muestra las imágenes de una de las cámaras subacuáticas.
Ayer se esperaba que el cuerpo del chico emergiera naturalmente, pero no sucedió.

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t.gif (67 bytes)  El operativo montado para buscar a Maximiliano Rodríguez fracasó por tercer día consecutivo. La veintena de hombres rana que se sumergen en los fondos del lago Regatas de Palermo siguen sin encontrar rastros del muchacho que fue visto por última vez en uno de los islotes del lago. Desde ayer, tres cámaras subacuáticas apoyan las tareas de los buzos que rastrillaron, hasta el momento, la mitad de la superficie del lago. A 72 horas de su desaparición, también se frustraron las expectativas de los que sostenían que, si el chico se ahogó, el cuerpo debería empezar a flotar por la superficie. En tanto, continúa el drenaje y la altura de las aguas ya bajó 1,5 metros.
Cerca de las 15, una tensa calma se palpitaba en los alrededores del lago Regatas de Palermo. Al cumplirse las 72 horas de la desaparición de Maximiliano se temía que el cadáver del chico emergiera naturalmente por el efecto de descomposición del cuerpo. Pero los pronósticos de los expertos también fracasaron. Al mando del equipo de buzos del Grupo Especial de Rescate, el comisario José Elías desacreditaba la teoría de las 72 horas: “Si está ahogado, por la presión que ejerce el cuerpo se va hinchando, podría romper las algas y subir a la superficie, pero pueden pasar varios días más antes de que esto ocurra”, explicaba mientras daba órdenes de ampliar el vallado para alejar a los curiosos, que cada vez eran más.
Los amigos y familiares de Maximiliano se destacaban entre el centenar de personas que rodeaban la zona. Desconcertados, no se conforman con la explicación oficial y siguen ejerciendo una marca personal para supervisar cada uno de los movimientos que se suceden en la zona. “Esta noche (por ayer) va a ser clave: si está acá, el cuerpo tiene que empezar a flotar”, dijo uno de ellos que monta guardia atrincherado en el lugar.
La jornada de ayer comenzó a las 7 de la mañana y se prolongó hasta la caída del sol, cuando el rastrillaje alcanzó seis de las once hectáreas que ocupa el lago. De las tres cámaras subacuáticas que facilitó una empresa privada para apoyar la búsqueda, una de ellas se rompió y las otras dos iluminaban el fondo del espejo de agua. Por el monitor se registraba una secuencia ininterrumpida de algas y yuyos flotantes pero ningún rastro que ayudara a dar con Maximiliano. La monotonía del rastrillaje se quebró a mitad de la tarde, cuando uno de los buzos se enredó entre las algas y fue socorrido por sus compañeros. Pero no fue más que un gran susto. En tanto, la altura de las aguas ya bajó 1,5 metros, luego de que el Gobierno de la Ciudad autorizara el desagote que se produce a razón de diez centímetros por hora. De este modo, vaciar el estanque demoraría unos 17 días.

 

La madre sigue esperando

“Mamá, ¿vas a ir a trabajar? Haceme la leche con chocolate”, le pidió Maximiliano a Nélida, ni bien se acercó a despertarlo. Eran las 7.15 del martes cuando ella le dejó la ducha abierta y lo despidió con un abrazo, como todos los días, antes de abordar el tren de Claypole a la Capital. No volvió a verlo más. Desde entonces monta guardia en el lago, a unos veinte metros del vallado policial, para saber “qué pasó con Maxi”. Su fe la mantiene de pie en la interminable espera: “Tengo esperanza de que mi hijo va a volver a casa y lo voy a volver a abrazar, como siempre, como todos los días”.
Nélida quiebra sus largos silencios con gestos desconcertados. Está atrincherada en Palermo, pero no pregunta nada. Tampoco se acerca, sólo espera. Como esperó la noche del martes a su hijo, con el plato de tallarines con estofado que no llegó a comer. A su lado, su “patrona”, Eugenia, no se cansa de retratarla como “una mujer excelente que vive para sus tres hijos, su único tesoro”. Esa madre que afirma que sus hijos “son lo más grande que tiene en el mundo” sigue prendiendo velas a su esperanza.

 

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